Revista Cine

Gorrión Rojo

Publicado el 08 marzo 2018 por Pablito

Gorrión Rojo (Francis Lawrence, 2018) es una de esas películas en la que es imposible saber lo que nos vamos a encontrar tras ver su tráiler. Quienes crean que con ella resurge el thriller erótico de los años 90 se sentirán defraudados; lo mismo les ocurrirá a los que esperen una cinta de acción explosiva con protagonista femenina al más puro estilo de Atómica (David Leitch, 2017). Lo cierto es que Gorrión Rojo es una película imposible de definir, empecinada -y esto es lo mejor que se puede decir de ella- en sorprender constantemente al espectador. La película se las ingenia de mil formas diferentes para mantener al espectador con la boca abierta durante todo el partido, el cual alcanza la friolera de 140 minutos. Si tuviésemos que encuadrarla en un género la adscribiríamos al de espías, aunque este trabajo, que supone la cuarta colaboración entre el director y su musa Jennifer Lawrence -tras las tres últimas partes de Los juegos del hambre– es un film de espías diferente, alejado de todo lo que hayamos podido ver hasta ahora. Si existe una palabra para calificar la película sería, sin duda, la de “arriesgada”; Gorrión Rojo encara tantas piruetas, sortea tantos riesgos y se mete en tantos berenjenales -saliendo victoriosa de todos ellos- que, más que atrevida, se podría considerar una cinta suicida. Los que esperen ver algo diferente, pues, no se la pueden perder.

Gorrión Rojo

Pero, ¿de qué va Gorrión Rojo? El núcleo del argumento lo constituye las vicisitudes de Dominika (Jennifer Lawrence), una joven que ha dejado aparcada su carrera de bailarina tras sufrir una lesión en pleno escenario, en los servicios secretos rusos. De gran belleza y atractivo, la mujer se verá obligada a usar su cuerpo como arma para obtener información, lo que la llevará a adentrarse en una espiral de sangre, traiciones y violencia. Aunque haya quien se escandalice en los tiempos que vivimos porque una película muestre con tanta naturalidad desnudos y ofrezca un tratamiento de la violencia tan explícito y directo, lo cierto es que aquí todas las escenas están justificadas. A pesar de que tenga mucho de eso que algunos llaman “placer culpable”, lo cierto es que todas y cada una de sus imágenes, al igual que todas y cada una de las líneas de su guión, tienen un significado, un por qué. Y, entre todas, conforman las diferentes lecturas que podemos extraer de un film con más enjundia y calado del que parece a simple vista. Gorrión Rojo demuestra que al cine de espías aún le quedaban zonas inéditas por recorrer; esta obra se sitúa en un sitio donde hasta ahora no se había situado nadie: en un punto intermedio entre la profundidad de las novelas de Le Carré y el punto liviano, de pasatiempo agradable, de las cintas de James Bond,

Basada en la novela homónima, primera parte de una trilogía literaria que supone el debut del escritor Jason Matthews -que estuvo más de 30 años en la CIA- era imprescindible que el reparto de Gorrión Rojo lo encabezara una actriz con las dotes interpretativas suficientes como para dar vida a un rol tan excesivo, complejo y tan lleno de matices como el de Dominika, el cual tiene en la película mucho más peso que en la novela. La elegida, Jennifer Lawrence, se revela como la mejor opción posible para abanderar el proyecto; ella materializa toda la fuerza, la pasión y la falta de escrúpulos que requiere su personaje. En las dos horas y media de película hay cancha suficiente para que la actriz elabore este rol tan extremo como indescifrable. Junto a ella, figuras de primera línea como Jeremy Irons, Charlotte Rampling o Mary-Louise Parker contribuyen, con su buen hacer y su impagable talento, a dar empaque y calidad al conjunto. Menciones interpretativas aparte, las virtudes de Gorrión Rojo son incontables: el brillante empleo de la elipsis, su montaje paralelo inicial, el gran poder que da el director a la imagen -tanto a nivel narrativo como estilístico, con unas composiciones y unos encuadres dignos de admiración, por no hablar de una atmósfera opresiva y fría que lo envuelve todo y, a veces, impide casi respirar-, ritmo atractivo y continuos golpes de efecto tan justificados como inesperados.

Gorrión Rojo

Aunque tiene alma de thriller, no lo es. En realidad, Gorrión Rojo -que aunque tiene vocación de cine para el gran público no es una película recomendable para todo el mundo- es un trabajo que está más cerca del retrato social -y de la denuncia- que del cine de espías en sí, por muchas reglas que reinvente dentro de este campo, como su sorprendente tratamiento del sexo y su forma de mostrar la violencia. Porque, al final, el mensaje que impera en la película son temas tan a la orden del día como la lucha entre naciones, la falta de ética en el mundo en el que vivimos, la defensa de la patria, el patriotismo mal entendido, la corrupción política, la degradación moral, la cosificación de la mujer, nos obliga a replantearnos de nuevo si el fin justifica los medios y arroja, en última instancia, un mensaje verdaderamente asombroso: si eres guapa -y te faltan escrúpulos- en esta vida puedes conseguir lo que te propongas.


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