Revista Cine

Esd 25 2001 space odyssey

Publicado el 27 septiembre 2010 por Josep2010

La megalomanía de Stanley Kubrick tiene su máxima expresión en su película más popular, aquella cuyo título daría cualquier persona como obra de Kubrick y no deja de ser curioso que el tiempo ha colocado en su sitio la fantasía con que el director neoyorquino adornó su excesiva grandilocuencia, su eterna búsqueda de notoriedad y clasicismo entendido en el sentido de convertirse en un clásico, en un referente urbi et orbe, porque hace tiempo que pasó el año 2001 y todavía nada de nada...
Como es lógico, la aspiración de Kubrick como director era deshacerse de elementos que entorpecieran su grandeza como estilista cinematográfico y para su obra más popular se afanó en construir muchas de las escenas sin diálogos, con lo que en un apuro este cinéfago criticón que se juega el tipo a conciencia acude a Kubrick para salir del paso con dos escenas sin diálogos con las que cumplir holgadamente la mini-sección.
El hecho de insertar dos escenas en una misma entradilla, con el gasto que eso supone (perder la ventaja de tener otra ya preparada) viene a cuento porque así como una la entiendo como bien estructurada y aprovechable desde la óptica del espectador que recibe una información visual interesante, la otra, en mi opinión, es una pérdida de tiempo de metraje lamentable y podría ser objeto de unos buenos cortes de moviola.
Esta es la primera, la más aprovechable, la que finaliza con una elipsis muy bien ideada y realizada (no digo que Kubrick no supiera hacer cine: digo que a partir de esta película su declive fue imparable, por su endiosamiento) que lleva al espectador a otro tiempo:
Escena provechosa
Y esta es la que sigue de inmediato, una pérdida de tiempo que me pareció desechable cuando vi la película de reestreno en el cine, a primeros de los setenta; estuve a punto de no entrar a ver la segunda parte, después del intermedio.
Escena desechable
Un día de estos agarro las tijeras y mejoro sensiblemente esa película inacabable, pesada y aburrida: uno tarda menos en leerse la novela que Bradbury hizo después de escribir el guión.
Y es más divertida, además.


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