Ayer concluyó el Festival Internacional de Cine de Gotemburgo, al que hemos dedicado varias crónicas durante esta última semana. A lo largo de estos días hemos podido visionar buena parte de su programación a través de la edición online, para la que el festival contaba con cierta ventaja, ya que desde hace algunos años dispone de su propia plataforma, Draken Films, que permite ver una selección de películas durante todo el año por una cuota mensual. Gracias a esta iniciativa ya en marcha, han podido adaptarse a la nueva situación con mayor efectividad, aunque también hay que decir que, al contrario que en el Festival de Rotterdam, el acceso de la prensa internacional a la programación a través de la plataforma francesa Festival Scope ha sido bastante escaso, con una selección ridícula de visionados. No se entiende que un festival acredite a la prensa para luego poner a su disposición solo el 10% de la programación. Como ya hemos comentado en otras ocasiones, si un festival se hace online, debe ser completamente online.
También ayer se dieron a conocer los premios del Festival de Gotemburgo, con la película Tigers (Ronnie Sandahl, 2020) como ganadora del Dragon Award en la Competición Nórdica, que ha logrado también el Premio a Mejor Interpretación para su protagonista Erik Enge. Los principales galardones se han quedado en Suecia, porque el Premio FIPRESCI ha sido también para una película sueca, Pleasure (Ninja Thyberg, 2021), mientras que el Premio Sven Nykvist a la Mejor Fotografía lo ha conseguido Linda Wassberg por su trabajo en la producción finlandesa Tove (Zaida Bergroth, 2020), que inauguró el festival. El Premio del Público se ha quedado en Dinamarca, para el film Otra ronda (Thomas Vinterberg, 2020), y el Dragon Award al Mejor Documental Nórdico ha sido para el favorito, Flee (Jonas Poher Rasmussen, 2021), que viene también de recoger premio en el Festival de Sundance.
En las categorías de películas internacionales, el Premio Ingmar Bergman al Mejor Debut lo ha conseguido la producción china Mama (Li Dongmei, 2020), mientras que el Dragon Award a la Mejor Película se lo ha llevado Quo Vadis, Aida? (Jasmila Žbanić, 2020), que también logró esta semana el Premio del Público en el Festival de Rotterdam.
A continuación, comentamos algunas de las últimas películas de la programación del Festival de Gotemburgo que hemos podido visionar estos días y que conforman nuestra última crónica de esta muestra cinematográfica.
Competición Documental Nórdico
Decíamos que el documental favorito para conseguir el premio en esta sección era Flee (Jonas Poher Rasmussen, 2021), que también logró la semana pasada el Premio al mejor Documental Internacional en el Festival de Sundance. Y podemos decir sin duda que va a ser uno de los documentales más relevantes de este año. La historia se centra en un amigo del director, un refugiado afgano que ya tiene una vida completamente integrada en Dinamarca, pero que hasta el momento no había contado su odisea y la de su familia. De hecho, ha preferido ocultar su rostro y su nombre real, lo que llevó al director a tomar la decisión de utilizar animación tradicional y rotoscopia. Es, por tanto, una técnica que puede asemejarse a Vals con Bashir (Ari Folman, 2008) y otras producciones documentales animadas, pero que tiene una justificación muy clara.
El único narrador de la película es Amin (nombre ficticio para preservar la identidad del protagonista), y esto le confiere a su relato una condición de descripción emocional que lo hace más cercano. Pero, al mismo tiempo, este relato zozobra en su representación de la verdad porque como dice el director, se trata de un "narrador poco confiable". Es decir, Amin siempre ha rodeado su vida de un misterio y de algunas mentiras para crearse una especie de burbuja de realidad que le ha permitido integrarse con mayor facilidad en una sociedad occidental. Por ejemplo, para ocultar una homosexualidad que en Dinamarca sí es asumida (ahora, a sus 36 años, tiene marido y está a punto de comprar una casa). Pero su relato, incluso el que cuenta en la propia película, a veces incurre en contradicciones (el director le recuerda que le había dicho que su familia estaba muerta cuando comienza a contar cosas que supuestamente le habían pasado a su familia en Rusia).
Su historia comienza en Afganistán, y en una huida en los años ochenta que le llevó primero a una Rusia empobrecida y después a Suecia y a Dinamarca. A través de flashbacks que surgen de una especie de sesión de terapia que tiene con el director, que aparece como interlocutor del protagonista, escuchamos una historia que sobrecoge por las experiencias del que fuera un niño tratando de encontrar junto a su familia un lugar donde vivir, lejos de la persecución en Afganistán y de la xenofobia en Rusia. El hecho de que la historia pueda incurrir en contradicciones no es tan importante, porque al final el relato de Amin adquiere su relevancia no desde el aspecto personal de hechos concretos, sino como representación de esa verdad emocional de los refugiados: los temores, la incertidumbre... Flee es un documental que habla desde la emoción sin necesitar de una mirada estereotipada. Asistimos a la experiencia personal de un hombre que no quiere mostrar su cara, pero que comparte su alma.
