Revista Cine

‘Especial Harry Potter’ El prisionero de Azkaban

Publicado el 18 agosto 2011 por Cinefagos

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La tercera entrega del mago ya preadolescente significó un cambio con respecto a las anteriores, tanto en su versión en papel como su vertiente cinematográfica. Pareció dejar atrás el estilo infantil de Chris Columbus y llevar la saga a un nuevo nivel en una espectacular película, considerada para gran sector del público como la mejor de las ocho que componen la serie de ‘Harry Potter’ y que supuso un punto de inflexión también al empezar a enlazar acontecimientos creando una historia continuada, lo que deja a “La Piedra filosofal” y “la cámara secreta” como simples capítulos autoconclusivos a los que no se hará demasiada referencia, tan sólo la justa para que no parezcan olvidados en un rincón. Nos encontramos frente al mejor libro, junto con “El Príncipe Mestizo”, el más inspirado y con un gran homenaje a “El perro de los Baskerville”, presentándonos nuevos personajes, algunos de los cuales ya no nos abandonarán nunca. Explora también el pasado de Harry, y es el único de los volúmenes que no tiene a Lord Voldemort como antagonista principal, pero a pesar de ser una historia “de transición” no se siente como un emplasto en la estructura general. Si alguna vez, Harry Potter albergó magia en su interior, fue sin duda alguna aquí.

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Como he dicho antes, Columbus abandonó la dirección, que fue encargada al mexicano Alfonso Cuarón, hombre al que muchos de nosotros le hubiese gustado tener en la silla de director durante toda la saga, y el responsable de elevar el listón a un lugar donde ni siquiera volvería a acercarse.  Cuarón lo cambió todo: desde el emplazamiento en exteriores hasta algunos de los profesores. Al margen del fallecimiento de Richard Harris, que interpretó a Dumbledore en las películas anteriores podemos advertir que el profesor Flitwick ya no es una especie de duende barbudo. Y sí, el castillo es el mismo, pero el espectador parece no darse cuenta de que los terrenos que lo bordean parecen haber cambiado, y que todo queda conectado gracias a largos planos secuencia donde pasamos desde a un pasillo a una torre, a un reloj y finalmente a un patio. Otro detalle a favor de este hombre es que un mexicano consigue darle un toque de cine británico a la cinta que emana desde los primeros fotogramas, cuando la odiosa tía Marge llega a casa de los Dursley acompañada de su perro. Es curioso cómo la diferencia de un hombre tras la cámara puede significar tanto. La casa de los Dursley es la misma, pero notamos ese aire europeo nada más poner este irritante personaje los pies en la vida de Harry. Marge es igual de exagerada que los Dusrley, y por tanto, tremendamente creíble. Su manía de querer tener siempre delante al chico, observando lo que hace y soltando puyitas en teoría dirigidas a mejorar el comportamiento de Harry, hacen que muchos espectadores recuerden a sus propias tías solteronas de cuarenta años y por tanto tengan mayor simpatía si cabe por el joven chico. La historia comienza cuando Harry, llevado por un acceso de ira, infla Marge como un globo. Entonces, sabiendo que no le está permitido hacer magia, decide escapar de casa, eligiendo para ello el peor momento: Sirius Black, uno de los mayores seguidores de Lord Voldemort, ha escapado de la prisión de los magos, Azkaban, y es posible que ande detrás de él. Mientras huye, el chico tiene un encuentro con un espectral perro enorme, que más adelante muchos verán como un augurio de muerte. Más tarde, Harry huye en el autobús noctámbulo y llega hasta el Caldero Chorreante, donde el mismísimo ministro de Magia le recibe y le pide que, por favor, no abandone la seguridad del callejón Diagon (¿Os habéis fijado de quién es el coche que el autobús noctámbulo golpea suavemente al frenar?).

