Víctor Alvarado (publicado en Pantalla 90)
Esta crítica la podíamos subtitular: el regreso del cine de los ochenta, porque uno de los iconos de acción de esa época como Arnold Schwarzenegger vuelve, tras su paso por la política, recuperando todo el tiempo perdido con su especialidad: golpes, patadas y puñetazos (tiene varios proyectos en mente entre los que destaca la segunda parte de Los gemelos golpean dos veces o la posibilidad de dirigir un largometraje). Por cierto, en esa década y la siguiente, siempre surgía el debate de si era mejor actor Stallone o Schwarzenegger, aunque también se planteaba en términos contrarios, de cual era peor de los dos, pero tenían el consuelo de que había uno más inexpresivo que ellos dos juntos, un tal Steve Segal que seguro que les suena.
Pues bien, esta semana se estrena El último desafío (2013), que está dirigida por el surcoreano Kim-Jee-Woon, dominador de varios géneros como el western, el thriller o el terror, que se confiesa seguidor de Arnie al igual que Eduardo Noriega, que interpreta al villano de la historia. Este cineasta ha transmitido mucho dinamismo al largometraje a pesar de tratarse de un relato sin pretensiones, donde el drama y el humor (las situaciones cómicas sirven para dulcificar una película de violencia light-entreterniento) se suceden sin solución de continuidad, que está repleta de guiños al género de acción o del oeste, recordando a Cop land de James Mangold y a cualquier trabajo de Robert Rodríguez o Quentin Tarantino e incluso a los western de Howard Hawks, aunque salvando las enormes distancias.
Esta producción gira en torno a un traficante de drogas que logra escaparse de una nutrida escolta, que intenta alcanzar la frontera. No obstante, no lo tendrá fácil, puesto que para cumplir su objetivo se verá obligado a enfrentarse a un Sheriff que esconde un secreto y a su grupo de colaboradores que bloquean el paso a su libertad, defendiendo el lugar con uñas y dientes.
De algún modo podemos decir que esta producción, dentro de sus limitaciones, dignifica un género que, por lo general, suele se nihilista en un alto porcentaje. Sin embargo, se mantienen un par de conversaciones más o menos profundas sobre el significado de ser un policía y defender la ley, que ha jurado cumplir. El protagonista sabe que es lo correcto, presentando un alto concepto del significado del sentido del deber.