Revista Arte

Entrevista a Juan Pablo Roa

Por Lasnuevemusas @semanario9musas

Juan Pablo Roa lleva más de veinte años en Barcelona dedicado a la poesía. Junto con su compañera, Roberta Raffeto, regenta la librería de poesía Animal Sospechoso.

Le gusta pensar que es el suyo, aunque selecto, un negocio más del barrio, alejado de las grandes vías comerciales de la ciudad. Sin hacer mucho ruido, pero con constancia, ha logrado que la poesía se convierta en su medio de vida -que no es poco- y hacerse un lugar en el panorama cultural y literario de la ciudad, por donde pasan un sinnúmero de poetas para presentar sus obras y recitar sus versos.

Nos encontramos un día cualquiera por la tarde para hablar de poesía y de todo lo que rodea al libro: desde la creación, pasando por la edición, hasta la distribución y su venta al público, la inmensa minoría.

Entrevista a Juan Pablo RoaJuan Pablo: Ya llevas más de veinte años en Barcelona, pero tú naciste en Colombia.

Yo nací en Bogotá en 1967, pero a los seis meses nos fuimos con mis padres a Estados Unidos, en Ohio, durante cuatro años. Aprendí tanto en español como en inglés. Cuando regresamos a Colombia, el inglés se perdió porque en aquella época la moda era, dentro de los colegios privados, ir al Colegio Helvética, una escuela suiza en la que se estudiaba alemán, o francés, y español, claro. Creo que por eso siempre he tenido unos problemas impresionantes con el inglés. Tampoco fui buen estudiante, lo cual fue una decepción para mi madre. Al cabo de seis años, me expulsaron por mal alumno y fui a un colegio español, del Opus dei...

Sobreviviste a ellos...

Sí, aunque al cabo de cinco años también me expulsaron, de manera que terminé donde tenía que hacerlo, en un colegio colombiano. Era un centro muy peculiar. Lo llamaban el aeropuerto. Todos los expulsados de las escuelas de Bogotá acabábamos aterrizando allí ( risas). Imagínate cómo era el colegio: todos los alumnos, de los 12 a los 17 años estábamos en la misma aula. Solo les importaban tres cosas: que no nos escapáramos, que no nos suicidáramos y que no fumásemos marihuana. Hoy en día se llamaría una educación basada en la inteligencia emocional, pero en aquella época se veía de otro modo: su objetivo era conseguir que aquellos alumnos problemáticos llegasen a la universidad. Por fin conseguí entrar en la Universidad Javierana de los Jesuitas y estudié lo equivalente a Teoría de la Literatura. Lo malo fue que el último año enfermó mi padre de leucemia; tuvo un período de gracia de dos años y luego murió. En estos dos años aparqué mis estudios para cuidarlo. Su muerte supuso un impacto emocional muy grande sobre nosotros. Tanto es así que mi hermano no pudo soportarlo, y murió. Esta nueva muerte sí que fue un duro golpe, porque, después de que desapareciera durante diez días, encontré yo el cuerpo. Eso sí que me afectó, y decidí desaparecer. Vendí los cuatro corotos que tenía y me fui un mes a Portugal con la ilusión de que me iba a pasar el luto. Pero un animalito dentro de mí sabía que no iba a volver. No sabía cómo, pero vi claro que no quería volver. Aprendí el portugués rudimentario para la vida cotidiana y me inscribí en la universidad en un curso anual. Fue entonces cuando conocí a Roberta Raffetto. Desde entonces vivimos juntos. Al cabo de un tiempo nos fuimos a vivir tres años a Italia. Allí aprendí bien el italiano. Después volví a Colombia a recoger mis documentos que había dejado abandonados en mi huida y acabé la carrera en el instituto Caro y Cuervo de Bogotá. Por último, nos vinimos a Barcelona en el 2000.

