Revista Cine
Estudio Michael Haneke (y 11): Cache (o, lo que se esconde en la memoria, es mejor no sacarlo)
Publicado el 17 febrero 2010 por Crowley"La existencia es culpable como tal"
Karl Jaspers
La novena película de Haneke se presenta como una película hipnótica, inquietante, casi, casi de terror psicológico, angustiosa y es, junto a "El tiempo del Lobo", su película más fallida. Fallida no por ese final abrupto (que en "La pianista" funciona perfectamente. Más que aquí) y que llega como un jarro de agua fría que deja al (frustrado) espectador desconcertado sin saber bien qué nos ha querido contar Haneke, sino porque el misterio, la tensión, tarda mucho en hacer acto de aparición, con lo que para cuando queremos entrar en materia, ya nos hemos cansado un poco del juego. Y es que se nos presenta la historia de tal manera que nos da la impresión en casi todo momento (hasta casi el final del film) que es un thriller sin pretensión alguna cuando en realidad es (o debería ser) un interesante cuento moral que trata de la culpabilidad y la forma en la que la soportamos y asumimos.Porque, señoras y señores, es inevitable. El pasado, queramos o no, siempre vuelve a nuestras vidas para convertirse en presente.
Si el pasado que nos llega a la memoria es agradable, no solo no nos importa sino que nos ilumina la vida y nos da esperanza. Pero si, por contra, lo que viene o irrumpe en nuestra existencia es algo malo que teníamos enterrado y casi olvidado, no solo nos amarga sino que hace que florezca en nosotros ese terrible sentimiento que es la culpa (y la vergüenza que lleva asociada).
Ya en las tragedias griegas la culpa era el motor principal que atormentaba a sus héroes. Uno de los filósofos que más ha estudiado la culpa es Karl Jaspers (que, por cierto, a parte de ser el creador del historial clínico de los pacientes, poseía un humor muy característico, pues tendía a contradecirse delibreadamente en sus estudios para que así nadie pudiese refutar nada de lo que decía) y para él era, junto a la muerte, uno de los motores, de los impulsos los llama él, que hacen que el ser humano sea consciente de su existencia.
La culpa, al igual que una oscura sombra que persigue nuestros pasos, se instala en nuestras cabezas, ocupando un primer plano y nos asalta continuamente para desasosegarnos y no dejarnos dormir. Todos tenemos cosas que resuenan en nuestra conciencia y nos afligen, todos tenemos secretos que ocultamos por vergüenza a ser descubiertos y todos tenemos algo de lo que nos sentimos culpables y apesadumbrados, como le ocurre al protagonista de nuestra película.Y esto, la culpabilidad y nuestra capacidad para ocultarla, hace que nuevamente vuelva a aparecer aquí, de forma más clara que en las últimas obras analizadas del cineasta, la obsesión del director por la televisión y la influencia que tiene en nuestra existencia. Haneke pone aquí de manifiesto lo que ha dicho muchas veces, que nuestra vida antes de la era audiovisual no era mejor, pero sí era más tranquila por desconocimiento (lo cual no es necesariamente bueno, claro está).
Y es que lo que aquí observamos es que nuestra vida, más bien nuestra mente y la forma de verla que tenemos, es como ver la televisión o una película en un reproductor de dvd (o de video como sucede con el protagonista del film). Cogemos lo que nos gusta y lo rememoramos una y otra vez, dándole al "pause" si es necesario. En cambio, lo que no nos gusta, lo dejamos olvidado y oculto, llegando casi a olvidarnos de ello. Es decir, editamos (casi siempre) nuestros recuerdos según nos convenga.
Como ya hiciese en "El séptimo continente", Haneke coge una "idílica" familia (aunque esta es de clase alta y no media como sucediera en la otra) y se dispone a destrozarla desde lo más profundo de sus corazones.
La familia está conformada por tres miembros: Georges (un espléndido Daniel Auteil) trabaja como jefe y presentador de un debate cultural televisivo. Su mujer, Anne (una siempre deslumbrante Juliette Binoche), se dedica a traducir novelas y el hijo (Pierrot) que está encandilado con la natación y que además le sirve para quemar toda esa energía hiperactiva que atesora en su interior.
Comienza el film con unas imágenes que enseguida nos retrotraen a "Lost Highway" de David Lynch y es que al igual que sucediera en la película de Lynch, los protagonistas comienzan a recibir una serie de videos en los que alguien ha grabado el exterior de su casa, de su hogar, de su refugio. A estos videos le seguirán extraños y macabros dibujos de personas y animales ensangrentados, lo que hará que de la mente de Georges surja un recuerdo enterrado hace muchísimos años y que ahora ha vuelto para que se conozca. Este secreto hará tambalear los cimientos de la confianza y el amor que sostienen su vida familiar, cambiandom las sonrisas por desconfianza y temor.
En el transfondo de la película, subyace, latente, como el corazón delator de Poe, el conflicto que Argelia y Francia tuvieron en el pasado y del que, como no podía ser de otra manera en el rencoroso ser humano, aún colean consecuencias (recordemos que Argelia fue durante muchos años colonia francesa).
En 1954, el FLNA (Frente de Liberación Nacional argelino), comenzó una sublevación contra la administración francesa, hostilidades que alcanzaron su mayor apogeo al año siguiente, en Constantina, con cruentas matanzas en ambos bandos.
En el 56, los franceses y los británicos no lograron llevar a buen término su ofensiva en el Canal de Suez, lo que otorgó a los insurgentes argelinos grandes esperanzas de éxito en su lucha por la independencia. Ese mismo año, Francia daba la independencia a Marruecos y a Túnez y concentraba todas sus energías en mantener bajo su tutela a Argelia.
La "Batalla de Argel" que se dió entre 1956 y 1957 fue una de las más cruentas del conflicto, produciéndose atentados, torturas y ejecuciones a centenares.
En 1959, De Gaulle acepta el principio de autodeterminación del pueblo argelino, que llegó finalmente el 8 de octubre de 1962.Y de la violencia de las batallas y luchas independentistas mencionadas en el párrafo anterior, pasamos a la violencia que aglutina todo el metraje de esta película. ¿O es que pensaban que Haneke se había olvidado de su tema fetiche?. Pues no, señoras y señores míos, aunque hay que decir que la violencia que van a encontrar aquí no tiene nada de físico ni explícito, todo lo contrario. La violencia de la película es una violencia contenida, como oculta, escondida en las sombras de las conciencias de los protagonistas, como esas secuencias de la (in)tensa persecución sufrida por Georges a manos del hijo de Majid, o aquella en la que Goerge visita el piso de Majid y somos obligados a verlo todo con un insoportable plano fijo que nos lleva de nuevo a ese juego de la realidad y la realidad filmada...Y la película acaba igual que empezó, con un larguísimo plano fijo repleto de preguntas por responder y violencia latente. Si cada uno de nosotros pudiese ver en la mente de los demás, o descubriéramos qué secretos guarda la persona que duerme cada noche a nuestro lado, tal vez nos replanteáramos muchas cosas... Aunque bien pensado, si esa persona pudiera mirar en el fondo de nuestra alma, donde tenemos escondido aquello que nos atormenta y avergüenza, tal vez, a la mañana siguiente, despertáramos solos y abandonados. Tal vez sea mejor, entonces, que sigamos con nuestra culpabilidad escondida....