Vaya por delante que yo con Enric no soy objetiva. O mejor, si soy objetiva pero me da igual. Veo las cosas malas que hace pero se las perdono. Está casi a la misma altura que Bruce en mi escala de cosas que perdono en un tío. A Bruce le perdono Sad Eyes, una perilla infame y su mujer panocha. A Enric le perdono ese aire a Richard Gere que se le está poniendo, que le molen los gatos y que haya escrito este libro como yo escribo los posts, deprisa y corriendo, confiando en que sus lectores le perdonen los fallos.
Desconozco el motivo de las prisas por publicar este libro. Hasta hace poco Enric afirmaba que no tenía ganas de escribir un libro, que no le apetecía y de repente de la noche a la mañana se calza unas memorias parciales (parciales porque sólo habla de su actividad como periodista) en una edición de taller de encuadernación de 3º de BUP.
Según cuenta él mismo en el libro, los de Jotdown empezaron a darle la brasa cuando el año pasado estaba en Egipto cubriendo el final de la época de Mubarak y se la dieron tanto, que le convencieron de que escribiera para ellos. (Conociendo como conozco a los de Jotdown me creo la plasta que debieron dar, rollo Bart Simpson y su “¿me llevas al salpicamás? ¿Me llevas al salpicamás? ¿Me llevas al salpicamás?). Confiesa Enric que no sabe muy bien como le convencieron (por cansinos supongo) para colaborar con ellos porque además le pagaban con puros, licores y esas cosas. Esto abre todo un mundo de posibilidades para conseguir una colaboración de Enric, me juego una mano a que cocino mejor que los de Jotdown.
La cuestión es que empezó a colaborar con artículos y entrevistas y no queda claro cómo saltó a escribir este “librito”, que es exactamente lo que es, un “librito”. Apenas 180 páginas con un cuerpo de letra de los amigables para la vista cansada, en una edición del tipo “aprende a encuadernar en 68 fascículos, primera entrega la portada de tela” y que se quedan en nada. Legas al final y dices “Enric ¿ya? ¿Ya?¿Cómo que ya? ¡No me digas que ya!!!”
Es un coito interruptus. ¿De qué va el libro? Enric repasa toda su trayectoria profesional desde que comenzó a trabajar casi por casualidad y con pocas ganas en la Hoja del Lunes, hasta que sale de El País después de más de 20 años currando allí y siendo razonablemente feliz con el curro que tenía. Enric lo cuenta todo pero pasa como de puntillas, a veces parece que no quiere hablar sobre un tema y veces parece que le encantaría detenerse y desmenuzar otros pero no tiene tiempo, tiene que seguir adelante, va con prisa.
¿Cómo me sentía leyéndolo? Con ganas de decirle “A ver, Enric...no vayas tan deprisa y cuéntamelo bien”, con ganas de decirle, “Pedimos otra copa y sigues”. Comparado con los otros tres libros sobre Historias de ciudades, Londres, Nueva York y Roma (ya estáis tardando si no los habéis leído todavía), en éste Enric habla bastante de él, de sus ideas, de su inocencia de jovenzuelo, de sus pensamientos y de sus sensaciones...de sentimientos habla poco, muy poco. Habla de mucha gente para bien y para mal, mola porque es capaz de diferenciar el componente personal de muchos compañeros de curro del componente profesional, el típico “era un cabrón pero como jefe era cojonudo”. Se muestra bastante a sí mismo, siempre con ironía, con distancia, siempre con muchos fallos, usando el humor negro y quitándose mérito. Si tuviera un blog lo llamaríamos “falsa modestia bloguera” pero como no lo tiene lo llamaremos “falsa modestia de periodista”. Enric no va de divo pero tampoco cae en falsos malditismos y sobre todo no rodea al periodismo de ese halo de salvación mística a la que son tan propensos muchos periodistas.
Me ha molado esta cita. “Aquello fue mi universidad. Yo era un tipo sin estudios superiores, un reportero que había aprendido lo poco que sabía en la calle y en el trabajo. Leía, siempre he leído mucho y tal vez sea lo único que hago bien. Me parece que un periodista ha de leer como si le fuera la vida en ello, porque le va la vida en ello”
Antes he dicho que Enric casi no habla de sus sentimientos, sospecho que porque si se dejara ir sabe que no podría controlarlo. Sólo hay dos ocasiones en las que se muestra más…y duele leerle.
“Cayó el Muro de Berlín, pasé meses viajando de forma errática y semiconsciente, pasé las noches de duelo en hoteles donde podía estar solo o acompañado. Francamente, ni la irrupción de El Mundo ni el enroque de El País ni el compadreo con el PSOE me interesaban demasiado. Sólo quería moverme lo más posible y pensar lo menos posible. Si alguna vez me he hundido en una crisis sin aparente salida, fue entonces”
En este párrafo aparentemente frio, aparentemente descarnado y desgarrado está contenido toda la angustia, la desesperación y el duelo desgarrador que parte la vida por la muerte de un hijo. El capítulo termina ahí y uno se queda pensando...joder...Enric vamos a tomar otra copa y si quieres hablamos de ello y sino pasamos a otra cosa.
La otra ocasión salta cuando estando en el Congo, va por una carretera y ve como un camión de la ONU atropella a una madre con su hijo, se acerca corriendo y el niño está muerto y la madre malherida. Unos soldados congoleños borrachos se llevan a la madre...
“Me quedé con el cadáver del niño. Lo envolví en la misma tela en la que lo llevaba su madre (supongo que sería su madre) y emprendí con él la marcha de regreso a Goma. Fui hasta la fosa común del aeropuerto, y lo arrojé a ella con la mayor delicadeza posible. Cayó entre centenares de cadáveres que se pudrían al sol.
Quizá no me habría sentido tan mal si mi hija no hubiera muerto unos años antes. Quizá habría sentido lo mismo. No lo sé. Quise morirme. Quise llorar. No ocurrió ni lo uno ni lo otro. Casi 20 años después, el camión, la carretera, la fosa y el niño siguen apareciendo en mis pesadillas”
Puff...
Por cierto, el libro termina justo cuando sale de El País. En la presentación del libro contó que alguien (no recuerdo el nombre) le dijo que Pedro J iba a llamarle y efectivamente le llamó para invitarle a comer y ofrecerle unas condiciones de curro cojonudas y por supuesto dijo que sí. Comentó que no sabe cuánto tiempo estará trabajando para El Mundo pero que ahora mismo hace lo que le gusta.
En resumen, hay que leer a Enric y el libro me ha gustado mucho, pero jode por el interruptus, por los 23 leuros que te sacan los de Jotdown* y porque sabes que Enric podría haberlo hecho muchísimo mejor.
*Señores de Jotdown. Hubiera sido una idea genial, molona y que hubiera granjeado muchas simpatías poner dentro del libro una nota rollo “Sabemos que 23 leuros es un poco robo por esta edición pero es la única manera que tenemos de mantener la calidad de nuestro proyecto. Gracias”. Ahi les dejo la idea para otra ocasión.
Más de Enric, a este paso le haré una sección.