Pocas veces puede presumir un dicho de entrometerse en la realidad sin apelar a las ambigüedades. Recientemente me he topado con una leyenda que me ha hecho creer que lo de las "fashion victim" se puede aplicar más allá de las excentricidades de algunos locos por la moda. Este anglicismo es un término muy dado a la burla. He de admitir que alguna vez lo he aplicado reconociéndome demasiado ignorante en las materias de corte y confección como para entender ciertas apariencias estrambóticas.
Sin embargo, lo de ser unas "fashion victim" se nos revela hoy como una verdad bastante hiriente y nada jocosa, si aplicamos el dicho a muchas de las trabajadoras de las fábricas de los años 40. Cuenta la leyenda hollywodiense que en aquellos años dorados, las mujeres querían parecerse a una de las actrices pin-up más atractivas que ha dado la industria: Veronica Lake. Para las trabajadoras de las fábricas, sin duda, su industria era menos glamourosa y los tejemanejes de su labor no daban chance a la belleza.
Dicen que fueron muchas las que quisieron imitar el original peinado de la señorita Lago, es decir, Mrs. Lake. El hermoso cabello de Veronica descendía hacia sus hombros como un oleaje rubio y una de aquellas ondas doradas le tapaba de forma sibilina el ojo izquierdo. Aquel pelo revirado le confería una especie de parche natural que potenciaba su atractivo. Con tal derroche de creatividad y misticismo fueron muchas las jovencitas que quisieron velar su mirada con el flequillo. Claro que, para ellas, el trabajo en la fábrica se complicaba de forma alarmante. Tal fue el sabotaje laboral y los incidentes que el dichoso peinado causó en las fábricas que los empresarios se vieron abocados a legislar sobre moda: se prohibió lucir melenas que complicasen la visión, ya fuese del ojo izquierdo o del derecho (para las que querían ponerle un toque innovador). Los más tremendistas aseguran que el dichoso look causó algún fallecimiento. Desconozco la verdad de estos últimos sucesos. Lo que sí sé es que ellas fueron unas auténticas fashion victim, inmersas en el prefabricado universo hollywoodiense. Todavía me estremezco (no sé si de alegría o de tristeza) al pensar que hubo un tiempo en el que el cine era el Sol en torno al que giraba media Tierra. Una fábrica de anhelos, un espejo frente al que llorar y reír, frente al que cantar y bailar. Un lugar para soñar con el amor, con el primer beso, con la belleza. Un hermano mayor al que imitar, al que seguir, como perros tras una cometa.