Esto, en lo que se refiere a mi formación académica. En lo que referente a mi formación editorial, tuve la suerte de conocer a Nicanor Vélez, el editor de Galaxia Gutenberg. Trabajé para él durante once años en la colección de poesía. Fue una oportunidad única en la que lo aprendí todo sobre el oficio de editor, corrector, tipógrafo. Piensa que publicábamos las obras completas de Paz, Darío, Cortázar. Era una colección única y para mí fue una experiencia insustituible. Tras su muerte, trabajé durante un año en Duomo, una editorial italiana en España. En 2000 yo ya había fundado una revista de poesía que se llamaba Animal sospechoso; en 2013 tuve la idea de convertirla en editorial y publicamos el primer libro al año siguiente. En 2015 Roberta y yo abrimos la librería, siempre con el mismo nombre. Solo me falta ir al notario para cambiarme el nombre por Animal sospechoso. ( Sonrisas)

Entrevista a Juan Pablo Roa ¿Cómo nació la idea de esta librería?

A la salida de Galaxia Gutenberg, y la crisis editorial que siguió, que fue brutal y que supuso un cambio epocal en el sector...

¿...en el 2014 o el 2015?

Entre el 2012 y el 2015 fue cuando realmente se desmanteló el mundo editorial. Yo todavía puedo presumir de haber conocido el mundo en el que se trabajaba "a la antigua", sobre el papel. Hoy en día ya casi se prescinde del papel, y todo se hace en pantalla. Pero con Nicanor aprendí la corrección en paralelo y vi que los libros se podían proyectar a largo plazo. La colección de poesía de Galaxia Gutenberg, aunque se suponía que era el "departamento de pérdidas" de la empresa, la aguantaban porque cada fin de semana la prensa hablaba de ella, y se permitían mirar a largo plazo. De hecho, la colección duró veinte años. Pero hoy en día, como queremos el libro caliente, pues...

Era cuando todavía se pensaba en el fondo editorial...

Sí, una colección, un editor...

...y no este consumismo que un libro pasados tres meses ya se ha hecho viejo...

Parece que el editor sea el enemigo de la editorial porque piensa... Ahora lo que domina es la idea de que hay que consumir rápido. Y es una pena. Hemos visto los libros de la colección de Galaxia Gutenberg convertidos en pasta de papel porque la multinacional no tenía espacio en el almacén. Si fuera una editorial pequeña como la mía, todavía estaría justificado; pero una empresa como aquella... Es una pérdida para España y para el mundo de habla española. Eso fue lo más difícil para mí: adaptarme a esta nueva forma de trabajar, de comprender el oficio. En galaxia Gutenberg lo importante era hacer bien el libro, se tenía un cuidado extremo con la edición. Allí, una errata era casi causa de despido. En Duomo, en cambio, el editor tenía la responsabilidad de editar 30 o 40 libros al año. Y yo, acostumbrado a leer desde el original hasta las pruebas tipográficas, en todo el proceso, me encontré con que no tenía el tiempo para leer a fondo lo que publicaba. Me dije: "usted fue formado para conducir una Ferrari; ahora su reto es conducir este Renault 4". Necesitaba un cambio. Siempre había anhelado tener una librería, una editorial, y era el momento de decidirse. Invertimos con mi compañera un capital y abrimos la librería. Por suerte, me encontré con Rosa Lentini. Ella había acabado su ciclo de lecturas los Dimarts poètics ( Martes poéticos) en la Casa del Libro, y prácticamente no había más sitios para leer, sobre todo en lengua española. El ciclo catalán está tan bien organizado que ya tiene un ecosistema bien establecido. En cambio, el español queda un poco huérfano. Por eso empecé a organizar recitales cada fin de semana, de manera que Animal sospechoso acabó convirtiéndose en un sitio donde venir a leer, escuchar poesía y hablar. A esto debe añadirse la experiencia latinoamericana: por aquí pasan muchos poetas de Perú, Chile, colombianos que vienen de viaje a Europa y paran en Barcelona y presentan aquí sus libros. Podemos decir que la librería existe gracias a los recitales. Por eso la pandemia fue tan difícil. Paradójicamente, yo que rehuía de la digitalización, con la pandemia acabamos entrando en un canal de YouTube para hablar con los clientes, y sustituimos el contacto directo con los vídeos que colgamos en YouTube. Ahora estamos retomando otra vez la actividad cultural

¿De dónde nace este nombre tan insistente de Animal sospechoso?

