En las últimas semanas me he estado replanteando –una vez más– si debería trabajar o no “en la nube”. Parece claro que la tendencia actual es tener todo online. Pero, ¿hasta que punto es moda, y hasta qué punto es realmente algo necesario o deseable? La verdad, no lo sé.
Durante los últimos 2 años he hecho varios intentos por trabajar online, pero nunca lo he conseguido del todo. Además de mi reticencia natural, casi congénita, a confiar mis datos a la red, debo sumar que trabajo en una empresa donde el acceso a muchos de los servicios online están restringidos –Evernote y Dropbox, por ejemplo, son inaccesibles por política corporativa, por lo que su utilidad está muy limitada.
Pero aún suponiendo que pudiera, ¿realmente trabajar en la nube aportaría algún valor real a mi productividad? Después de hacer pruebas y más pruebas, de meditarlo muchas veces, desde distintos puntos de vista, finalmente he llegado a la conclusión de que no, la nube no me aporta suficientes ventajas como para cambiar.
Tener sincronizados mi ordenador y mi iPhone ha superado todas las pruebas de accesibilidad, redundancia y seguridad que necesito, sin necesidad de terceros en Internet. Esa ha sido al menos mi experiencia.
Ahora os lanzo la pregunta a vosotros. Teniendo claro que existen casos extremos en los que trabajar online supone una clara ventaja, y sin intención de crear guerras santas, queda abierto el debate:
¿Es realmente necesaria “la nube” para ser más productivos?