Revista Vino

Epifanía

Por Jgomezp24
Emmanuel Brochet Le Mont Benoit

En el día de la Epifanía del Señor del Año de Gracia y Bendición de 2011 he tenido dos revelaciones y una visión. Las revelaciones, discretas (seamos honestos), pero llenas de buen gusto, fueron en forma de tapón de corcho. La visión tuvo algo más de metafísico. La primera revelavión llegó en forma de botella de champán: Emmanuel Brochet "Le Mont Benoît", Premier Cru Brut NV. Es un pequeño productor independiente (gusta de identicarse como "vigneron indépendant": eso, en Francia y más en la Champagne, dice no poco...) que vive en Villers aux Noeuds. Viñedos en primer cru un poco al oeste de Reims, con dominio de la pinot meunier (40%) y la chardonnay (31%; el resto, pinot noir). Su propiedad, con tierras calcáreas llenas de arcilla y limos, está en conversión hacia la biodonámica. Éste es un tema muy personal: mi gusto me lleva, normalmente, a apreciar más los espumosos sin "dosage" y Brochet tiene otro cuvée de ese tipo. Pero el "dosé" del que hablo ahora es de una finura y ligereza tales que se ha convertido, sin más en una de mis revelaciones (por otra parte, nada original: los buenos bebedores de champagne saben ya bien quién es Brochet). La combinación, aquí, está dominada por la chardonnay (45%), aunque las variedades "en noir" (pinot noir, 32%; pinot meunier 23%) aportan un equilibrio y una armonía notables. Me gusta mucho su carácter discreto: nada destaca, domina el conjunto, es un champán sin aristas. De una burbuja excepcionalmente fina y tenue, su primera nariz es la de la mantequilla algo salada. Suave, casi glicérico, te asalta una pequeña comezón en boca, combinada con un guante casi de felpa: frescura de pera limonera, raspadura de limón en el bizcocho recién horneado, una pizca de perdernal, fresas del bosque. Os vais a reir, lo sé, pero el frescor y finura que desprende este vino me acabó recordando la ropa lavada y secada al sol y a la brisa. Pla habría considerado a éste un vino señor, un vino fresco y finísimo.

Picea 650 2005
La segunda revelación procede de un vino de la DOC Rioja: Picea 650 2005 de Viñedos del Ternero. En los dos últimos años he mantenido cordial contacto epistolar con Ignacio Ormaechea, uno de sus responsables. Y llegó a mandarme botellas de la bodega. Tomé alguna de ellas y pensé: necesitan tiempo y más botella. En la bodega le dan no menos de tres meses pero un par de años más le han sentado de maravilla. Ha sido revelación, en este caso, por vino con unas características inesperadas. Las cepas (95% tempranillo) están a 650 metros, orientadas a la solana y bajo la protección de los montes Obarenses. No está muy lejos, el Ternero, de Haro, pero las veleidades de la Rioja Alta y de la administración, han hecho que los viñedos pertenezcan a Miranda de Ebro y, por lo tanto, que se trate del único Rioja que nace en un municipio de Burgos. Fermentación maloláctica con sus lías y no menos de 10 meses en roble de grano fino francés. Embotellado sin filtrar ni clarificar, el vino agradece un buen contacto con el aire antes de su consumo. 13,5% para ser tomado a 15ºC. Sus primeros aromas hacen honor al nombre del vino (no conozco el viñedo ni sé si guarda relación el género de árbol picea con alguna característica del lugar): tiene un hermosísimo fondo balsámico hecho del recuerdo de las agujas de pino caídas al suelo tras la tormenta (pino y frescura) y de las piñas y su resina. Pasear por el bosque de pinos (mi recuerdo es mediterráneo, claro) tras la lluvia y oler este vino, todo es uno. Es un vino entero, por lo demás, casi robusto, pero fresco al mismo tiempo, con taninos austeros, secos y recios y un posgusto de eucalipto en flor y de compota de ciruela negra notables. Es un vino revelado porque esperaba más de lo mismo (en esa Rioja que ha venido en denominarse "de corte moderno") y he encontrado un vino bien ensamblado, de una sola pieza, austero y nada resultón. Un vino que, por lo demás, aguantará y mejorará con años de botella.
Tras la cruz
La visión epifánica tiene que ver con mi papel en este mundo del vino. Tengo un poco la sensación de sufrir el síndrome de Toni "Figaseca". Este prohombre de la villa de Felanitx tiene un sistema infalible. Se trata de un sismógrafo aplicable a la personalidad de las personas. Con él "mide", en números de una peculiar escala de Richter, la relación entre cómo se ve uno mismo en el mundo (cuál cree uno que tendría que ser su papel en él) y cómo te ven los demás en ese mundo (cuál creen que tiene que ser tu papel y situación en él). Un 1-2 en la escala indica un grado alto de satisfacción personal: estás en un lugar en el que te sientes cómodo y la gente te percibe bien en ese lugar. Un 4-5 indica que empiezas a tener problemas: no estás a gusto con lo que haces, aspiras a otras cosas, no sabes cómo llegar a ellas (ni tan siquiera si debes hacerlo) y quienes podrían ayudarte, no tiene claro que tengan que hacerlo. Un 7-8 en la escala de "Figaseca" indica problemas ya muy serios en tu personalidad y relación con el entorno, que exigen medidas drásticas: unos días en un monasterio benedictino, palpando el valor del silencio y hablando con uno mismo se hacen imprescindibles. Un 9-10 exige, sin más la hospitalización de tu alma. Estos tipos duros que se lanzan al agua helada en pos de la cruz dan cobertura metafórica a mi visión: 2011 va a ser un año de dura travesía. Aguas heladas y resistencia. Me siento, en esto del vino, con picos de aguja entre el 3 y el 4 y 2011 los va a resolver. En el sentido que sea, pero los va a resolver. Cinco años con un "blog" es el límite que mis amigos expertos suelen dar a este tipo de manifestación. Junio de 2011 será el momento para la reflexión final y para ver, si salgo de esta agua helada, cómo y dónde lo hago.

Volver a la Portada de Logo Paperblog