Que el río Manzanares a su paso por el casco urbano de Madrid está cuajado de aves marinas, como la gaviota, no es novedad. Hace años que vinieron a instalarse en el "aprendiz de río", como lo denominó Quevedo, y es usual ver a estas aves sobrevolando la ciudad en bandadas, alineadas descansando en las barandillas de los puentes del río o rebuscado entre el cieno para llevarse algo al pico.
Pero lo que no había visto nunca en pleno centro de Madrid es una garceta (o garza o garcilla, que soy profano en la cosa ornitológica). Probablemente los ornitólogos de la capital las tengan registradas también dede hace tiempo, pero jamás había visto ninguna y la que vi hoy, en el tramo del río junto al estadio Vicente Calderón, estaba sola entre cientos de gaviotas.
Salí esta mañana para tomar unas fotos del puente de Toledo para ilustrar un post que quiero escribir aquí sobre el destrozo (el ayuntamiento lo llama rehabilitación o reforma) en la glorieta de Marqués de Vadillo, y la vi revoloteando. Finalmente se posó en el lecho del río, que ni con las fuertes lluvias (está represado) deja de parecer un regato para el riego de huertas urbanas. Y allí se mantuvo un buen rato, con el agua apenas alcanzándole sus rodillas pajareras, inmóvil como una esfinge egipcia, que no cuesta nada imaginarla en el Nilo, rebuscando sapos entre el fango y no en este prosaico Madrid, a escaso cinco metros por encima de la soterrada M-30.
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