Revista Arte
Las hojas de mi memoria juegan añorando tu mirada y engañando al aura de tu presencia para que no abandone a mis más íntimos anhelos y, sin llegar a saberlo, las dos son testigos de un poder infinito y milenario. Mi esperanza navega entre tus recuerdos, y te busca sin desaliento en calles desiertas y en portales que me dicen que un día estuviste allí, con tu pañuelo anudado al cuello y tu camisa blanca desabrochada, jugando a adivinar de qué estaba hecha tu alma. Fuimos amantes sin palabras, fantasmas errantes en busca de un deseo y aventureros que soñaban con alimentar un cómplice secreto, mientras distraídos corríamos desafiando a nuestra buena suerte imitando a los gladiadores al final de la batalla. Hasta que un día nuestros destinos se desquebrajaron y, desde entonces, imploro tu presencia a los dioses, y les pido auxilio y sosiego para un hombre que no comprende por qué todo se desvaneció de pronto, y la fiesta dejó de ser fiesta, y tú ya no estabas a mi lado.Microrrelato de Ángel Silvelo Gabriel