En el tren de camino a Hogwarts, los protagonistas tienen un encuentro con ser aterrador: una criatura que parece absorber la felicidad de las personas, llegando hasta el punto de ser capaces de extraerles el alma. Son los Dementores, los guardianes de Azkaban, que buscan a Black en los alrededores de castillo. Harry parece ser especialmente sensible a estas criaturas, por lo que buscará ayuda en uno de los nuevos personajes. Y es que como cada nuevo año, hay una vacante como profesor de Defesa contra las Artes Oscuras, y en esta ocasión le ha tocado a Remus Lupin, un tipo delgaducho y con aspecto de vagabundo que sin embargo parece ser todo lo que Gilderoy Lockhart no fue en el curso anterior, y seguimos haciendo uso de detalles un poco alocados que nos dan a entender que el mundo de la magia es difícil de predecir, como que para curarse del ataque de los dementores tengan que comer chocolate. Una nueva aparición es el gato de Hermione, como antítesis de la mascota de Ron, Scabbers, una rata que en este volumen adquiere sospechosamente más importancia, pero así, de forma casual. Al menos en un principio.

Una nueva profesora a la que nunca hemos visto en los libros anteriores es la profesora Trelawney, una mujer que parece sacada de la época dorada de Pink Floyd cuyas habilidades adivinatorias parecen estar en entredicho, y que no deja de anunciar la inminente muerte de Harry hablando de “El Grim”, un perro espectral de color negro que es el emisario de la muerte. La idea de un gran perro infernal que viene a cobrarle la vida de su víctima es un claro guiño a “El Perro de los Baskerville”, y es que Harry Potter tiene mucho que ver con Sherlock Holmes, sobre todo en cuanto a su estructura. Como ya hemos leído dos libros (y visto dos películas), sabemos que hay que estar atento a los detalles, porque en lo últimos diez minutos, encajarán como un puzzle y nos contarán algo que se nos ha pasado por alto, como bien hacía el personaje de Arthur Conan Doyle. Pero no será el único animal junto con las mascotas de los chicos que tenga protagonismo: Hay espacio para los hipogrifos, criaturas mitológicas responsables de uno de los momentos más emocionantes y hermosos de toda la saga. Y es que Hagrid pasará de ser el guardabosques a convertirse en profesor de Cuidado de Criaturas Mágicas, y como siempre, Draco Malfoy hará teatro para acabar en el hospital y provocar la desgracia de Hagrid al pedir el padre de Draco la ejecución del animal.

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En cuanto al resto de clases, Hermione parece no llevarlo muy bien. Aunque ya que hemos visto la peli sabemos que lo que está usando es un aparato llamado giratiempo para poder retroceder en el tiempo y así poder estudiar más, son extrañas sus entradas y salidas. En la película nos lo remarcan mucho, haciendo que Ron casi le pregunte al espectador cuándo ha entrado, o con Harry inclinándose sobre una silla vacía en la que aparecerá la chica segundos después. También tenemos a Snape, cada día más desagradable con todo el mundo y ganado el puesto de “personaje que no es malo, pero que no nos cae bien”. La saga sigue fortaleciéndose con personajes ambiguos que no sabes donde clasificar, signo de una serie mucho más adulta y coherente con la realidad. En cuanto a Lupin, parece sufrir algún tipo de enfermedad que le impide impartir clase de vez en cuando, y para desgracia de los alumnos, es Snape quien se hace cargo de la asignatura.

Y pronto aparece un nuevo elemento, el llamado Mapa del Merodeador, un artilugio que muestra a todos los habitantes del castillo en todo momento, indicando lo que hacen y dónde están, sin margen de error. En la película no le dan importancia a quién lo fabricó, y refuerza mi teoría de que muchos espectadores van al cine y no prestan atención a esos grandes huecos argumentales. ¿Y por qué digo esto? Ya lo veréis. En una de sus expediciones a Hogsmeade, Harry y sus amigos descubrirán exactamente por qué Sirius Black puede andar tras él. No se trata simplemente de un lacayo enfurecido, sino que Sirius fue amigo de la infancia de sus padres, quien les vendió a Voldemort y también (en un momento que en la película es de un dramatismo tan exagerado que parece un culebrón) descubrimos que es el padrino de Harry Potter.

