Europa atraviesa la crisis más grave desde el final de la Segunda Guerra Mundial, según dijo la Canciller alemana Angela Merkel. La economía va mal, las deudas soberanas están poniendo en un serio aprieto a gran parte de los países miembros del euro, el desempleo aumenta en casi todos los Estados y en España la cifra de parados es escalofriante. La unidad política de la Unión Europea (UE) es una quimera y Estados Unidos y las potencias emergentes asiáticas y latinoamericanas miran al Viejo Continente como si fuera un barco a la deriva. El miedo al futuro inmediato y el pesimismo son la nota dominante en gran parte de los países europeos. Los economistas y expertos más solventes aseguran que el mundo capitalista desarrollado vive una crisis sistémica. Es el propio sistema capitalista que está en crisis. Nadie tiene soluciones a esta catástrofe económica que está teniendo graves repercusiones sociales en los países avanzados. Ni los partidarios de las viejas recetas keynesianas ni los abanderados del neoliberalismo a ultranza. Los responsables políticos están desconcertados y los ciudadanos, asustados y con razón. Hay 81 millones de pobres en la UE. Según datos de diversos organismos, en España el 21% de la población (unos nueve millones de personas) vive por debajo del umbral de la pobreza. En Alemania, que es la principal potencia económica de la Unión, el índice de pobreza es del 16%. Más de 660.000 jubilados alemanes tienen que trabajar para completar sus pensiones, porque cobran jubilaciones por debajo de los 600 euros al mes. Según The Institute for Fiscal Studies del Reino Unido, el ingreso medio de los ciudadanos británicos bajará de 7% entre 2010 y 2013 y más de 600.000 niños de este país viven en la pobreza. Las desigualdades sociales han aumentado considerablemente en Francia y afectan también a personas con trabajo y sueldo fijo, y 100.000 estudiantes franceses viven en la pobreza y tienen incluso dificultades para alimentarse correctamente. Decenas de miles de jóvenes con estudios universitarios y bien formados españoles –los más castigados por el paro en todo el mundo desarrollado-, italianos y franceses han abandonado sus respectivos países ante la falta de perspectivas laborales. En Portugal, los expertos advierten de que la miseria amenaza a las clases medias y muchos portugueses han decidido emigrar a sus antiguas colonias de África. En Estados Unidos, según datos oficiales, 46,2 millones de ciudadanos son pobres. Japón, después de 10 años de recesión, que se dice pronto, está empezando a crecer firmemente. Es una de las pocas excepciones en el mundo económicamente avanzado. La UE, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y otros organismos vaticinan datos de crecimiento y empleo para la Europa comunitaria en 2012 muy malos. Estamos al borde de una nueva recesión. Ni siquiera la locomotora económica de la UE, Alemania, crecerá significativamente. Ojalá las previsiones estén equivocadas. El paro en España, según asegura el economista Santiago Niño-Becerra, catedrático de Estructura Económica de la Universidad Ramón Llull de Barcelona, corre el riesgo de ser estructural: entre el 14 y el 16%. Nos costará horrores a los españoles salir del pozo en el que nos han metido la crisis económica internacional y la ineptitud del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, pero también la falta de previsión de la derecha cuando gobernó España entre 1996 y 2004. Y no olvidemos de citar la responsabilidad de una parte importante de la población española que en los años de bonanza se comportó torpemente y creyó erróneamente que España se había convertido en el país más rico del mundo, porque una pandilla de sinvergüenzas y especuladores estaban impulsando la burbuja inmobiliaria. El que crea que Mariano Rajoy va a solucionar la crisis en un abrir y cerrar de ojos, se equivoca. Ni Rajoy es el Cid Campeador ni en su partido, el PP, están todos libres de polvo y paja. La situación no es como para tirar cohetes, aunque hundirse en el pesimismo crónico es inútil, es un camino equivocado, porque de las crisis también se aprende. Una sociedad como la española puede salir reforzada si hace prueba de autocrítica y humildad y explora nuevos caminos económicos y sociales. La sociedad española ha demostrado en los últimos 50 años que es capaz de superar los problemas y renovarse. En fin, ya veremos…
