Fermín Chávez y su nueva propuesta historiográfica: una lectura de "Civilización y Barbarie"
Profesor de Historia (I.S.P. "Joaquín V. González")
Existe en el ámbito académico una problemática al momento de analizar el surgimiento y el desarrollo del revisionismo histórico en nuestro país. Su desenvolvimiento se confunde en muchos casos con el rosismo, con los distintos caracteres que adquiere el nacionalismo (sobre todo en base a su posición respecto al peronismo) y el desafío se encarece aún más cuando se emprende la labor historiográfica del revisionismo luego del triunfo de la autodenominada "Revolución Libertadora". Un movimiento o corriente que, al no desarrollarse dentro del marco institucional que ampara el Estado, su caracterización y rastreo de un "modo de producción" historiográfico típico del revisionismo adquiere una dificultad notoria donde numerosos estudiosos terminan encasillando a los autores de manera arbitraria, al mejor estilo Procusto, esto es, decididos a cercenar y obviar las partes que no encajan con el modelo ideal. Todo esto sumado a la visión prejuiciosa para nada inocente que en determinados casos se hacen presentes. En este sentido, la particularidad de Fermín Chávez es paradigmática: "neorrevisionista" a los ojos de Halperín pero con una diferenciación imprecisa con respecto al revisionismo "clásico", donde pareciera que simplemente respondiese a un mero corte cronológico; o tratado por Michael Goebel de manera despectiva como un "sacerdote (sic) peronista", autor que en un reciente trabajo sobre el nacionalismo argentino denomina a Fermín como algo que en su formación inicial pudo haber sido pero que los avatares de su propia historia lo llevaron a abandonar dicho futuro ambicionado por su familia; o retomando la conocida anécdota en la cual una famosa docente de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires impugnó su calidad de historiador para calificarlo de mero "folclorista" (como si no pudiera ser ambas cosas); hasta toparnos con el ambicioso trabajo de Omar Acha donde al momento de analizar a los historiadores del "peronismo de izquierda" encuentra cierta incomodidad para encuadrar a José María Rosa, Jauretche y a Fermín dentro de ella para, finalmente, mencionarlos brevemente bajo una confusa justificación. No obstante, este ensayo pretende recuperar la importancia cultural e historiográfica de la obra prima de Fermín Chavez titulada " Civilización y Barbarie. El liberalismo y el mayismo en la historia y en la cultura argentina " que constituye un parteaguas en relación a la temática y al estilo del revisionismo anterior a 1955, que significa a su vez no sólo una apertura al desarrollo historiográfico posterior de Chávez sino también un anticipo de la problemática cultural que tomará como eje el revisionismo "nacional y popular" y la denominada "izquierda nacional" en tiempos de proscripción del peronismo, de luchas por la liberación nacional y de reacción hacia el proyecto liberal autoritario que emerge luego de la caída de Juan Domingo Perón.
"Porque esto tiene otra llave"
Al momento de la edición de su primer obra (fines de 1956) de carácter histórico cultural en nuestro país se instituía un gobierno ilegítimo que había derrocado al gobierno democrático de Juan Domingo Perón en setiembre de 1955, y en junio de 1956, desbarataba de manera cruenta el levantamiento del General Valle mientras la proscripción daba persecución a toda manifestación que se relacione al gobierno depuesto: llamése "Perón", "Evita", "Justicialismo", etc el gobierno de facto, mediante el decreto-ley 4161 castigaba a cualquier peronista rebelde con la prisión.
La motivación de la publicación de "Civilización y barbarie" significa una reacción ante el discurso oficialista y el aval de los intelectuales que adhirieron a dicho régimen y los versos de José Hernández que se rescatan en nuestro subtítulo, sintetizan la intención de Fermín: reaccionando al método historiográfico "científico" y poniendo a debate nuevamente la vieja dicotomía sarmientina "civilización y barbarie" que atravesaba nuestra historia y en ella se legitimaba el orden "libertador" del régimen de turno, enmarcándose en la línea "Mayo-Caseros" que contrastaba a las dos tiranías: Juan Manuel de Rosas y Juan Domingo Perón. La tesis de su trabajo viene a instalar que el problema nacional es de índole cultural: desde que se instala un falso concepto de "civilización" con la Generación de 1837, se empezó a hablar de la "barbarie americana" en sentido negativo. De este modo, el problema político que vuelve a ponerse en escena es sólo un aspecto de algo mucho más profundo: un problema ontológico.