On the Bowery (Lionel Rogosin, 1956) es uno de los ejemplos más singulares de docu-ficción que se han realizado jamás. Rodado en el barrio de Nueva York que da título a la película, el director creó una trama principal para rodar escenas reales en el interior de algunos de los bares de esa zona poblada principalmente por adictos al alcohol. En un sentido parecido, casi como si estuviéramos en una versión moderna de aquella película, el documental sueco Into the fog (Maciej Kalymon, 2021) se acerca a una serie de personajes que viven en Malmö, y que frecuentan lo que los suecos denominan sunkhak, bares que ofrecen cerveza barata y que permiten beber hasta altas horas de la noche. Como en la película de Lionel Rogosin, los protagonistas son alcohólicos que encuentran en la bebida la única salida a una existencia jodida, que prefieren mantenerse en esa especie de neblina que ofrece el alcohol para disfrutar de una vida anestesiada. Hay una construcción de algunos de los relatos, una introducción de momentos que están ficcionados, pero básicamente contribuyen a crear una atmósfera casi irreal en las imágenes de este documental. Rodado durante varios años, Into the fog es una película no demasiado optimista, pero profundamente humanista.
Voyage
Entre las producciones seleccionadas para esta sección se encuentran títulos que ya hemos visto en otros festivales como el documental Notturno (Gianfranco Rosi, 2020), que pasó por la Mostra de Venecia, o la comedia francesa que inauguró el Festival de Gijón, Al abordaje (Guillaume Brac, 2020), tras ganar el Premio FIPRESCI en el Festival de Berlín.
En el terreno de la comedia se mueve con soltura otra de esas películas pequeñas que sin embargo consiguen grandes resultados. Dating Amber (David Freyne, 2020) es una producción irlandesa que gira en torno a un chico y una chica que deciden hacerse pasar por novios para ocultar su homosexualidad. Una película que habla con gran sentido del humor de la aceptación sexual, y que construye en torno al día a día en un instituto durante el año 1995, una especie de universo representativo de la sociedad. El hecho de que la acción transcurra en el entorno de un pueblo junto al que está situada una base militar, prototipo de la masculinidad, resyulta más asfixiante para el protagonista. Aunque la construcción del personaje de él es más estereotipada, el de ella resulta más ágil, más complejo y libre. Y, sobre todo, la película cuenta con un plantel de personajes secundarios espléndidos, que contribuyen a dar forma a los protagonistas.
La película griega Digger (Georgis Grigorakis, 2020) se presentó en el Festival de Berlín 2020 y plantea una historia de reencuentro poco amistoso entre un padre bohemio y su hijo, lleno de reproches por haber sido abandonado, pero que también vuelve al hogar de su padre para reclamarle el 50% de los terrenos que su madre le ha dejado en herencia. El momento no es precisamente propicio, porque el padre está en constante lucha contra una compañía minera que está esquilmando el bosque, talando los árboles para expandir sus extracciones, y ofreciendo a los dueños la compra de sus terrenos. Este enfrentamiento entre David y Goliat se convierte en uno de los temas principales de la película, que tiene una cierta forma de western contemporáneo, y que tiene en la construcción de personajes uno de sus principales logros.
La película está muy bien escrita y transmite con acierto la vida en un pequeño pueblo que se ve acosado por ese progreso devastador. Desde el punto de vista técnico el director consigue una puesta en escena espléndida, y un retrato certero de ese bosque ancestral en el que los claroscuros de la fotografía de Giorgos Karvelas, muy difícil ya que buena parte de la película se desarrolla durante la noche o en espacios cerrados como el bar, logran crear una atmósfera ruda y tensa.
En la reciente película Los Estados Unidos contra Billie Holliday (Lee Daniels, 2021), se cuenta cómo la cantante fue objetivo de una campaña de espionaje por parte del FBI. Casi coincidiendo con esta historia, el documental MLK/FBI (Sam Pollard, 2020) se centra también en el espionaje que sufrió Martin Luther King durante buena parte de su trayectoria política, y en una especie de obsesión de J. Edgar Hoover con el líder de los derechos humanos. Lo curioso del caso es que el FBI consiguió el permiso para realizar grabaciones de Luther King (concedidas, por cierto, por Robert Kennedy) que, al no encontrar conexiones reales con el Partido Comunista, acabaron centrándose en las actividades sexuales del activista, al parecer bastante promiscuo. Estas relaciones extramatrimoniales fueron las que se intentaron utilizar para mermar su influencia política, especialmente después de que se le concediera el Premio Nobel de la Paz.
