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Este Cine es Nuestro: La Nena Ronca

Publicado el 22 abril 2013 por Fimin

22 de Abril del 2013 | etiquetas: Este Cine es Nuestro, Carles Guardiola

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Dos años antes, Neil Jordan presentaba el relato tembloroso de Danny Boy alrededor de un músico que se entrega, interpretado por Stephen Rea. Un temblor surgido de la cuestión de concebir el bien o el mal cuando las manos ya han quedado ensangrentadas, las del asesino, las del asesinado y las de los que miran. Suponemos que en ese punto en que casi todo no marcha, recurrir a un cuento de hadas para ordenar pensamientos es razonable. Sin embargo, la cándida niña, la abuelita y las bestias de En compañía de lobos también se entregan – no quieren contarnos el cuento… – y así su moraleja nos parece cercana, generosa, porque tiembla como tiembla la piel de un hombre cuando se rompe al tornar en lobo.

Este Cine es Nuestro: La Nena Ronca

Un componente atractivo es que el filme, y la aldea acechada por licántropos que nos da a conocer y a ir descubriendo, transcurre en el sueño de una niña de nuestro tiempo, Rosaleen, que tiene presencia de perfilada muñeca de labios carmesí revolviéndose en su cama, envuelta entre otros muñecos de porcelana y trapo. Desde esa habitación, pasaremos a la aldea cuidadosamente soñada en que la jovencita será la protagonista de una serie de excursiones a través del bosque, camino hacia casa de su abuela, a la vez que oyente apasionada de las narraciones de ésta sobre el peligro de los seres peludos que corretean fuera del camino: “No te fíes de una manzana en el suelo ni de un hombre con las cejas juntas”, resuelve la señora mayor.

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Y ocurre que esos varios niveles de historia – Rosaleen contemporánea durmiendo / evocación de un paraje cuyo misterioso sendero a casa de la abuela hace brotar mil lenguas que tratan de asegurarlo / esas mismas narraciones que, al poco de iniciadas, se pondrán a su vez en escena vía flashbacks – consiguen al fin quitar barreras entre lo contado y lo que, en efecto, acontece, lo que una vez pasó y lo que está pasando ahora, lo que se sueña y la evidencia de que ahí tenemos a la muchachita durmiendo. La fiabilidad del narrador va cayendo, la certeza de que esto nos lo está contando alguien empieza a temblar, y, como los capítulos de hidalguía y picaresca de El manuscrito encontrado en Zaragoza de Wojciech Has, en que al fin todos se entremezclan y se dudan bajo aquel apasionante páramo de deseo y muerte, resulta que ya no hay un cuentista de espíritu claro detrás que nos diga, por favor, lo que está bien y lo que está mal.

Sorprendidos, hasta quejosos, sólo habremos de fijarnos en el artífice de esta obra, Neil Jordan, para recordar que, ah, el relato tiembla como tiembla la piel de un hombre cuando se rompe al tornar en lobo. 

Este Cine es Nuestro: La Nena Ronca

Enardeciendo la intriga de ese relato, dando protagonismo a sus ingredientes más reiterados o poderosos hasta que parezca que nos volvemos supersticiosos con ellos, parece encajar con una voluntad de cuento de hadas fascinante pero no simplón. Que la fascinación no quede reconducida a lo cauto sino que sus poderes aprovechen nuestra tendencia explicativa para obsesionarla en los sapos que salpican los recodos del camino, las grandes setas que lo rodean, o el banquete de bodas que acaba lleno de lobos con corpiño. Vean esta escena, todo un súmmum del humorismo de Jordan, emparentable con los montajes más extravagantes de Ken Russell, como aquel de la escena de la conversión judío-católico en Mahler, una sombra en el pasado.

Como Russell, el director irlandés encuentra su “tigre de Esnapur”, su manera de presentar de forma muy efectiva y clara los motivos en que quiere que nos rindamos, sea en el nivel del sueño, de la leyenda cultivada o de la realidad de un dormitorio. Pues puede ocurrir que esos motivos, esos muñecos de trapo, acaben deambulando por todos los niveles…


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