En la introducción citada el autor pone en evidencia la problemática que trasciende la historia fáctica y científica, y mediante el historicismo se dispone a desentrañar la civilización autóctona, condenada y proscripta por el unitarismo iluminista. En dicho proceso, Fermín no peca de anacronismo ya que en la problemática que pretende poner a la luz, trasciende al partido político: sean unitarios o antiperonistas, llámese Sarmiento o Borges, todos son instrumentos de un orden liberal que niega la historia vernácula de nuestra tierra. Quizás influenciado por su maestro Nimio de Anquín, Fermín adopta el historicismo y recupera el pensamiento de Herder y Vico para analizar la historia. La siguiente cita ilustra brevemente las herramientas de la que hará uso no sólo en este trabajo sino en los siguientes:
No es casualidad, entonces, que Fermín rescate las "voces populares" a través de cielitos, obras teatrales y publicaciones que reflejen la defensa de una civilización originaria que contradice los valores ideales exportados del iluminismo europeo. Si la historia liberal buscó hacer tabla rasa con el pasado "barbárico", el revisionismo histórico tiene el deber de poner en evidencia la historia popular, rastrear nuestro volkgeist. Una tarea pendiente que hacía urgente bajo los momentos en que los doctores unitarios regresaban a partir de la "Revolución Libertadora", aunque en lugar de llamarse "liberales" se harán llamar "mayistas" de la llamada línea Mayo-Caseros. Se pone en evidencia que nuevamente un sector con valores iluministas avanzaba por sobre los intereses y el sentir popular. Entonces, el problema iba más allá de sacar unos próceres del panteón para poner otros, la revisión requería una interpretación no sólo política del acontecimiento sino cultural, tomando ese eje, la historia se la tomaba desde su unicidad y en su particularidad con respecto a otros pueblos y en contraste a las ideas racionales. A modo de ejemplo, y muy ilustrativo, Fermín Chavez mencionaba cómo los mayistas conciben a la Revolución de Mayo como un triunfo del liberalismo:
"Para los escritores de Ascua la patria no es la Argentina sino el liberalismo europeo. Y también Mayo es el liberalismo racionalista. Con peligro de caer en un juego de palabras, debemos concluir que la Revolución de Mayo no es para los "mayistas" una Revolución argentina, sino una revolución liberal, y no de principios liberales sino de conclusiones (códigos, estatutos, leyes). De ahí que para ellos el libre cambio o en el en el laicismo por imitación, según las ocasiones. Y que se nieguen a reconocer en el movimiento emancipador una pluralidad de causas".
La postura que sostiene en su trabajo, desde su enfoque historicista, habilita una visión que era evitada por la historiografía liberal y también se diferenciaba de ese revisionismo de visión decadentista a los ojos de Halperín Donghi.
Con estas claves Fermín Chavez emprende una búsqueda cultural que ponga de manifiesto este espíritu del pueblo ocultado por la historiografía liberal y también desdeñado por sus colegas revisionistas, más focalizados en la experiencia de Rosas y los caudillos provinciales previos a Caseros. A diferencia de José María Rosa que postulaba como un cierre abrupto de la alternativa federal a partir de la caída de Rosas, Fermín se encargó de rescatar del olvido lo que, desde su niñez en Entre Ríos, recibió mediante la memoria colectiva la resistencia y el coraje de Ricardo López Jordán y varios federales que resistieron ante la avanzada liberal, unitaria y mitrista pergeñada desde Buenos Aires. Así, con "Civilización y barbarie" dará inicio a la reivindicación de la experiencia federal posterior a Caseros que dará forma en biografías de consulta insoslayable como las dedicadas a Ricardo López Jordán y José Hernández. También desarrollará el rescate de otros "malditos" y, como tales, olvidados para la historia mitrista: Alejo Peyret y Francisco Fernández, además de revisitar a otros pensadores destacando su visión historicista como son los casos de el Padre Castañeda y un brillante Juan Bautista Alberdi que, si bien éste último había sido una figura "incómoda" a los ojos de varios revisionistas, para Fermín Chávez era clave reivindicar el pensamiento del Alberdi de los primeros años y también del que partió al exilio enemistado con los ideólogos que se instalaban en el poder luego de Pavón.