De un ensayo que publica Nicanor Vélez sobre Ángel Valente en . Para este poeta, la poesía es un animal sospechoso para cualquier ideología, porque no se puede fiar de ella, sobre todo desde un punto de vista lingüístico: la ideología necesita un lenguaje puro y claro; la poesía, en cambio, quiere todo menos comunicar. Por eso es un animal sospechoso, a la hora de enfrentarnos con la lengua.

Las grandes librerías están en grandes superficies y centro comerciales o de las ciudades, como Barcelona; su actividad y beneficio se basa en la venta de las novedades y de éxitos editoriales, best sellers y de mayor calidad que no sobrepasan los tres meses de vida. En cambio, tú abres una librería dedicada exclusivamente a la poesía y al ensayo en un lugar completamente alejado del centro y de los espacios comerciales. ¿Cómo has conseguido sobrevivir a esta competencia feroz?

Es un poco complejo. Yo soy editor y tengo el sello de Animal Sospechoso. Tengo además un sello de autoedición, que se llama Abrapalabra Libros, y tienen la librería como sede. De este modo, una editorial le presta dinero a la otra y las dos se lo dejan a la librería. Es una economía familiar. Y todo esto tiene que ver con Barcelona. La ciudad que yo conocí está fundada sobre el turismo. En ella, el dinero va muy lejos de las vías principales de metro y de tránsito. En los últimos diez años, con la llegada de la crisis y de la pandemia, han sucedido tantas cosas, que ha habido un exilio interior de Barcelona. Yo mismo vivía en el Barrio Gótico durante once años, y me sacó de allí el turismo. Este y las grandes superficies tienen su propio canal. Pero a los que vivimos aquí no nos importa caminar dos calles más allá. Y eso ha hecho que Barcelona revalorice el comercio local, de barrio. Yo no soy comercio de barrio, porque soy una librería especializada en poesía, pero estoy en una zona residencial que acoge mis eventos como si fuera algo natural, hace parte del ecosistema. Además, Barcelona tiene las ventaja de poseer una doble cultura, y te permite tener doble clientela: público en catalán, público en español lector de poesía, que es lo importante. Por eso, la mitad del fondo de la librería son libros de segunda mano de poesía. El comprador de poesía de segunda mano es un cliente que viene y mira una, dos veces, hasta tres, y a la siguiente vez compra lo que tanto le ha interesado... y algo más. Por la mañana tengo en el local gente que está mirando títulos, que hojea, que lee. No hay prisa. Por otro lado, al ser una librería especializada, otros clientes ya no vienen a perder el tiempo, sino que vienen a lo seguro.

Debes establecer una relación especial con los clientes, les das consejos, habláis, comentáis...

Sí, claro... El lector de poesía no es fácil. Tú no le puedes decir: "Estos cuatro sonetos son lo mejor que hay en la poesía del momento" si no estás seguro de que es así, porque lo va a leer y si no le gustan no volverá a ti. Esto te obliga a saber a quién tienes delante de ti, qué tipo de lectura le gusta... Por ejemplo, si alguien va en busca de José Ángel Valente, si te preguntan por una mujer, tú sabes que tienes que hablarle de Blanca Varela, y no de Gloria Fuertes, aunque Gloria Fuertes esté muy bien para otro lector. Por eso, yo le agradezco al librero haberle quitado el esnobismo al autor y al crítico que yo era. ¿Y al editor? Si algo tiene el editor es que es hipercrítico, y está bien mezclarlo con el librero, para convertirse en un animal de campo más versátil, que te ayuda mucho a comunicar con quien tienes delante a la hora de comerciar con libros de poesía. Incluso en el momento de hacer los recitales tienes que tenerlo bastante claro y saber lo que estás ofreciendo para no mentir. Puedes ponerle todo el entusiasmo del mundo, pero nunca puedes mentir, porque se ve muy rápido. Si te gusta la música y te digo que cuatro gatos llorando a media noche son mejores que el último de Bob Dylan, no volverás.

