Revista Ciclismo

El Tour de Francia de 1992. XXXI

Por Rafael @merkabici
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Nunca fueron los descensos el fuerte de Gianni Bugno. El Bugno ciclista joven estaba aterrado por ellos, debido a un problema de vértigo infantil que le imposibilitaba a ejecutar trazadas precisas en grandes espacios abiertos. Es decir, que ese joven podía competir de tú a tú en los rapidísimos y peligrosísimos sprints del Giro de Italia, pero quedaba imposibilitado cuando se trataba de afrontar un gran puerto alpino en bajada. El Bugno maduro había mejorado su rendimiento en la especialidad, merced entre otras cosas a tratamientos con música de Mozart que hacían que desapareciera su pánico a las bajadas, su agorafobia…Pero nunca, nunca, llegó a dominar del todo ese punto tan fundamental en el ciclismo. Sobre todo si enfrente estaba Miguel Indurain.

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Viejos conocidos cami

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Indurain siempre fue un soberbio bajador

Indurain siempre fue un soberbio bajador

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Todos los más grandes de la historia han dejado también exhibiciones cuesta abajo. Anquetil en Envalira, el día que un mago le dijo que iba a morir despeñado y en el que Gemianini le aseguró que si moría debía de hacerlo como un auténtico campeón. Merckx bajando Allos en aquel Tour legendario de 1975, o el Tourmalet, en su exhibición camino de Mourenx. Hinault desatado en la Croix du Fer, escapado de Lemond, o en las bajadas de la Lieja de 1981. Todos ellos han mostrado dominio sobre la disciplina, y Miguel Indurain no podía ser menos.

 

Elegancia a cada instante

Elegancia a cada instante

Así que el navarro se lanza en el descenso por la vertiente norte del Galibier, la más inhóspita, la más complicada, revirada y técnica. Decide recoger el guante que le lanza Bugno y plantearle batalla en el peor lugar para el italiano. Y las imágenes son claras, donde en uno todo es gracilidad, potencia, precisión, en otro son dudas, miedo, nervios. Después de menos de diez kilómetros de bajada, justo antes de que acabe el momento más revirado de la misma, Indurain captura a Bugno. Ese será el fin de Gianni como candidato a vencedor en las grandes vueltas por etapas, aunque aun nadie lo sabía. Bueno, seguramente Fignon, que asiste a la escena en primera persona, enojado por la falta de brío de su compañero, sí que lo supiera, puesto que él había leído en los ojos de Gianni algo más que una abdicación temporal. Había leído una derrota absoluta.


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