Esta cita marca alguno de los tópicos que hará propia de ella la corriente historiográfica "Historia social y económica" de la que Halperín forma parte. En principio, no es casual que esta suerte de manifiesto historiográfico se publicara en la revista cuya característica era transmitir la cultura europeísta, difundiendo sus autores y novedades culturales. Precisamente, Halperín Donghi parte de un pedido de esa especie: la historiografía actual está obsoleta porque no atendemos las novedades historiográficas que se proponen desde Europa, precisamente desde Francia donde la escuela de Annales empezaba a sentar referencia y a renovar el campo cultural. Por otro lado, esa renovación cultural la ameritaba para poder educar en la democracia liberal a una sociedad que padeció un gobierno totalitario como lo fue, desde esa perspectiva, el de Juan Domingo Perón. Tomando como modelo, otra vez, la "desnazificación" en Alemania y la limpieza del orden fascista en Italia, era necesario hacerlo en Argentina luego de la experiencia que representaba un "fascismo criollo", como sostenía José Luis Romero. En ese sentido, una especialización historiográfica atenta a su necesaria modernización eliminaría todos los vicios de germen nacionalista en la que estaba inmerso el revisionismo y, también la Nueva Escuela, cuya tarea inicial en los inicios del siglo XX era el de nacionalizar a las masas desde la óptica republicana y liberal. En síntesis, Halperín pedía una renovación historiográfica desde lo metodológico pero sin la necesidad de "revisar" la historia que diera forma Bartolomé Mitre y que sostuviera desde la Academia. Fermín Chávez propondrá desde el revisionismo también una renovación, que sea la resistencia a esas nuevas propuestas metodológicas que buscaban, desde el iluminismo, marginar los problemas de fondo políticos, sociales y culturales. La renovación de Fermín es sobre todo en el marco de reinterpretar la historia desde el historicismo, centrándose en el problema de raíz que volvía a hacerse presente de manera violenta luego de 1955: civilización y barbarie.
El problema de raíz que menciona Fermín Chávez constituye la problemática principal por la cual se realizará una diferenciación importante entre el academicismo y la historiografía del revisionismo pos '55 en conjunto con los historiadores que conformaron la izquierda nacional. En esos nuevos tiempos, ser marxista no constituye un impedimento para la colaboración y el intercambio de ideas mientras la finalidad sea contribuir a poner en evidencia la problemática en boga: o la cultura sirve como elemento colonizador o bien contribuye a la liberación.
Influencias y menciones bibliográficas
Otras de las particularidades que se harán evidente en la labor de Fermín está vinculado con la amplitud de referencias bibliográficas de autores de diferentes posicionamientos ideológicos que convergen en un nacionalismo popular o, al menos, Fermín los recupera en tal sentido. Para confrontar al iluminismo que representaban los productores de un paradigma liberal, Chávez recuperaba distintos pensadores para darle sustento a su enfoque historicista.