Lo que plantea el documental, que utiliza entrevistas a algunos colaboradores de Martin Luther King como Clarence Jones pero sobre todo historiadores y ex-miembros del FBI, es la vigilancia constante de un departamento público cuya función principal es la de dar seguridad a los ciudadanos, pero que finalmente se convierte en un instrumento político cuyo objetivo está por encima de los medios utilizados para alcanzarlo. Aunque algunos de los documentos que prueban este espionaje ya se han desclasificado, las grabaciones de audio que se le practicó a Martin Luther King no se desclasificarán hasta el año 2027, pero algunos participantes del documental dudan de que finalmente vean la luz pública.
Sin duda, la lucha antifascista en una época en la que los movimientos xenófobos y racistas están creciendo en Europa, es un tema importante. La directora de And tomorrow the entire world (Julia von Heinz, 2020), que participó en la Sección Oficial de la Mostra de Venecia, formó parte de estos movimientos antifascistas, y describe una historia que se desarrolla en el interior de uno de estos grupos, pero al mismo tiempo plantea preguntas sobre cuál es la mejor forma de contrarrestar las explosiones fascistas. La directora incluye al principio y al final de la película referencias a la Constitución alemana, que establece que "la República Federal es un estado democrático y social", y que toda acción en contra de esto debe encontrarse con una fuerte resistencia por parte de los ciudadanos, para preservar la libertad y la democracia.
La protagonista de la película va modificando su forma de ver esta resistencia desde una perspectiva más pasiva e ingenua hasta una acción cada vez más violenta, una especie de respuesta radical contra aquellos que amenazan la democracia. La justificación es clara: "Si el pueblo alemán hubiera actuado en los años 30, no se habría desarrollado el nazismo". And tomorrow the entire world plantea, por tanto, una reflexión interesante, pero no le beneficia el hecho de que el retrato de los grupos antifascistas sea el de unos jóvenes inmaduros. Esta resistencia a los radicales se convierte en una especie de respuesta movida por el impulso más que por la reflexión, lo que hace flaquear su propuesta. La película no plantea preguntas nuevas, pero tampoco conclusiones claras.
Focus: Social Distance
Esta sección está enfocada a esa distancia social de la que tanto se ha hablado en los últimos meses, pero en el caso de la producción chilena La Verónica (Leonardo Medel, 2020) esta distancia social no está provocada tanto por una epidemia como por una sociedad rendida al culto a la imagen y a las redes sociales. La protagonista, Verónica Lara, es una pija casada con un futbolista que está obsesionada con conseguir dos millones de seguidores en Instagram para poder lograr un contrato de publicidad con una marca de cosméticos. Y para ello es capaz de hacer, literalmente, lo que sea. Pero la propuesta del director pasa por una apuesta narrativa arriesgada: la película está compuesta por 53 planos medios estáticos de la protagonista, una excelente Mariana di Girólamo, a la que vimos en Ema (Pablo Larraín, 2019).
Esta composición técnica tiene que ver con ese mundo de selfis a los que estamos acostumbrados a través de las redes sociales. Y, ciertamente, la apuesta consigue su propósito, ya que la película no se balancea desde el punto narrativo gracias a la pericia de un guión que nos va dando información de forma dosificada y que algunas veces es una comedia (todo lo relacionado con las redes sociales), a veces es un drama (las conversaciones de la protagonista con su suegra, a la que nunca vemos) y en ocasiones es un thriller (el interrogatorio sobre la muerte de la primera hija de la protagonista). Bajo la capa superficial de la sonrisa falsa, comenzamos a descubrir a un personaje herido emocionalmente y, por qué no decirlo, desequilibrado mentalmente. Es lo que se esconde detrás del encuadre de un selfi.
Clausura
El Festival de Gotemburgo se ha clausurado con el thriller sueco Knocking (Frida Kempff, 2021), debut en la ficción de la directora de documentales que se basa en un relato corto del escritor Johan Theorin. La protagonista es una mujer que acaba de salir de una crisis nerviosa en un centro de atención psiquiátrica y que regresa a su casa, aparentemente recuperada. Pero desde la primera noche su hogar se convierte en un lugar amenazador en el que se escuchan golpes extraños e incluso jadeos de una mujer que parece estar siendo violentada. Se trata de un thriller psicológico que juega con la duda de si lo que sucede es realidad o está en la cabeza de la protagonista (buen trabajo de la actriz Cecilia Milocco).
La directora intenta encontrar recursos visuales que nos introduzcan en los miedos del personaje principal, que a veces se enfrenta a sus vecinos en una especie de referencia hitchcockiana, pero lo cierto es que no encontramos ideas demasiado brillantes en la ejecución de esta representación psicológica. Y al final tenemos la impresión de haber iniciado un viaje que nos ha llevado de vuelta al principio, lo cual acaba siendo frustrante.