Hay un par de detalles más, como que Sirius fue apresado después de matar a otro de los amigos de Lupin y James Potter, un tal Peter Pettigrew, y ese es el nombre que un día Harry encuentra en el mapa. Pettigrew está vivo. Harry sale a buscarlo, y se topa con Snape, quien le recrimina comparándole con su padre (se ve que no le caía bien), pero Lupin consigue salvarlo tras soportar un comentario acerca de dar un paseo “a la tibia luz de la luna”. En la película Lupin reprende a Harry por escaparse de as habitaciones y jugar con el mapa, pero no dan ninguna explicación de por qué el sabe lo que es. Magia, supongo. Y el espectador hace el resto.

Mientras tanto, todo parece desmoronarse entre el grupo de amigos. El gato de Hermione, de nombre impronunciable, parece haber devorado a la rata de Ron, y eso bien puede significar el fin de su amistad. Otro detalle incómodo es que los dos chicos parecen haberse olvidado del problema en el que se encuentra Hagrid, ya que prometieron ayudarle con la defensa del caso de agresión del Hipogrifo y no han vuelto a hacerse cargo. Sólo Hermione ha seguido ayudándole, lo que hace que ni Harry, ni Ron ni Hermione sean siempre unos santos. Tienen sus fallos, sus fobias y sus arranques adolescentes, lo que los convierte en muy humanos.

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Aunque al final Scabbers parece haberse escondido en casa de Hagrid, no pueden hacer nada por salvar al hipogrifo y apenas vislumbran su ejecución, dándole al lector la sensación de que todo está empeorando en una saga que parecía mucho más feliz en sus comienzos. Además, la profesora Trelawney, cuyo trabajo como adivina ha sido bastante pobre, parece tener una revelación en la que asegura que un siervo del señor oscuro estará libre de nuevo, lo que hace referencia a todas luces a Sirius Black y Lord Voldemort. Minutos después, los chicos son atacados por un perro fantasmal gigante, el Grim, que coge del tobillo a Ron y se lo lleva hasta uno de los túneles que salen del castillo y que finalizan en una casa de la aldea cercana.

Harry y Hermione (¿Os habéis dado cuenta de que parecen disgregar siempre el grupo conforme vamos avanzando hacia el final?) llegan hasta la casa de los gritos y allí se encuentran con Sirius Black. Harry, presa de la ira, intenta atacarlo, pero en ese momento es desarmado por Remus Lupin, quien abraza a Sirius y parece tratarlo como un hermano. Este es el giro inesperado del libro, pensamos, Remus es malo etc etc… Pues no. Todo es mucho más lioso aún, y gracias a Dios está bien hecho, porque si esto hubiese salido mal, la credibilidad del libro hubiese caído en picado. Ante unos atónitos chicos, Remus dice que alguien traicionó a los padres de Harry, un antiguo compañero de escuela llamado Peter Pettigrew. Y me encanta la forma en la que el guionista lo aligeró cuando aseguran que Peter está vivo ya que le vieron en el mapa del merodeador.

    ” -¡El mapa nunca miente! ¡pettigrew está vivo! – señala hacia Ron.- ¡Y está ahí!

   -¿Yo?

   – No, tú no, tu… ¡tu rata!”

La idea parece absurda, pero justamente mencionan que Pettigrew es un animago, un mago capaz de transformarse en animal a su antojo, otro de los parches por los que parece avanzar la historia. Conocemos toda la historia de este cuarteto infantil formado por Sirius Black, James Potter, Remus Lupin y Peter Pettigrew, amigos que se cuidaron los unos a los otros cuando Lupin fue mordido por un hombre lobo. Esa es la enfermedad que le hace caer enfermo cada cierto tiempo (Y Snape, muy convenientemente, puso trabajos sobre los hombres lobo…) y la razón por la que todos pudieran convertirse en animagos para hacerle compañía. Peter vendió a los padres de Harry revelándole su paradero a Voldemort, y cuando Sirius intentó matarle, fingió su propia muerte y se transformó en rata, pasando a vivir en una familia de magos durante más de diez años. De inmediato, en dos páginas, Harry coge cariño por Sirius, e incluso se plantea mudarse con él y abandonar a los Dursley. Ese sería el final perfecto, pero todo está a punto de complicarse.

