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Este Cine es nuestro: Imaginemos Duro

Publicado el 27 mayo 2013 por Fimin

27 de Mayo del 2013 | etiquetas: Este Cine es Nuestro, Carles Guardiola

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El documental de Carlos Serrano Azcona Quantum Men posee la amabilidad de hablar del chamanismo y de los procesos que puede sacar a la luz sobre la representación – que aquí pondremos en contacto con la propia del cine – y, a la vez, enfrentarse a la misma figura del maestro de ceremonias de la pieza, Cristóbal Jodorowsky, que va entregando a la cámara una acomodada reflexión sobre sus impresiones y la aplicación de esos ritos que él mismo está llevando a cabo.

Empezando por el segundo punto, la forma con que Cristóbal va esclareciéndonos las llamativas grabaciones de, por ejemplo, una sanación en una habitación a oscuras del Perú, en que se despliegan entre paciente, sanador y asistentes un trance de voces, atuendos, espasmos y líquido derramado, sigue manteniendo la emoción de tan misteriosas escenas. No porque quiera seguir retorciendo el misterio, al contario, él reflexiona sobre tales prácticas y saca de ellas ideas que a todos nos pueden interesar. Y en gran parte así ocurre gracias a la mirada, gestos, fraseo con que él discurre. Tal es su cercanía con lo que habla que, a la manera del imprevisible Carlos Lucas, el protagonista en que se centra la película De reparto (Retrato de un actor), diríamos que este entendido del psicochamanismo sabe dosificar su discurso y pasar de la simple exposición a la propuesta animada, de la puesta en contacto con el tema a que, sin darnos cuenta, cercioremos que ya tenemos el tema invocado.

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Así, nos irá dando a conocer cuál es el proceso de la convocatoria de espíritus y cómo imaginarlos y creer en ellos van de la mano – “la misma imaginación es la misma fe”, dice uno de los practicantes. Lo que en un ritual encontramos es una puesta en escena de signos (el color del pelaje de un animal, los pliegues de una ropa, el timbre de una voz amanerada) que resuenan en los practicantes porque, como signos que al leerlos apuntan de inmediato a una dimensión imaginada, ya han sido sustituidos por lo imaginado y, así, un espíritu ya ha hecho acto de presencia. Y está ahí. De algún modo, lo que se ha hablado del cine de Robert Bresson sobre que cada uno de sus imágenes lleva a la siguiente, que cada plano y cada acción parecen estar destinadas, en un ejercicio de austeridad de lo que es lógico (nos lo explicó Oliver a raíz de Mouchette en Film Ideal, nº 205-207, 1969), sin espacio para pensar en alternativas, podríamos conectarlo con la mecánica ritual que Azcona registra. En este sentido, se agradece la forma con que el director lo capta, dando un testimonio simple que respeta e intenta encuadrar el espectáculo ya desatado, no añadiendo el suyo.

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Sí que lo hace al volver al plano del sillón en que Cristóbal sigue su explicación con pulso, como también explicita más un tratamiento en otro de sus documentales, Banderas falsas, en que repasa a las multitudes congregadas con un ánimo que juega a toquetear sonido, texturas de cámara o enfoques al cielo. Pero volvamos al sillón, en que se apunta otra idea jugosa; el hijo de Alejandro Jodorowsky  habla de los diez mil espíritus con que los practicantes se hacen, invocan en ellos, caracterizándose, moviéndose y actuando de forma particular para cada uno. Tanto puede ser el espíritu de un doctor, de una prostituta o de Simon Bolívar, que ellos se lo recrearán. La variedad imaginativa, que él entenderá en su apropiación hacia el psicochamanismo como la obertura hacia otras frecuencias del yo, origina tantos personajes, tantas situaciones que componen escenas de desenfreno, miedo, comicidad, violencia, que da qué pensar sobre la sencillez que en el fondo respira el proceso.

Este Cine es nuestro: Imaginemos Duro

Se trata imaginarlos con dureza, y ese absurdo (ese sonar mal) que a veces nos choca al sentir cómo un hilo dramático se hace estrafalario o provocador, podemos entenderlo desde el punto de vista ritual: como una voluntad de hacer aparecer unos espíritus que a todos nos impresionaran y que los hemos puesto en marcha porque nos conciernen. En Aaltra de Delépine-Kervern, al disponer a los dos discapacitados que la protagonizan siendo rebasados por la marea o aquel buen hombre que, mientras les empuja las sillas, recuerda a otro tullido incendiario de la Belle Époque, quizá no sea más (ni menos) que una llamada a la aparición de una parte de lo que somos capaces de representar. Y que, si el director llega a crear el hilo de planos necesarios, nos lo imaginaremos y ya estarán allí. El mismo Azcona en su película de ficción El árbol, en que lo imprevisto circula a sus anchas, podemos verlo igual. Que no circula el genio de un director a sus anchas, sino que lo podemos estar haciendo todos.


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