En un contexto en que los más pesimistas sostienen que Europa se hunde, cabe preguntarse: ¿Qué pasa con Polonia? Polonia, que ha tenido la suerte de no entrar en recesión y de seguir creciendo cuando el resto de los países capitalistas desarrollados se estancaban, está en Babia. Según el diccionario, estar en Babia significa “hallarse distraído y embobado”. También se puede decir que Polonia está en el limbo o en las Batuecas. La Polonia oficial parece estar ausente de lo que ocurre en Europa y el mundo. El ministro polaco de Finanzas, Jacek Rostowski, reconoció que el país podría entrar en recesión en 2012, pero el gobernador del Banco Central polaco, Marek Belka, lo negó en el Wall Street Journal. Los dirigentes liberales, reforzados por la victoria electoral del pasado 9 de octubre, aseguran que el país va bien, muy bien, aunque no vaya tan estupendamente para millones de ciudadanos que apenas han mejorado su nivel de vida desde que Polonia ingresó en la UE, en 2004, y sufren muchísimo en su quehacer diaria. El discurso políticamente correcto de que “Polonia va bien” está dirigido a las clases medias y las clases medias altas, pero no a los sectores populares más empobrecidos, que, de todos modos, no votan y, si lo hacen, no apoyan a los liberales o la izquierda, sino a la derecha ultraconservadora. Es digno de elogio el cambio que ha experimentado Polonia en los últimos años, su rápido crecimiento económico y su consolidación democrática. Lo celebro y le deseo lo mejor a la sociedad polaca, que hace cuatro años me abrió sus puertas con cariño. Pero no puedo dejar de pensar que los gobernantes polacos se equivocan si creen de verdad que su país vive al margen de los vaivenes de este mundo. No puede ser, son demasiado inteligentes para pensar semejante majadería. Sin embargo, ese es el mensaje que transmiten a la población, y no sé si a los santos (e intocables, hoy por hoy) mercados voraces. Polonia está plenamente inmersa en el mundo convulso. “Mientras los líderes de la eurozona batallan para tratar de evitar que la crisis de la deuda griega se extienda a naciones de mayor peso, como Italia o España, con consecuencias imprevisibles, la economía de Polonia va viento en popa”, decía la emisora británica BBC el pasado 5 de noviembre. Su afirmación es cierta, pero no es la palabra de Dios, y teniendo en cuenta que la economía es una realidad cambiante, nadie puede asegurar a ciencia cierta que dentro de un año la economía polaca seguirá yendo viento en popa. ¿Quién hubiera vaticinado en 2005 o 2006 que España sufriría en 2008 una de las crisis económicas más profundas de su historia reciente? La cuestión no es sólo económica, sino también política y social. El pasado 11 de noviembre, las calles de Varsovia se convirtieron en escenario de violentos enfrentamientos entre policías y ultraderechistas, y a estos disturbios se apuntaron también los partidarios de la kale borroka de la extrema izquierda. “Los extremos se tocan”, tituló en un artículo sobre la cita extremista de Varsovia el semanario Newsweek Polska. Más de 200 personas, de las cuales la mitad al menos eran de nacionalidad alemana, fueron detenidas por la Policía. Hubo decenas de heridos, coches policiales y unidades móviles de televisión incendiados y mobiliario urbano destruido.
“¿Quién ha traído a Varsovia a los alborotadores alemanes?”, preguntó el diario conservador Rzeczpospolita. Si vamos a un terreno más positivo, cabe recordar que el nuevo Sejm (Parlamento) se constituyó hace unos días, y tomaron posesión de sus actas de diputados la militante transexual Anna Grodzka y el activista del movimiento homosexual polaco Robert Biedron. No está nada mal en un país que tiene fama de ser muy conservador. Volvamos a asuntos más tristes. El diario Gazeta Wyborcza informó en su edición del 16 de noviembre que las Juventudes Panpolacas y el Bloque Nacionalista-Radical (ONR), dos grupos de extrema derecha, tienen previsto formar un Movimiento Nacional para reunir en sus filas a todos los ultras de Polonia y luego transformarlo en un partido que dentro de cuatro años podría conseguir escaños en el Parlamento. He dado estos ejemplos para demostrar que lo que ocurre en Europa influye en Polonia. No existe ninguna excepción polaca a la crisis, la pobreza o el auge de los movimientos extremistas y violentos de derecha e izquierda. Empecinarse en pensar y decir lo contrario es, además de poco inteligente, una actitud irresponsable. Ni los polacos son tan diferentes de los españoles, ni los españoles se sitúan en las antípodas de los alemanes. Los mitos nacionalistas alimentan esas ficciones y convierten el derecho a la diferencia en dogma de fe. “Somos seres sociables, porque nos parecemos muchísimo unos a otros”, señala el pensador español Fernando Savater en su libro ‘Las preguntas de la vida’. La realidad nos demuestra que los seres humanos nos parecemos mucho en todas partes y tenemos problemas similares, y en Europa deberíamos estar todos en el mismo barco y remar en la misma dirección.