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Casualmente (también es mala suerte) es Luna llena, y Remus no se ha tomado la poción que evita que se transforme. Mientras trasladas a Pettigrew, Lupin se convierte en un hombre lobo (en una de las mejores secuencias de transformación de la historia del cine) en algo que no es exactamente un lobo, sino una criatura a medio camino entre hombre y animal. Snape aparece entonces (me gusta el detalle de la película que, al darse cuenta de la presencia del lobo, se olvide de regañar a Harry y les proteja con su cuerpo), pero no puede hacer nada por contener la situación. Él no sabe nada de Peter Pettigrew, y no hace nada por perseguirlo cuando se escapa. Sirius además es capturado de nuevo y todo acaba tan rematadamente mal que no podemos creernos que sea verdad. Nadie cree a Harry y Snape se está llevando toda la gloria momentos antes de que los Dementores usen su arma definitiva contra Sirius Black: el llamado Beso del Dementor, con el que le absorberán el alma. Dumbledore entonces le dice a Hermione que deberá tener cuidado si quiere hacer algo, por lo que descubrimos el giratiempo, ese artefacto que ha sido el secreto de Hermione durante todo el libro. Con él y la ayuda de Harry (Ron se queda al margen debido a su herida en la pierna, o quizá para compensar que en ‘La cámara secreta’, fuese él y no Hermione quien acompañase al héroe) retroceden en el tiempo, y deciden no sólo ayudar a Sirus a escapar, sino también, evitar la ejecución del hipogrifo Buckbeak. Así entramos en la dinámica de los viajes en el tiempo, y como siempre, hace que nos planteemos muchas cosas que podrían dejar la credibilidad del libro por los suelos. Por ejemplo, un giratiempo podría usarse para muchísimas cosas, como evitar el alzamiento de Voldemort, evitar la muerte de los padres de Harry  y demás, pero se usa para acudir a más clases. Bueno, vale, magia.

Este viaje en el tiempo sigue una de las dos únicas versiones posibles de un viaje temporal en la ficción: o cada acto modifica el futuro, o hagan lo que hagan todo está predestinado. De modo que J.K Rowling optaron por una variación del segundo, en la cual juegan con lo que vemos y con lo que no, mientras Pettigrew escapa una vez más, Harry salva a Sirius de los Dementores y se aleja volando en el hipogrifo hacia la noche y la clandestinidad. Sin embargo, Harry aún no está contento. Pettigrew logró escapar, y si no se le puede detener, no hay nadie que logre asegurar que Sirius es inocente. Es a día de hoy un fugitivo acusado de asesinato, un maleante, uno de los mayores secuaces del señor oscuro, y sólo unos pocos parecen conocer la realidad. Pero no es así. Entre Dumbledore y Lupin entendemos que Sirius puede tener un futuro muy oscuro por delante, pero al menos está vivo y libre, que es más de lo que puede aspirar. Y sí, Pettigrew está también regresando donde sea que el señor oscuro se esconda, pero hay un detalle más, algo que a mí me parece un poco forzado y sin sentido, y que se acabaría convirtiendo en uno de los fallos más garrafales de la saga cuando la autora se cansó de escribir y finiquitó varios asuntos por la vía rápida. Según Dumbledore, cuando un mago salva a otro se crea un vínculo entre ellos (esto me parece innecesario… y más teniendo en cuenta el futuro de Pettigrew) y Harry ha enviado a Voldemort un lugarteniente que está en deuda con él. Algún día, Harry, te alegrarás de haberle perdonado la vida a Peter.

De modo que el final no es todo lo agradable que había sido en las ocasiones anteriores, y aunque empiezan a aparecer gruesas nubes en el horizonte, es posible que con la ayuda de Ron, Hermione y su nuevo familiar, Sirius, Harry Potter pueda hacer frente a lo que le espera por llegar. Y es mucho y muy oscuro, de manos de otros dos directores y donde la saga gira hacia un lugar tenebroso, psicológico y adulto, donde la muerte se convierte paulatinamente en un personaje más y donde Lord Voldemort renace de sus cenizas para terminar lo que dejó empezado.

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