A veces estamos tan acostumbrados a la seguridad, a la rutina, a tenerlo todo más o menos controlado, que cuando la vida se nos desmanda, nos damos cuenta de que no sólo no es tan horrible como nos habíamos imaginado, sino que ¡es toda una aventura!
Habéis buscado una y otra vez la estabilidad. Habéis intentado controlar los acontecimientos, las relaciones, los trabajos, los hijos, las parejas, los amigos. Y sin embargo, os habéis encontrado con la evidencia de que hay un plan mayor que vosotros mismos que se encarga constantemente de desbaratar vuestras mejores intenciones.
Buscas, casi a ciegas, un contrato de permanencia que te otorgue la eterna seguridad, y la vida no para de presentarte cambios, de pérdidas, de ciclos que comienzan y de etapas que terminan.
Y no lo aceptas.
Y lo intentas de nuevo.
Y vuelves a perderlo.
Y sigues sin aceptarlo.
Porque te han educado, formado y orientado a la búsqueda de inversiones a largo plazo, planes de futuro, rentas fijas y valores seguros. Te han enseñado un buen montón de cosas utilísimas, pero se olvidaron de indicarte lo esencial: que la vida no es un plan de pensiones.
Equilibrar nuestra necesidad de orden con la vertiginosa evidencia del caos, no es fácil. Significa construir sabiendo que puede derrumbarse: significa amar, sabiendo que puede terminarse; significa apostar, sabiendo que puede perderse; y a la postre, significa aprender que tenemos que vivir, aun sabiendo que vamos a morir.
Sufrimos cuando no aceptamos que los planes y proyectos de los que dependemos, no salen como queríamos o están condicionados a un sinfín de variables impredecibles que no podemos controlar. En el extremo más patológico de ese sufrimiento, nos volvemos rígidos, grises, asfixiantes anulamos a quienes amamos, nos anulamos a nosotros. Somos infelices, generamos infelicidad, pero ¡oiga! ¡estamos muy seguros!.
¿Qué sucede cuando una persona decide empezar de nuevo? Que se encontrará, en muchas ocasiones, con sus propios miedos; y si los consigue traspasar, se encontrará con una barrera aún mayor, que es la que constituyen los miedos de los demás.
Es una locura ¿pero en qué estás pensando?; Mira que ponerte a hacer esto ¡a tu edad!; ¿Estás loco/a?; Vas a acabar mal; ¿Cómo puedes ser tan egoísta? Y mi favorita: te vas a arrepentir.
He escuchado estas palabras en muchas ocasiones a lo largo de mi vida. Siendo un espíritu desordenado y con una mente curiosa e hiperactiva, no podría haber sido de otra manera. Pero al final, sólo me arrepentí de una cosa: de las veces en que hice caso a esas palabras. Pues pensé que eran palabras que contenían verdades inamovibles y hasta después de mucho tiempo no me di cuenta de que sólo eran los temores de cada una de esas personas, que habían tomado el mando y hablaban por sus bocas sobre algo que realmente desconocían.
Un consejo: si quieres preguntarle a alguien cómo se empieza de nuevo, nunca elijas a alguien que jamás ha empezado de nuevo, por muy mayor, maduro o asentado que parezca. Este es un aprendizaje de los que no se regalan con los cumpleaños.
Si no hay una convicción, un deseo claro de lo que se quiere, volveremos mansamente al redil para vivir no nuestra vida, sino la vida que otros desean que llevemos para no tener que enfrentarse a sus propio anhelo de ser, habitar y sentir algo distinto. Mal de muchos, consuelo de tontos, decía el refrán. El que comienza de nuevo, el que camina, el que se mueve, el que se adapta…nos recuerda a todos los demás la cantidad de tiempo que llevamos parados.
La gente que opta por su felicidad, ha de arriesgarse a la impopularidad, por lo menos en un inicio.
Comenzar de nuevo es aceptar el caos. Es asumir que tu mundo nace hoy, por la mañana y vuelve a morirse hoy, por la noche. Es no tener ni la menor idea de lo que será de tu vida dentro de dos meses y a veces, ni siquiera dentro de dos días. ¿Es posible sentirse así y no volverse loco de incertidumbre? Se puede. Pero supone romper los esquemas predeterminados de toda una vida. Supone aceptar que sólo hay presente.
A veces los romperás tú: otras veces, te los romperán aunque tú no quieras.
La llegada del caos puede ser una bendición para muchas personas, pero para muchas otras, supone vivir bajo una coraza neurótica que les impide centrarse en su orden presente para prevenir su desorden futuro. Si se acepta que este desorden ocurrirá igualmente, con coraza o sin ella, y que además es una parte natural de nuestras vidas, que al igual que no siempre estamos alegres, no siempre estaremos tristes, aprovecharemos mejor la oportunidad de vivir en plenitud cada aventura que supone empezar de nuevo.
Y comprenderemos que no existe el miedo.
Es tiempo de aceptar que el caos no sólo no es un amenaza, sino el punto de partida sin el cual nada puede volver a ordenarse de nuevo.
Ultron: Eres insoportablemente ingenuo.
Vision: Bueno, es que nací ayer.
(Los Vengadores 2: la venganza de Ultron)