Revista Vino

En Gran Canaria (i)

Por Jgomezp24
Esto va a ser un experimento. Estoy un poco harto de estos días de impasse tecnológico, en que no puedo publicar todo lo que tengo en notas porque me faltan medios: cuando no es la cobertura o el programa en el portátil para las fotos de la nueva cámara (Mallorca),es la falta del cable adecuado y la ausencia de programa en el portátil que tengo en Las Palmas de Gran Canaria. Mañana, ya en Barcelona, espero poder publicar alguna foto interesante de los extraordinarios paisajes de Gran Canaria. Pero no quería dejar de comentar algo sobre paisaje, gastronomía, vinos y actitudes en esta isla, que es una de mis predilectas. Haré un pequeño "experimento": puesto que lo único que me funciona bien para publicar imágenes es el iPhone, publicaré alguna foto alusiva a este post en Twitter y,así, ustedes no tendrán más que mirar en la parte inferior del blog para acompañar este texto con un poco de "salsa gráfica"!
Tengo una ventaja en Gran Canaria: no estoy como turista ni tengo por qué ejercer como tal. Mis intereses y mi punto de vista, pues, son "solo" los de alguien que quiere conocer a fondo la isla, pero pisando poca playa y la menor zona turística posible. Sé que viven de ello y lo respeto mucho, pero la Playa del Inglés, Maspalomas, Puerto Rico y todos los complejos hoteleros de lujo que hay ahí, me interesan mucho menos que la Vega de San Mateo, el barranco de Santa Brígida, Tejeda o la Aldea de San Nicolás. No sé si me equivoco pero percibo una "isla de interior", una isla más agrícola que marinera, más dedicada a las labores del campo que a las artes de la pesca. Cierto: tengo que concentrarme más en el litoral, pero en lo poco que llevo visto, apenas he descubierto puertos pescadores en Mogán (y, en parte, remozado como si fuera una pequeña Venecia), el Puerto de las Nieves, el Puerto de Sardina y un trocito de, Puerto Rico. Por supuesto, hay riqueza de pescado atlántico en los restaurantes, pero mi primera sensación es más de papas, tomates, pimientos, garbanzos, cerdo, cordero, cabra y, por supuesto, uvas y vino. Los parajes naturales que se ven desde Tejeda (la parte más alta de la isla) y que salen de allí (sobre todo el Parque Natural de Tamadaba) te dejan literalmente sin habla: son, casi, de otro galaxia. Distintos y muy impactantes para uno que vive el Mediterráneo. Pero los paisajes humanos son, también, muy atractivos: los de los mercados, las tiendas de aperos y un campo (desde Monte Lentiscal hasta la Cueva Grande) al que el ser humano se ha adaptado pero para sacarle todo el jugo posible. Sobre un fondo de matiz volcánico mezclado con hierro, pizarras y basalto, desde Las Palmas hasta Tejeda destacan los palmerales, los huertos, los viñedos, estampados en buganvilias de mil colores y en chumberas que revientan de fruto. Aquí y allá algún drago y, ay!, la plaga omnipresente del eucaliptus, que ha colonizado la mayor parte de la carretera.
Dice la fama (quizás difundida por tinerfeños...) que en Tenerife se come mejor y más barato que en Gran Canaria, que hay allí mucha más oferta y a mejor precio. Es posible, aunque sólo sea por la proporcionalidad que viene de la población y del territorio y sus actividades. Pero yo siempre he comido bien en Gran Canaria, tanto si han sido verduras y legumbres, como carnes o pescados. Y todavía no he tenido la sensación de que me hayan "levantado" la camisa. Cierto, tampoco he tenido ninguna sensación de haber tocado el cielo gastronómico. ¡Todo se andará! Pero las papas arrugás de El Herreño (junto al mercado de Vegueta, en Las Palmas), el chorizo parrillero de la Cumbre (a 5 km de Tejeda en dirección a La Degollada), el pulpo con papas o los longorones en La Marinera (la Puntilla de Las Palmas) y la sama roquera o el atún rojo del norte de la isla (en el mismo local: primera foto publicada en Twitter, en la parte inferior del blog), han sido platos de nivel, sencillos pero muy sabrosos y todos ellos cocinados con productos locales. En cuanto a los vinos grancanarios (no he bebido otra cosa), de lo que he probado y visto sorprende la poca tendencia a guardar añadas "viejas". Tienen los restaurantes un atávico miedo (sobre todo en blancos) de que la cosa tiene que rotar; y que ofrecer o tener un 2010 ó un 2009 es malo. Más de un camarero me lo ha comentado. Yo quería probar alguna malvasía o algún listán blanco (las variedades blancas que suelen ofrecerse como monovarietales) con años. Y ha sido imposible. De lo probado (foto segunda en Twitter) el que más me ha gustado ha sido la malvasía de las Tirajanas, 12,5%, de la bodega homónima en San Bartolomé de Tirajana (el municipio que ocupa el centro sur de la isla, con una tierra que es bastante distinta de la que va del este al centro, mucho más seca, azotada por el viento y con menor contenido orgánico aquella). Es una malvasía fragante, golosa y con volumen en boca, aunque con cierta marca de acero en posgusto. No sé con cuál de las más de 30 variedades de malvasía existentes trabajan. Sobre cierta monotonía que he percibido en las vinificacions, ya hablaré en el siguiente post...

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