Discípulo y amigo de Fermín, manteniendo una correspondencia asidua cuando tuvo que exiliarse luego de la caída de Perón, José María Rosa es una de las referencias más destacadas en "Civilización y barbarie" dentro de los autores pertenecientes al revisionismo histórico. Rosa aún no era el popular historiador que alcanzaría su consagración en los sesenta, si bien en las filas del revisionismo ya era destacado a partir de su protagonismo en la fundación del primer Instituto vinculado a esa corriente (Instituto de Estudios Federalistas en Santa Fe, 1938) luego formando parte del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, alcanzando mayor protagonismo, siendo uno de los profesores "flor de ceibo" que habían alcanzado cargos en las universidades públicas durante el peronismo y por el cual fuera separado una vez que se consumara el golpe de Estado. Había publicado por entonces algunos trabajos destacados como "Defensa y pérdida de nuestra independencia económica" y "Nos, los representantes del pueblo" entre sus trabajos más acabados, aunque merece destacar en este caso su primer trabajo, más sociológico que histórico, "Interpretación religiosa de la historia". Nos interesa de este último recuperar un concepto que luego sembrará polémica por parte de algunos detractores de José María Rosa que es la idea de una "aristocracia" que retomando la idea aristotélica poseía la "virtud" política que les posibilitaba interpretar el sentir popular: es decir la relación "pueblo y caudillo". Rosa en su trabajo "Interpretación religiosa de la historia" de 1936, inicia un análisis desde la sociología criticando las tesis de Le Bon que encontraba en la "sugestión" que causaban ciertos individuos la causa del "estado de multitud", anomia que posibilitaba con el "contagio" el vehículo de transmisión hombre en hombre generando la sugestión. Por el contrario, José María Rosa nos dice que " no es ante un ser de carne y hueso, no es ante el sugestionador de multitudes que los hombres integrantes de la masa deponen sus personalidades: puede no existir ese sugestionador, y aun en el caso de que existiera, este mismo ha renunciado también a su propio yo, identificándose totalmente con la multitud que en apariencia conduce. (...) No es que un individuo se posesiones de la masa: es que la masa se posesiona del individuo. En los conductores de pueblos debe verse a hombres identificados con su pueblo, antes que a pueblos identificados con su jefe. Así Quiroga y Rosas fueron en nuestra historia la "realidad argentina", la vida misma de la pampa oponiéndose al europeísmo artificial de Buenos Aires. De allí que fueran en realidad, "conductores de hombres", en un grado que no poseyeron ni podían poseerlo, los "progresistas" que formaron el "unitarismo".
Desde el enfoque de Rosa, los caudillos son entendidos como intérpretes del volkgeist ante la falta de realidad del unitarismo, que pretendían imponer ideas que eran mero "artificio" para nuestra sociedad y cultura. Esta concepción historicista es destacada por Fermín al realizar las diversas semblanzas de protagonistas "olvidados" por la "historia oficial". En este sentido, es ilustrativa la crítica que dedicara Fermín al trabajo de Ezequiel Martínez Estrada "Muerte y transfiguración del Martín Fierro", cuyo autor más preocupado en explicar el "Martín Fierro" desde la vida privada de José Hernandez, "con la ayuda de Freud y Kafka, lo que en realidad se explica sencilla llanamente por el régimen mitrista que impera en la Argentina entre 1865 y 1870, que ha de continuar Sarmiento con leves variantes materiales", acusando a su vez que "(Martínez Estrada) elude constantemente la historia real de nuestra sociedad en el período mencionado y alude permanentemente a los personajes más prestigiosos de la literatura universal" mientras que Fermín recupera a personalidades como José Hernández no desde la individualidad y su excepcionalidad, sino desde la muestra de un exponente, un intérprete de la cultura popular, de la "barbarie americana".
