La penúltima película de Nicolas Winding Refn supuso un gran varapalo para quienes venían atraídos por los neones y la violencia de su anterior trabajo, Drive, sin estar mínimamente concienciados de lo que era capaz este lunático de la imagen absorto ya en una especie de trance del que, según intuimos por lo que nos llega sobre The Neon Demon, parece no haber salido. De nuevo la tragedia griega (Edipo Rey, de Sófocles) juega un papel clave en el desarrollo de la trama, aunque la tragedia clásica (Hamlet, de Shakespeare) también parece unirse a la fiesta en Solo dios perdona, una historia sobre absorbentes espirales de venganza, sus escabrosas e incestuosas raíces, y la belleza plástica que resulta de ilustrarlas desde las luminiscentes y embriagadoras calles que conforman Bangkok, Tailandia.
Julian (Ryan Gosling) dirige junto a su hermano mayor un club de boxeo tailandés que sirve como tapadera del prolífico negocio familiar basado en el contrabando de drogas. Una noche, su hermano Billy (Tom Burke) decide que “es hora de conocer al diablo” por lo que, tras drogarse y provocar algún que otro altercado, viola y mata a una chica menor de edad. Es justo después de esta atrocidad cuando dios aparece en escena. Bueno, la visión cruel, sanguinaria e impasible que Winding Refn parece tener de él: una especie de ángel oscuro defensor del honor encarnado en un policía retirado llamado Chang (Vithaya Pansringarm), popularmente venerado y temido por su particular sentido de la justicia, basado en la aplicación casi literal de la ley del Talión mediante su afilada catana. La madre de Julian (Kristin Scott Thomas) acudirá hasta allí abrumada por el fatídico ajusticiamiento que ha recibido su primogénito con la esperanza de encontrar venganza.
Siguiendo con su particular evolución formal, el director danés vuelve a ofrecer una película de planos extremadamente largos y callados, donde su estética sobre lo estético parece alcanzar el culmen de su desarrollo, hasta el punto de que podría pasar por una película totalmente muda y funcionar igual de bien gracias a la precisión quirúrgica de sus imágenes. De hecho, muchas escenas de Solo dios perdona carecen de diálogo alguno e invitan a la múltiple interpretación, algo que puede exasperar en demasía si no se acude a la cinta con cierta predisposición, pero si conseguimos sobrepasar esa barrera, acabaremos hipnotizados por el poder de su sosegada y estimulante narrativa.
El contraste entre los actos de violencia explícita que protagonizarán sus personajes y la belleza formal con la que se abordan es totalmente cautivador, obligándote a mirar ensimismado hasta la más desagradable de las torturas como el que observa atento los detalles de un óleo en un museo. Un museo frío y elegante, iluminado de manera natural, por el que Julian deambula bajo los efectos de un extraño somnífero y donde los pasillos colapsan con la llegada de ineludibles pesadillas y oscuras premoniciones. Porque Julian, como todos nosotros, ansía el perdón de sus pecados pero teme asumir el castigo de dios.
Winding Refn, que ha conseguido simplificar al máximo posible las tramas de sus obras, sigue dejando en Solo dios perdona su particular huella en los temas a tratar, a los que suele recurrir con frecuencia desde una inevitable atracción por la violencia inherente al ser humano. Esta vez, las relaciones materno-filiales comparten primer plano con un estudio casi ingenuo sobre los impulsos primarios de la carne y la necesidad humana del perdón, algo que se ve estupendamente reflejado en la secuencia más impactante y plástica de la película, en la que unas manos temblorosas atraviesan la carne aún caliente de un vientre sin vida de la misma manera en que antes las veíamos penetrar el interior de los muslos de una joven muchacha.
La irregular acogida de Solo dios perdona —la segunda tras Drive que NWR dedica a Alejandro Jodorowsky— la ha convertido en uno de esos raros especímenes abocados al odio o al fervor, aunque nada de esto parece haber hecho mella alguna en el carácter y el estilo de este “enfant terrible” cuya asombrosa metamorfosis debería ser digna de admiración, ya seas o no seguidor de su cine, por cómo ha ido definiéndose a sí mismo como autor pese a los inconvenientes con los que se ha ido encontrando a lo largo de su carrera, convirtiéndose en un referente del cine actual y en uno de los directores mejor valorados y más esperados del panorama internacional. Esperamos expectantes su demonio de neón.
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