Entrevista a Juan Pablo RoaEsto parece relacionado con lo que comentabas de la antigua edición en papel con respecto a la edición moderna digital, que ha ido perdiendo calidad debido a la rapidez que exige la nueva edición. En tu librería se busca la calidad, y no la venta rápida. Por eso tienes un importante fondo editorial que se une a los libros de segunda mano.

Claro. Incluso en los seis años que llevamos de librería, hemos hecho tres o cuatro recitales de autoedición porque es un fenómeno que está muy presente en el mundo del libro. El Gremio de Libreros de Cataluña nos ha llamado a los libreros para proponernos algunos canales de distribución de algunos libros de autoedición, porque dicen, mirando al mercado anglosajón, que es un mercado tan grande, que no nos podemos permitir el lujo de perderlo. Es bueno convivir con los dos tipos.

En realidad, la autoedición ha existido siempre, aunque era de otra manera. Por ejemplo: Joan Maragall. Su primer libro de poemas, Poesies, fue una edición que le hicieron sus amigos como regalo de bodas en 1891. Es una autoedición avant la lettre.

Sí, pero ahora, el caballo de batalla es el márquetin. Me vienes tú con un manuscrito, yo te digo que te lo leo... y te cobro de entrada por un informe de lectura. Después, te proporciono un taller de escritura para mejorar tu obra, y ya te cobro durante los seis meses que dura; al final te digo que se puede publicar, y te cobro por la imprenta, te cobro por la edición... Ahí es donde dices: siempre ha existido la autoedición, pero ahora es una verdadera industria.

Se dice que con la pandemia, con este exilio interior que comentábamos antes, se ha vuelto al hábito lector que se había perdido. ¿Lo habéis notado, de algún modo?

Mira, es una cosa rara. Hay un lugar común que dice que la poesía no se vende. En realidad, con la pandemia, han aparecido nuevos lectores de poesía que antes no existían, o con una intensidad renovada. Ayer me vino una cliente, y no es un caso aislado, que me dice: "Yo era lectora de novela, pero ya no me gustan, y he leído unos poemas y me parece que he perdido mucho el tiempo, pero no tengo ni idea... ¿Me puedes orientar?" Esto es un fenómeno del último año y medio, los últimos dos años. Nuevos lectores y gente joven con interés por la poesía. Tengo un grupo de muchachitos de 20 años que van a la universidad y me llaman una vez al mes para que les reserve cuatro sillas...

Yo he visto un incremento de nuevos lectores de poesía.

¿Son nuevos lectores o la gente que leía lee más?

Las dos cosas. Hay muchachos que vienen por Instagram: han escuchado a X, a lo mejor preguntan por un libro que yo no tengo, pero les puedo proponer otra cosa. Es terreno fértil. Y gente joven que ha leído poesía y que le gustaría leer más. También está el fenómeno del lector que busca consejo porque hasta ahora no había leído mucha poesía.

Entrevista a Juan Pablo RoaPor esto, actualmente una librería no es solo un lugar en el que se venden libros, sino que se ofertan actividades. ¿Cuáles ofertáis vosotros?

Esto tiene que ver con lo que hablábamos antes del comercio de barrio y el desplazamiento de los centros. Justamente, con ese exilio interior de Barcelona, las librerías, sobre todo las pequeñitas, deben convertirse en pequeños centros culturales que proponen una programación cultural. Ofrecemos cada fin de semana, tanto los viernes como los sábados, recitales de poesía. También hacemos presentaciones de libros, o bien actos en los que invitamos a un par de autores, se les entrevista y hacen una lectura en común. Al ser una programación mensual, yo lo envío por mailing, por wasap, para avisar a mi público de lo que se va a hacer ese fin de semana. Hoy en día, esa es una parte importante del trabajo del librero.

