Vaya por delante, antes de que alguien se lleve las manos a la cabeza, que estoy muy, pero que muy lejos, de tener la más repajolera idea acerca del post-punk japonés de los ochenta. Más aún, mucho me temo que mis únicos acercamientos a la música nipona vienen todos del mismo lado: ese clubpop de los 90 (Pizzicato Five y Fantastic Plastic Machine, esencialmente) que imprimía el ritmo endiablado de un corto de Tex Avery a deliciosas melodías de inspiración retro. Como afirmaba el título de uno de los discos más celebrados del género, el “Future Listening” de Towa Tei: sonidos del pasado rescatados para ser propulsados hacia un futuro utópico y terriblemente esteticista, ante el cual solo cabían el optimismo y/o el baile.
Lo anterior se aplica en su plenitud al caso de Plastics: estoy convencido de que jamás hubiera oído hablar de ellos, si no llega a ser por la versión de “Good” que el supergrupo de Maki Nomiya y Yasuharu Konishi (sí, estoy refiriéndome otra vez a Pizzicato Five: ya avisé que andaba escasito de recursos en el tema) incluyó en su flamante “The Sound Of Music“, una recopilación aparecida en 1995 para el mercado estadounidense (publicaba Matador Records) del muy abundante material salido de las manos del dúo. En fin, que me despisto: en los créditos de aquellas dieciséis canciones -quince si tenemos en cuenta que la primera no dejaba de ser una intro de apenas unos segundos- se recogía la autoría de unos tales Chica y Hajime al respecto de uno de los mejores temas del disco. Bueno, pues resulta que estos no eran otros que Hajime Tachibana y Chica Sato, guitarrista y vocalista, respectivamente, de un grupo nuevaolero del Japón de los primeros ochenta llamado Plastics. Dicho lo cual, yo creo que podemos dar la introducción por terminada, y meternos en faena ¿no?.
A ver, veamos quiénes eran estos Plastics, sin artículo, aunque al final muy a menudo se refirieran a ellos como The Plastics: los mencionados Chica Sato y Hajime Tachibana, más la aportación de Toshio Nakanishi (coros, guitarra y percusión), Masahide Sakuma (teclados) y Takemi Shima (caja de ritmos). Memorizad sus nombres, que volveremos a hablar de ellos. No, hombre, no: es broma, no hace falta que os quedéis más que con el dato de que se convirtieron en algo así como los B-52’s del lejano oriente, alcanzando incluso una cierta repercusión entre el público occidental. (Tanto es así, que David Byrne tuvo mucho que ver en la presentación del quinteto en el mercado norteamericano, y los mismísimos DEVO los acabarían reconociendo como una de sus mayores influencias). La comparación con el grupo de Athens está plenamente justificada por el muy colorista sonido nuevaolero que practicaban, la referencia al quinteto de pirados del buzo amarillo y el sombrero absurdo viene del lado del espíritu DIY, los arreglos extraños y la implacable sátira social. El caso es que, al final, el paso del tiempo y la cuidadísima ( y singular) imagen que cultivaban hicieron mucho más por ellos que la mejor campaña publicitaria, y hoy en día se les considera todo unos pioneros en aquello del pop irreverente y dislocado, con un ojo puesto en el legado punk que habían heredado, y el otro en la revolución synth-pop que se avecinaba: tan excéntricos y tan avanzados que, caracoles, en cierto modo continúan siendo vigentes, casi 40 años después.
En su historial figuran tres álbumes oficiales, a los que aún habría que sumar una ingente cantidad de ediciones extrañas para el público norteamericano (casi habría que decir neoyorquino, una escena especialmente receptiva entonces para con las músicas que habrían de cambiar el curso de la historia) y unos cuantos álbumes de homenaje. “Good” pertenecía al segundo de esos discos, un “Origato Plastico” en la que los excitados patrones rítmicos se combinaban con un tono más oscuro que el del álbum predecesor, y la sátira se disparaba hasta el límite de lo que hoy en día consideraríamos aceptable. (En “Diamond Head” cargaban contra la pose engolada de las vanguardias artísticas, mientras que en “Card” -su particular visión del valor que en occidente se daba a las tarjetas de crédito- directamente recitaban versos del calibre de “You got to get your card into her cunt”).
Pues bien, “Good” es una bomba de vitaminas e irreverencia, una de esas canciones que, vistas con perspectiva, sólo nos parecen posibles en el contexto de la época en que fueron creadas. Es adhesiva como sólo puede serlo una tontería, pero hay que tomársela muy en serio. En cierto modo, en este tema me recuerdan (juro que no se trata de un chistecito tonto y de ojos rasgados) a “El Hombre Salvaje” de Las Chinas, esa banda española de los ochenta no lo suficientemente recordada, de quien los japoneses podrían pasar por parientes exóticos. Debería bastar para llamar la atención sobre un grupo que tuvo una gran influencia en muchos artistas que valoramos, quizás demasiado restringida a un círculo muy reducido. Talking Heads, B-52’s, Devo, o Pizzicato Five los adoraban. Stereo Total también. Quizá nosotros deberíamos empezar a hacer lo mismo.
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