Federer besa su cuarto trofeo en Australia -EFE.
La vida es un proceso irremediablemente burocrático. Dividida por etapas y estados de ánimo, casi siempre remite a papeleo y reclama paciencia: la inscripción en el registro civil, la matrícula del colegio, el instituto o la universidad, la búsqueda de trabajo y de pareja, abrir una cuenta de correo electrónico y hacerse una tarjeta de crédito, apuntarse a un curso de idiomas... Incluso los récords, las grandes marcas, son pura burocracia, pues dependen de los precedentes. A efectos estadísticos el mejor es quien tiene los registros más destacados. Así que aunque no hubiese discusiones al respecto a Roger Federer (Basilea, Suiza, 1981) se convirtió oficiosamente en el más grande la historia el curso pasado, cuando ganó por sexta vez Wimbledon, su torneo predilecto, en una final extraoridinaria contra Andy Roddick y en el que el quinto set duró 95 minutos y se resolvió en 30 juegos. Un triunfo que le permitió recuperar el número uno y superar los 14 Grand Slam de Pete Sampras, el más grande hasta entonces y presente en la grada. Bastante menos le costó, casi medio año después, ganar el Abierto de Australia ante un Andy Murray que desperdidició la posibilidad de ganar el tercer set con 2-5 a favor y sacando. Pero Federer, autoritario, rompió el servicio del británico y acabó llevándose la manga y su 16º grande en el tie break, en el que salvó tres pelotas de set. El tanteo, 6-3, 6-4 y 7-6 en dos horas y 41 minutos, noadmite dudas.
"Los ídolos te inspiran. Me encanta ser grande", cuenta el suizo, al que sólo le faltan un par de detalles en su impoluto palmarés: ganar un oro olímpico individual (aunque en Pekín lo logró en dobles con su amigo Stanislav Wawrinka) y la Copa Davis. Federer es el tenista que más ha ganado en premios y no tiene entrenador fijo desde que rompió con Tony Roche en mayo de 2007. También es el segundo tenista, tras André Agassi, que consigue ganar un Grand Slam tras haber sido padre. Federer, además, es el tenista más regular, pues ha estado presente en las últimas siete finales de Grand Slam,de lasque ha ganado cuatro y ha perdido tres. Dos ante el único rival que ha conseguido inquietarle en su reinado - Rafa Nadal o cuatro La última fue en el US Open ante Juan Martín Del Potro en septiembre. El único gran torneo en el que había coincidido en una final Murray y Federer: fue en 2008 y el suizo también ganó en tres sets y más facilidad (6-2, 7-5 y 6-2).
Los gestos de Murray
Federer acabó el 2009 perdiendo en semifinales de la Copa de Maestros contra Nikolay Davydenko, ante el que había perdido sus 12 encuentros precedentes, pero le superó sin problemas en los cuartos de Australia, antes de superar en algo menos de hora y media a Jo-Wilfred Tsonga, subcampeón en 2008. Federer ha empezado el 2010 con un gran triunfo en Melbourne ante Murray, que ya es número tres del mundo y forma parte del reducido grupo (formado por Novak Djokovic, Del Potro y Davydenko) capaces de discutir el dominio de la pareja Nadal-Federer. Apodado Murrycane, Murray es un jugador totalmente expresivo, de los que concentran sus emociones en la cara y concretamente en la boca. En sus gestos se resumieron sus escasas opciones durante el partido. El británico apretó los dientes en el séptimo juego del segundo set, sacando con 0-40 en contra. Murray acabaría salvando tres pelotas de set y se impuso en la manga. Ya en el segundo set no se contuvo: reclamó el aoyo de del público -que siempre fue con él; récord de asistencia de 2008: 653.860 visitantes durante el torneo-. Pero Federer no dejó espacio a las dudas y se apuntó el siguiente juego en blanco con dos aces y otros con el primer servicio y el resto fallido de Murray (5-3). El número uno, el hombre de los récords interminables, también solventaría la última manga, tras remontar un 2-5 y rehacerse en el tie break.
Federer tiene 61 torneos, entre ellos 16 'grandes' (seis Wimbledon, cinco US Open, cuatro Abiertos de Australia y un Roland Garros). "Lo que Federer hace sobre una pista es casi ping-pong. La gente sólo debería mirarle a él, a sus pies, a su movimiento y no a la pelota", le elogia Rod Laver, el último en ganar los cuatros grandes un mismo año (1969). "Su palmarés aún sería mejor si no fuese por Nadal", deja claro.