¿Con qué criterio se seleccionan estos actos?

Primero, los editores independientes tienen mucha novedad, y mucha novedad local. Si tú ya sigues a un poeta, y publica un nuevo libro, quieres leer el libro que presenta y otros que no conocías. Por otro lado, hay una oferta muy potente de autoras. Las poetas tienen en común, que acercan el poema al happening, a la representación. Cuando viene una de ellas, ya sabes cuál será su público, y llama la atención que la gente sabe más o menos qué es lo que quieren ir a ver. Por eso siempre tienes público.

En Barcelona tenemos dos lenguas, catalán y castellano. ¿Hay interrelación entre estos dos mundos poéticos?

Yo creo que no. De hecho, cuando hago un evento con un autor catalán, viene un público que normalmente no vendría si fuera un autor hispanoparlante. No lo veo ni como algo bueno ni como algo malo. Barcelona permite esa esquizofrenia porque pueden vivir en una de las dos lenguas perfectamente. Con todo el apoyo institucional que recibe la poesía catalana, es normal que esté tan organizada. Entonces, cuando yo hago algo en catalán, resulta una cosa exótica. En general, es difícil el lector bilingüe. Sin embargo, sí que hay gente que escribe en una lengua, habla en otra y asiste a los dos tipos de actos, pero es la flor extraña.

Nos estamos perdiendo una oportunidad de enriquecimiento mutuo entre dos lenguas con dos tradiciones literarias tan ricas y tan diversas.

Sí, claro. Eso habría que estudiarlo con un poco más de detalle. Aunque lo cierto es que cuando hay un acto en catalán, el público que viene compra libros en catalán, pero también en español. Por tanto, se da esa coexistencia, pero pertenece más al ámbito privado. En cuanto a la vida pública, son dos realidades que no se relacionan. Pero Barcelona tiene la última palabra. Es una ciudad muy rica.

Vargas Llosa -Juan Pablo me interrumpe con su sonrisa...- Se puede hablar de él, ¿no? -me defiendo-. Ha dicho que Barcelona ha caído en el provincianismo más absoluto comparado con la época en la que él estuvo viviendo aquí, en Sarriá; en cambio, ahora, ha caído en la ciudad más provinciana y cerrada. ¿Tú lo ves así?

Es una pena que hables de Vargas Llosa ( vuelve a sonreír), porque me lo pones muy fácil. Quieras o no, Vargas Llosa pertenece al aparato. Es un autor del aparato. Para que Barcelona se vuelva provinciana tiene que haber una hecatombe de cien años. Para comenzar, yo, librero colombiano, residente en Barcelona, ¿qué podría decir al respecto? Yo formo parte de este mundo, y solo puedo decir que Barcelona no se ha empobrecido, al contrario, precisamente por esa doble vida de su doble lengua, es un sitio interesante. Yo vine a Barcelona porque era el centro de las editoriales. Dicen que ya no lo es, pero mira: aquí hay al menos cuatro editores latinoamericanos independientes o que tienen familia en Barcelona, y no se van a ir del día a la noche.

¿Por ejemplo?

Dos editoriales chilenas, como RIL, que ya lleva publicando aquí un par de años, y Ediciones Sin Fin, de Bruno Montané; Kriler71, del argentino Aníbal Cristóbal, y yo mismo, colombiano. Con más tiempo, te encuentro otros cuatro: esto es una ciudad rica. Quizá es que Vargas Llosa no se siente a gusto aquí porque no le dan tanta cuerda como en Madrid.

Lo cierto es que Vargas Llosa vivió otra época de Barcelona, muy distinta...

En los años 70, América Latina y España compartían el mundo cultural y las revistas. Hacía poco que España reclamaba su africanidad, y ahora, con la Comunidad Económica Europea, España mira al Norte, y se ha perdido esa natural convivencia. Yo recuerdo cuando era niño que había gente que tenía familia a los dos lados del Atlántico. Eso ya no existe. Es cierto que todavía hay familias que están en los dos lados, pero el foco ya no está en esas relaciones.

