Revista Cine
Para Jesús Ramón Ibarra
En una escena clave de Poesía (Shi, Corea del Sur, 2010), quinto largometraje del desconocido en México Lee Chang-dong -o Chang-dong Lee, si escribimos su nombre al estilo occidental-, la anciana señora Mija Yang (Jeong-hie Yun), asiste a su primera clase de poesía en la que un amable y entusiasta maestro les pide que empiecen a ver de verdad todo los que los rodea: un árbol, que se mueve con el viento, los platos sucios en el lavabo, una simple manzana... La tarea para la señora Yang, la tarea para nosotros también es una: aprender a ver. La señora Yang tiene 66 años, vive de una pensión que le da el Estado y cría a su nieto bueno-pa'-nada Wook (Da-wit Lee), pues la hija de Yang y madre de Wook trabaja en Busan. La siempre alegre Mija completa el gasto, además, como criada/enfermera del anciano señor Kang (Hira Kim), quien ha sufrido de una apoplejía y no puede valerse por sí mismo. La rutina de Yang se rompe cuando, después de una visita al médico por un simple dolor muscular, el doctor le dice a Mija que puede estar sufriendo de algo más grave: pues la mujer empieza a olvidar las palabras y el significado de las mismas. Asíu, pues, durante los primeros minutos de la cinta entendemos cómo vive, qué hace y cuál es el papel que le toca jugar a Mija -y a muchas mujeres como ella- en la sociedad sudcoreana contemporánea. El giro central de la trama ocurre hacia la media hora de la película, cuando la abuela Yang se entera de una atrocidad cometida por seis muchachos -entre ellos su inexpresivo nieto- que provocó el suicidio de una jovencita, cuyo cadáver es visto flotando en la primera escena del filme. A partir de este momento, seguiremos a Mija en sus esfuerzos por lidiar con todo esto: entender quién es ese muchacho que vive con ella, responsable de tal horrendo crimen; afrontar la inexorable pérdida de su identidad, en la medida que el Alzheimer avance; y luchar por escribir aunque sea un poema, aunque sea una líneas, por lo que tendrá que luchar por ver por vez primera como se debe ver el mundo: con un constante, perpetuo asombro.Aunque la trama podría indicar un melodrama tradicional -un woman's film a la coreana, con todo y sacrificada abuelita sufriente-, Lee se muestra, por lo menos aquí -pues no conozco su obra anterior-, como un cineasta oblicuo, casi delicado. Los elementos de la fórmula melodramática están ahí, frente a nosotros -la falta de dinero, la enfermedad incurable, el silencio autoimpuesto, el nieto desagradecido-, pero Lee no los subraya nunca. Ni siquiera en cierta escena de badminton, que resultará tan importante para la trama: las cosas pasan y ya. Filmada con parsimonia -una veintena de toma de uno a dos minutos de duración, con cámara fija y/o móvil-, Poesía es un extraño pero absorbente filme sobre cómo escribir poesía que, en realidad, es sobre cómo vivir, cómo ver, cómo sentir... Ya tengo una tarea autoimpuesta: buscar el cine anterior de Lee. En una de esas, me he estado perdiendo la obra de un cineasta mayor del cine sudocoreano del nuevo siglo.
Poesía se exhibe hoy miércoles a las 10 horas en la Sala Miguel Coverrubias del Centro Cultural Universitario.