En el trabajo central que le da el título al libro, Fermín marca la diferencia entre los que pretenden ser interpretes del sentir criollo cuando en realidad " resultan así vehículos (conscientes o inconscientes) de denigración de lo original en provecho de lo espúreo, sea este último londinense o parisino, como ayer, en tiempos de la "civilización de la levita" dando como ejemplos los casos de Ezequiel Martínez Estrada, José Luis Romero, Barreiro y Jorge Luis Borges. La selección no es arbitraria y estos nombres también serán objetos de análisis que dan muestras de la colonización cultural por parte de autores que también se focalizarán en el problema de la cultura popular como motor de la liberación nacional: Arturo Jauretche (proveniente del forjismo, adherente al peronismo luego de 1945) publicará "Los profetas del odio" en 1957 como también, en ese mismo año, hará lo suyo Hernández Arregui con su obra "Imperialismo y cultura", uno de los libros que reflejará el posicionamiento de lo que será denominada la "Izquierda nacional" en la Argentina de los sesenta. Además, la mención de Martínez Estrada, Romero y Borges implica la mención de diversas ramas en donde la intelectualidad se hace cargo de imponerse ideológicamente: desde la filosofía y el ensayo, la historia y la historiografía, la literatura...que no hace más que poner en evidencia un proyecto ideológico que borre cualquier continuidad que tenga raíz en el peronismo con su democracia de masas.
"Al nombrar al peronismo hemos dado la clave política que nos explica claramente el proceso popular que estamos viviendo, y las exigencias espirituales del pueblo mismo en actitud revolucionaria".
La larga cita era necesaria porque en ella Fermín explicitaba esa diferencia en la relación que hasta hacía poco parecía antagónica entre nacionalismo y marxismo. En realidad esa convergencia que se tenía que dar en un nuevo marco político y cultural adverso está influenciado por un autor nacionalista de origen francés, muy poco observado por los nacionalistas locales: Thierry Maulnier quien, en un ensayo de 1938 titulado "Más allá del nacionalismo" instaba a que los marxistas debían acercarse a la idea de nación, en vez de perderse en la dialéctica del burgués-proletario, e involucrarse en la problemática social concreta y, a su vez, pedía que el nacionalismo deje ser "burgués" para, en efecto, acercarse al pueblo y convertirse en voceros de su padecer ante la opresión económica. Esa unidad de concepción que transmite Fermín Chávez significaba un verdadero antecedente que se empieza a explicitar en "Civilización y barbarie". Otro ejemplo elocuente es cuando el autor destaca en más de un apartado a un marxista y nacionalista, proveniente del trostkismo, que alcanzaría también popularidad convirtiéndose en uno de los principales referentes de la llamada izquierda nacional: Jorge Abelardo Ramos. Para hacer evidente el cambio en la relación entre nacionalismo y marxismo, dando más validez aún a la afirmación de Chávez realizada en párrafos anteriores, vale citar esta opinión de José María Rosa en 1951 luego de reseñar "América latina: un país" de Jorge Abelardo Ramos:
Esos reparos que hacía evidente Rosa y que compartía la mayoría del nacionalismo, luego del '55 la realidad hará de los posicionamientos una multiplicidad que desembocará en diversas corrientes como la "Izquierda nacional" o en un revisionismo "nacional y popular" del que formarían parte Fermín Chávez y José María Rosa, donde ambos mantendrán una relación estrecha con intelectuales adherentes al marxismo ideológicamente mas peronistas a nivel político. Fermín rescata la finalidad, el mensaje ideológico que transmite Ramos (más allá de lo metodológico) cuya finalidad de fondo sigue siendo la misma que la de él: la liberación parte luego de contribuir el engranaje mitrista que dio forma a la historia liberal y sigue siendo el motor de formación colonizador y antinacional. Desentrañar el objetivo (que de hecho está explicito) de Fermín Chávez ayuda a su vez a brindar un panorama de la heterogeneidad política y cultural que transcurría en país durante los tiempos de la "resistencia peronista" y que se profundizará en los sesenta. En ese sentido, aceptar la afirmación de Devoto donde dice que era recurrente la polémica que tenía Fermín contra el marxismo, alejaría el problema de fondo y relativizaría la ardiente polémica que se generaba por entonces en las distintas corrientes del marxismo (no solamente en el país). Mencionar que Chávez difícilmente tratara de iniciar una "apertura ideológica" sino que solamente "percibe" los cambios en el clima ideológico en la Argentina y, por eso, admite determinados pensadores adherentes al marxismo no es más que una especulación que intuye una supuesta manipulación oportunista que, siguiendo detenidamente el pensamiento de Fermín, es falsa. La amplitud del intercambio en el campo cultural a partir de 1955 y profundizado en los sesenta, es sumamente complejo, donde según Oscar Terán el revisionismo y el sentimiento antiliberal alcanzaría a conformarse como "sentido común". Para dar muestras de la relación entre nacionalismo y marxismos, basta abordar el ejemplo del nacionalista católico Leonardo Castellani y el intercambio fraternal que mantendrá durante los sesenta e incluso en tiempos del Proceso con distintos referentes de la izquierda.