Hablemos un poco de la editorial. ¿Cómo salió la idea del sello Animal Sospechoso?

Nosotros empezamos como revista en el 2002. Quería ser una revista anual, pero en 10 años solo editamos 5 números, cosa que suele pasar en las revistas culturales que no pertenecen a una institución: su regularidad es irregular. Cuando empecé a buscarme la vida como autónomo, tuve la intuición de convertir la revista en editorial. Al hacerla especializada en poesía se tardó muchísimo en despegar. Al principio apuntamos a los clásicos. Nuestro primer libro fue George Herbert, uno de los poetas metafísicos ingleses que aparece en todas las antologías, pero del que no había ningún libro en español. Fue casi como una reivindicación. Tuvimos tan buena suerte que Andreu Jaume lo señaló como el mejor libro del año en una reseña que hizo en . Y al año siguiente nos otorgaron el premio Ángel Crespo de traducción, lo que de alguna manera supuso el bautizo de la editorial.

Entrevista a Juan Pablo Roa

¿Qué objetivos os habéis propuesto?

Hacer la poesía más cercana para acabar con el prejuicio de que es solo para gente culta.

Tenéis dos colecciones.

Sí. La primera es la Clásica, que quiere reunir la poesía completa de los autores próximos. Nuestro primer volumen fue Rosa Lentini: sus primeros libros son muy difíciles de encontrar y tiene una trayectoria de 20 años muy potente. Además, es una autora de Barcelona. Luego, la Colección de Bolsillo, de pequeño formato, donde publicamos alguna novedad poética o libros temáticamente interesantes que pueden hacer que los lectores se acerquen a un autor poco conocido, como es el caso de las cartas de Catherine Pozzi a Paul Valéry, su amante. Esperamos que su lectura pueda guiar hacia la obra de Valéry, hacia la reflexión sobre la poesía o ayuda a conocer mejor los seis poemas que nos dejó Pozzi.

¿Cuántos títulos habéis publicado?

Ya llevamos doce libros en la colección de bolsillo, y hay tres más en imprenta. La verdad es que ha funcionado muy bien y ha generado cierta expectativa.

He visto por las redes sociales que has empezado la nueva experiencia de coeditar en Colombia.

Exacto. Yo pertenezco a esa comunidad hispánica que tiene un pie en las dos orillas de las que hablábamos antes. Por eso, desde que empecé a publicar aquí, quise hacerlo también allí. Algo había hecho, pero no habían pasado de la plaquette. Por suerte he podido publicar el libro de Lauren Mendinueta, una autora colombiana exiliada, Una visita al museo de historia natural y otros poemas en colaboración con la editorial Sílaba. Ha funcionado muy bien: lo hemos tenido que reimprimir un par de veces. El problema es que enviar los libros a Colombia resulta muy caro, casi más caro que el propio libro, por lo que lo más rápido y económico es imprimir allí. Y si lo haces de la mano de un editor independiente, compartimos la ilusión por el libro, por encontrar el trébol de cuatro hojas, como quien dice, hace que compartir proyectos sea algo más fácil de lo que parece. La idea es que después de este libro vayan apareciendo otros nuevos.

Entrevista a Juan Pablo Roa¿Alguien a quien te gustaría editar?

Por suerte, ya lo he hecho. Desde mis años de Portugal, yo tenía un sueño en el cajón: publicar los sonetos amorosos de Luis de Cambes. Para mi gusto como lector es uno de los poetas petrarquistas que se pueden leer como si fueran contemporáneos. Es una poesía muy fresca. Se lo propuse a José Ángel Cilleruelo, pero él me contrapropuso publicar sus 40 sonetos ortodoxos, los aceptados por la crítica filológica, pues hay otros muchos que presentan problemas de atribución y de autoría. Además, quería incluir los nueve sonetos escritos en español. Finalmente, los publicamos en la colección de bolsillo, para atraer a lectores no eruditos. Como esa, tengo un viejo sueño que es publicar a un poeta colombiano que se llama Jorge Gaitán Durán. Ígitur ha editado uno de sus libros, pero yo quisiera publicar otros, como el hermosísimo que se llama China, compuesto de 40 poemas de cuatro versos. También me gustaría publicar una antología de poetas canarias, que están muy poco representadas en las antologías poéticas.

