Revista Cine
suicidio:
m. Privación voluntaria de la vida.
Conducta peligrosa o dañina para quien la realiza.
En el mundo se suicidan cada día 2.700 personas y lo intentan otras 54.000, según estadísticas de la Organización Mundial de la Salud.
En España se suicidan cada día 9 personas.
Se suicidan tres veces más los hombres que las mujeres, aunque estas lo intentan tres veces más que los hombres.
De cada 1000 suicidios, 500 son por ahorcamiento.
Son datos estremecedoramente reales que deberían hacernos reflexionar sobre varias cuestiones. Demasiadas tal vez. ¿Por qué se suicida una persona?, ¿Qué le lleva a cometer semejante acto?. ¿Es que sufre tanto que prefiere morir a seguir viviendo lo que está viviendo?.
A lo largo de la historia del ser humano, el suicidio ha estado siempre presente, aunque dependiendo de la época y la región, se ha tratado de muy distintas maneras. Por ejemplo, en determinados poblados de la antigüedad, se consideraba razonable y legítimo que una persona se suicidase si se encontraba enfermo de gravedad mortal o era ya demasiado viejo para llevar una vida digna. También se aceptaba si moría el jefe del clan o, en el caso de la mujer, si el que fallecía era su esposo.
Para otros, como los pueblos germanos, el suicidio no era sino una manera digna de evitar una muerte vergonzosa; o, en el caso de la cultura oriental, China por ejemplo, se llevaba a cabo como muestra de lealtad y honor.
Tanto en Grecia como en Roma, el sucidio estaba también socialmente aceptado (el buen morir, como se conocía) siempre y cuando no tuviese motivaciones irracionales (recordemos si no la muerte por decreto de Sócrates, que fue un suicidio asistido por el Senado).
Por contra, no sólo los pueblos cristianos consideraban de una maldad absoluta el acto de suicidio, sino que ciertas tribus africanas lo achacaban a la brujería e intentaban a toda costa evitar el contacto físico con el cuerpo del difunto, quemando enseguida tanto su cuerpo, como la casa del fallecido y, en caso de que la muerte se debiera a un ahorcamiento, el árbol del que se había colgado.
Es a partir de la Edad Media, con el apogeo de la religión como fuerza institucional y política, cuando el suicidio es penado por las leyes religiosas; sanciones religiosas que, en el período del romanticismo no sirvió para nada, ya que la proliferación de suicidios fue tal que se le conocía como "el mal del siglo".
Hoy día, como hemos visto al comienzo, es una gran lacra que continúa con nosotros (Suecia, Japón, Estados Unidos tienen los índices más altos) y una gran razón (que no justifico y obviando problemas sicológicos y patológicos) es el estilo de vida actual, de ritmo acelerado, presión constante, frustraciones contínuas y consumismo aberrante.
En el caso de la corrosiva, fría, escalofriante, amarga y aterradora película que nos ocupa, "Fin", dirigida por Luis Sampieri y editada por Cameo, y por medio de la vida, durante 12 horas, de tres jóvenes que se conocen por medio de internet, el director se(/nos) plantea los problemas de la incomunicación en la adolescencia, el aislamiento social de una generación permanentemente enfadada con el mundo, que no tiene motivaciones claras, que se encuentran atrapados en una sociedad que no terminan de entender y que no sabe empatizar con sus semejantes si no es a través de de algo tan intangible, gris y falsario como las redes sociales.
No es un tema nuevo el que nos propone Sampieri para su segunda película (la primera de una supuesta trilogía), que es un tema este, el de la adolescencia y sus circunstancias en su peregrinar en busca de sí mismos, tratado en incontables producciones: Godard, Rohmer, Truffaut... pero sí lo es la voz con la que nos la presenta. Casi sin diálogo, de hermosa y triste melancolía y austera puesta en escena, la película se erige como una radical pieza sobre la falta de identidad propia, que incomodará a algunos, pero que hará las delicias para los que, como yo, disfrutan de ciertas rarezas y gustan de encontrar pequeñas joyas que pasan desapercibidas para el mass media.
Estar vivo. Estar muerto.
Para algunos es algo banal tanto lo uno como lo otro.
Para algunos, tristemente, cualquiera de las dos elecciones tienen el mismo valor.
Para algunos, ya no hay posibilidad del mañana.
Para algunos, sólo existe el Fin.