Un revisionismo nacional y popular.
Otro de los elementos a destacar de "Civilización y barbarie" es el recorte temporal por el cual Fermín Chávez recupera a diferencia del revisionismo clásico. Como bien menciona Devoto, Fermín reivindica al federalismo pos Caseros, no condena a Rosas pero sí hay un enfoque antiporteño y una reivindicación de la lucha federal. Caseros es el triunfo del proyecto liberal y la derrota federal en Pavón es la continuidad de la persecución a toda expresión federal y popular. En ese sentido, el escenario nacional a partir de 1955 muestra demasiadas coincidencias que el propio régimen hace evidente y por el cual una nueva lectura histórica que desentrañe ese dilema sarmientino "civilización y barbarie" la hacía necesaria, dando su combate en el campo cultural. Si para él las crisis argentinas se manifiestan primero de manera ontológica, y por el cual, rastrear culturalmente el problema de raíz es primordial para dar cuenta de nuestro "ser nacional", el rol del intelectual es de suma importancia para la recuperación, interpretación, formulación y divulgación de dicha problemática. En ese sentido, Chávez en "Civilización y barbarie" nos brinda también una muestra del rol del intelectual a través de Alberdi, Taborda y Francisco Fernández entre otros. De alguna forma, su comportamiento en el campo cultural nos dará muestras que la recuperación biográfica de dichas personalidades representan también un ejemplo moral de compromiso intelectual. En un contexto donde el clima de ideas ponía en evidencia con cada vez mayor fuerza el "compromiso del escritor" que haría mención Jean Paul Sartre a partir de mediados de los cuarenta, Fermín Chávez desde una perspectiva romántica e historicista haría lo suyo y de hecho, desde las formas hasta el problema de fondo podemos encontrar puntos en común entre el existencialismo que pretendía sentar raíces en el pensamiento ontológico de Heidegger y la representación espiritual y ontológica que transmite Fermín Chávez en su ardua búsqueda que iniciará a partir de "Civilización y barbarie" inspirada en el romanticismo alemán. La prolija investigación dedicada a la figura de Francisco F. Fernández representa además un modelo de intelectual comprometido que se podría comparar con el propio desempeño político y cultural que emprendiera Fermín desde sus jóvenes inicios en las peñas de Eva Perón durante los tempranos años peronistas, hasta su labor infatigable luego de 1955, donde realiza no sólo una labor historiográfica sino también desde el ensayo, el periodismo y desde las artes populares como pueden ser el folclore y la poesía. "Don Francisco Fernández vivió los dos signos de la formula dialéctica de nuestra Argentina: el signo de la patria americana suplantada por el signo de la patria liberal" Fermín Chávez así también parecía vivir tiempos de encrucijada en los cuales la expresión popular que representaba la experiencia peronista se pretendía suplantar por el liberalismo.
Los años que dan fin a la década del cincuenta constituyen la búsqueda del "ser nacional" y así como desde distintas vertientes buscarían la resolver la incógnita política que vivía la Argentina en clave cultural, Fermín Chávez haría lo suyo desde una originalidad que dará luz a un proyecto social que acompañaría la defensa de la causa popular en clave revisionista. "Civilización y barbarie" es una de las trincheras de resistencia de la cultura popular ante el avance liberal que traía consigo la Revolución Libertadora y también el inicio de una búsqueda que resolviera la falsa dicotomía que dominaba la superestructura cultural de entonces.