En Galaxia Gutenberg te especializaste en la ortotipografía de poesía. ¿Qué es lo que diferencia la ortotipografía de un libro de poesía de la de una novela?

Hay mucho desconocimiento por prejuicio de lo que es la poesía. Si yo te doy un relato en formato Word, pondrás el título en el centro, querrás que el párrafo esté justificado por ambos lados. Todo esto lo sabemos casi automáticamente por el Word. En un poema, el 80 % de las editoriales el título lo deja al lado izquierdo de la página, sin ninguna razón, porque no hay tradición que diga que debe ser así. A veces, los poemas incluyen versos quebrados, o doblan versos, y el lector no acaba de entender cómo se distribuyen. La misión de la tipografía es decirle al lector muchas cosas sobre cómo leer el poema. Por ejemplo: si yo un poema lo justifico por ambos lados, estoy obligado a partir la palabra a final de línea y doblarla. Esto se puede hacer de dos maneras: antes se ponía un corchete con la palabra debajo del verso. También puedes hacer que la caja tipográfica sea igual a la prosa y el verso llega a final de página y cuando dobla la sitúan en el margen izquierdo, aunque el lector entiende que pertenece al verso anterior. Es aplicar el arte tipográfica al poema. Es una cuestión de estética: el poema es silencio, y ese silencio debe reflejarse en el papel, que es el juego entre los blancos y la tinta.

Tu labor no se termina en la librería y la editorial: se prolonga en tu obra poética. No te acabas de sentir satisfecho de tus primeros libros en Colombia. ¿Qué crees que ha supuesto como avance lo que has escrito después?

Hay una condición fundamental de autor en el siglo XXI: la extranjería. Un autor es extranjero en su casa y en su lengua. Salirte de tu país, pero no de tu lengua, implica que debes replantearte no sólo cómo hablas, sino el registro en el que van a hablar tus versos: tú ya no eres de allá, pero tampoco eres de aquí. Eres una tercera persona. Eso es riqueza para el escritor y para el verso. Lo que antes era automático, ahora es objeto de reflexión. Por ejemplo, mi libro Existe un lugar en donde nadie, escrito como despedida por la muerte de mi padre. En un poema aparece mi madre ficcionada en un poema y nos llama a sus hijos a la mesa. Cuando escribí el poema, me salió que esa madre nos llamara en segunda persona del plural, "vosotros: "venid a comer". En Colombia no existe este tratamiento. Está el "usted" y "ustedes", o el menos literario, aunque muy usado, de "su merced". Pero no usamos nunca el "vosotros", aunque lo aprendemos y sabemos que es propio del español peninsular. Poner a una madre colombiana y ponerla a hablar en "vosotros" puede resultar violento, y te das cuenta de que lo has hecho por una necesidad estilística.

Favorece la ficcionalización de la poesía...

Claro. Hablando de poesía parece un poco pornográfico decir que un poema se compone. Pero es así. Después de Gil de Biedma, de Valente, Eielson, de Blanca Varela, no podemos creer en la sinceridad a flor de piel del poeta. El poeta también construye. El poema es una construcción, un artefacto. Y por fortuna se nos fue la fiebre de decir que el poema es comunicación...

Existe un lugar en donde nadie fue el primer poemario que publicas en España. Destaca la nostalgia de un mundo pasado ya desaparecido. A mí lo que me sorprendió y me gustó más es la capacidad de evocación de algunas imágenes, especialmente las sensoriales: los olores, las frutas y sus colores evocan el mundo perdido.

