Revista Cine
El FICUNAM ofrece en su programación de cada año retrospectivas claves de cineasta completamente desconocidos o, en el mejor de los casos, muy poco reconocidos en México. Solamente por eso vale la pena darse la vuelta por sus sedes. En esta ocasión, las retrospectivas han sido dedicadas al artista visual y cineasta germano Harun Farocki, al octogenario cineasta georgiano Otar Iosseliani, el desconocido por mí cineasta argentino Gustavo Fontán y el ascendente Alain Guiraudie, cuyo cuarto largometraje El Extraño del Lago (L'inconnu du Lac, Francia, 2013), fue nombrada por la revista Cahiers du Cinéma como la mejor película del año pasado. Hasta donde entiendo, El Extraño del Lago tendrá corrida comercial en México pero no estaría nada mal adelantarse a ella -que, por necesidad, seguramente será muy limitada- y, de pasada, revisar el resto de sus películas programadas en el festival.El Extraño del Lago es un thriller erótico ubicado alrededor de un lago en algún lugar de Francia. Un joven gay, Franck (Pierre Delandnchamps), llega al lago en cuestión, lugar de fugaces encuentros homosexuales, y hace migas con el solitario Henri (formidable Patrick D'Assumcao), un maduro y obeso tipo recién divorciado y, por lo que se entiende, recién salido del clóset. No pasa nada entre Franck y Henri, en parte porque el propio Henrie no parece muy dispuesto al sexo, en parte porque Franck le ha echado los ojos a Michel (Christophe Paou), un tipo "de gran cuerpo", bronceado y con un mostacho a la Tom Selleck. Cierta vez que se queda muy noche pajareando en el lugar, Franck descubre que su deseado Michel es un asesino, pues ve cómo ahoga a uno de sus amantes. Sin embargo, la certeza de que su amante esquivo es un criminal, no detiene el deseo de Franck. De alguna manera, lo extiende, lo sublima.Guiraudie dirige con eficacia este thriller erótico -que nos remite a otros similares, aunque heterosexuales, como el insuperable El Carnicero (Chabrol, 1970) y el más reciente En Carne Viva(Campion, 2003)- cuya única auténtica novedad es ubicar su previsible historia en el ambiente de una desenfrenada y despreocupada sexualidad gay en la que a nadie le importa realmente que haya un asesino suelto, siempre y cuando se pueda coger libremente a quien se deje.Por supuesto, no hay en ello una visión acusadora moralista ni nada que se le parezca de parte de Guiraudie, pues en este mundo retratado por el cineasta importa más el goce en este instante del sexo que la posibilidad futura de terminar asesinado o contagiado de SIDA, pues casi nadie le da demasiada importancia a eso de llevar condón. El director no es nada tímido en su descripción de la sexualidad gay: felaciones en primer plano, el infaltable money-shot y hasta coitos perfectamente encuadrados que parecen -si es que no son- la mera verdad. Lástima que más allá de esta crónica idiosincrática de la sexualidad gay, el thriller me resultó tan previsible. Esto, por cierto, no le ha molestado a muchos de mis colegas que consideran a El Extraño del Lago una obra mayor. Ese, de hecho, es el consenso. Usted véala y luego me dice.