La clave del libro está en el nombre de los árboles. Aunque yo los mencione, lo más seguro es que los desconozcas. Por ejemplo: urapán. Probablemente, lo desconoces, pero ahí te estoy creando como lector un ambiente de ficción, como el que se crea en un poema del Siglo de Oro que utiliza palabras que no se entiende en su totalidad, pero que el poema expresa un sentimiento determinado. Ese libro es el luto y despedida por la muerte de mi padre y de mi hermano. Me costó mucho escribirlo porque cada vez que empezaba, desechaba el poema y lo tiraba. Estuve casi un año, y eso que hacía más de quince años que los había perdido. Me hubiera gustado escribir un poema extenso, pero soy incapaz. Pero, gracias a la ficcionalización, yo me imaginaba a mí mismo como un arqueólogo. Y pensaba: si estuviera en una excavación, no sabré cómo era esa civilización antigua, pero, con una brocha, puedo ir encontrando diferentes objetos y reconocerlos: esta jarra es minoica, esta otra jarra es lo que sea... Así este libro: pequeños atisbos de ese mundo que ya no existe y que yo no pueda resucitar ni componer porque no me sentía capacitado para componer un libro tan extenso. Por eso, lo que hago es hablar de ese paisaje perdido, y para crear la evocación lo que hago es que los poemas se citen entre sí. Cuando llegas al final del libro, te encuentras con un verso que te suena, que sabes que lo has leído. Y es verdad: porque o cito o parodio o hago mención a alguno de los poemas de la primera parte, de manera que un poema mira al otro.

Cuaderno del sur, tu siguiente libro, ya presenta unos poemas de otro clima, más extensos, más elaborados, no centrados en una sola evocación, sino que hay una construcción retórica, en el buen sentido, más compleja.

Sí. Pero se ha de hacer alguna matización. A veces, la vida editorial tiene una vida propia que no tiene nada que ver con la propia vida escritural. Antes de Existe un lugar... publiqué El basilisco. Yo ya vivía en Barcelona, pero salió en Méjico. Estaba escrito en versículos. Los versículos tienen una cadencia especial que permite encadenar motivos, frases, de manera continuada. Por eso, en Existe un lugar... quise experimentar e intentar decir lo mínimo a partir de la evocación y una importante economía de lenguaje. Finalmente, Cuaderno del sur es más experimental, intenta profundizar más en el endecasílabo, no busca ni lo lírico ni lo prosaico, pero intentando violentar la lengua sale un chispazo de poesía. Hay evocación, pero ya no es de un lugar de origen, sino, simplemente, del acto de escribir.

Ya para terminar, aparte del nombre, ¿qué tienen en común los tres proyectos, la librería, la editorial y tu poesía?

No sabría responderte de una forma lógica. Todo esto nació un día en el verano de 2007, cuando vi El señor Ibrahim y las flores del Corán en el cine Floridablanca...

Protagonizada por Omar Sharif.

Sí. Tenía el colmado del barrio y allí entraba la gente a hablar con él, y él, además de vender las judías, el tomate, etc., aconsejaba a sus clientes, y era el sitio de reunión de ese barrio. Cuando salí del cine, pensé ilusionado: "El día que yo deje de trabajar en la editorial, quisiera que, si yo alargo una mano, ahí haya poesía y haya alguna fuente de dinero". Y de algún modo, es lo que prácticamente hago ahora. ¿Qué hago un recital? Pues vendemos libros. ¿Quieres editar un libro? Yo te lo publico. Todo lo que yo hago está relacionado con la poesía por el simple hecho de que es mi medio de subsistencia, mi medio de expresión y mi medio de hacer amigos. Yo soy ese colmado a donde los lectores de poesía vienen a hablar, no a pedirme consejo, pero sí a charlar. Y en esa charla, te viene siempre uno hablando de un libro de poesía, y terminas hablando de lo que acabas de leer, y las novelas que te llegan. Se crea como un espacio familiar en el que tú eres el colmado del barrio en donde, además de comprar el tomate, vas a escuchar algo nuevo.

Fotografías © Claudia León Mas

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