Revista Cocina

Gracias señor Miyamoto

Por Dolega @blogdedolega

Gracias señor Miyamoto

Mi relación con Shigueru Miyamoto nació allá por el 1982. Nos encontramos en un centro comercial que, por aquella época era lo más moderno de la ciudad donde había un local con unas máquinas recreativas nuevas, que causaban sensación.
Jugando al Donkey Kong intentaba, con bastante maestría por cierto, llevar al pequeñajo del bigote hasta lo alto de la estructura en busca de la princesa, que tenía una falda y una coleta imposible para cualquier princesa, pero eso era lo de menos. Mientras, estaba el maldito gorila tirando barriles sin parar y no era cosa de ponerse a pensar en los estilismos de la boba que se había dejado secuestrar por el simio.

Donkey Kong

Había muchas máquinas con diferentes juegos, pero siempre había cola para rescatar a la princesa. Al fin y al cabo todos hemos soñado alguna vez con ser protagonistas de esa manida historia.

Nuestro siguiente encuentro fue al cabo de los años cuando el Niño con siete años, se sentaba en un pequeño taburete con el asiento de enea y balanceaba su cuerpo a la vez que sujetaba fuertemente el mando de la videoconsola tratando de llevar a Mario, el de Mario Bros al final del nivel.

Mario!

Movía el mando, balanceaba el cuerpo, hacía gestos con la cara, sacaba la lengua ¡¡¡ahhhhh huyyyy casi!!! Hasta que con un gran brinco bajaba la bandera consiguiendo un montón de puntos.

Y allí estaba yo, siendo el fiel Luigi que acompañaba al fontanero bigotudo a través de esos mundos plagados de plantas carnívoras, serpientes y champiñones que huían a la carrera cuando uno más los necesitaba.

Nos convertimos en expertos saltadores de precipicios mientras tirábamos bolas de fuego, de hielo y rompíamos con la cabeza millones de ladrillos en mundos maravillosos para recoger monedas sin parar hasta tener vidas extras, que nunca eran suficientes en los niveles de mayor dificultad.

Allí aprendimos el concepto de constancia

-Tenemos que terminar el nivel, cueste lo que cueste.

De compañerismo

-¡Venga mamá, que te espero a que pases! Pero date prisa que se nos va el tiempo.

Aprendimos a compartir

-Me cojo un champiñón, que voy pequeña ¿Vale?

-¡Vale!

Aprendimos que aunque no nos salga a la primera, con constancia se logra, y compartimos horas y horas de trepidante aventura por las cañerías más divertidas del mundo. Aprendimos a controlar nuestras frustraciones sin tirar al suelo los mandos.

-¡¡¡¡Nooo el mando no, que se rompe!!!!

Lo siento Señor Miyamoto, a la Niña le iba más el Tetris.

-¡¡¡Ahhhhh he llegado al nivel 30!!!! Soy lo más de los más…

Pasaron los años y nos hicimos niños mayores, nos gustaban las aventuras y entonces usted en The Legend of Zelda: Ocarina of Time nos convirtió en Link persiguiendo a Ganondorf en el reino de Hyrule con la maldita ocarina.

Gracias señor Miyamoto

Como nos pasábamos media vida intentando hacer las cosas y claro, no había forma de tirar para adelante, le pedimos ayuda al Consorte.

Él contribuyó de la única forma que le gusta en estos temas: Nos compró la guía del juego en los USA cuando aquí no había llegado todavía. Solo tenía un pequeño defecto, estaba en inglés.

-A ver mamá vete traduciendo despacio, que si no me lio.

-Que tienes que tocar la melodía delante de la cabaña.

-¡¡Eso está mal traducido, porque no funciona!!

-¡¡No funciona porque tocas mal la melodía, joder!!

-Pues tradúceme la melodía

-Que solo vienen las notas, las notas musicales esas que estudias en clase, recuerda do, re, mi…

-¡¡Pues me las traduces mal, porque no funciona!!

-A ver niño, que solo vienen las notas. ¡¡¡Que tienes que tocar la melodía de manera correcta para que se abra la puerta!!!

-¡Claro, pero si me dices las notas en inglés! ¿¿¿Cómo quieres que acierte la melodía????

-¡La madre que lo parió! Mira, me marcho de la habitación, que me pones de mala leche…

-¡¡Mamá, mamá corre corre, que ya he logrado abrir la puerta de la cabaña!!

Y así entre bronca y bronca y yendo de atrás para adelante y de adelante para atrás en el tiempo, logramos que el malvado no encontrara la Trifuerza, que le permitiera conseguir cualquier deseo que pidiese.

Lo siento señor Miyamoto, en ese entonces la Niña estaba con las Barbies, porque ya había llegado al nivel 120 del Tetris.

Recogimos cientos de piezas de puzles con el oso cabrito y el pájaro borde, mientras le hacíamos la vida imposible a la bruja Gruntilda en el Banjo Kazooie.

Gracias señor Miyamoto

Hicimos miles de batallas con el Mario Kart en aquel donut maldito con fuego en el centro tirándonos bombas a docenas y derrapando con nuestros bólidos. No teníamos compasión alguna por el enemigo.

Gracias señor Miyamoto

-Como me vuelvas a ganar una batalla más, te echo a mi madre, te lo advierto.

Los amigos, al principio, lo miraban incrédulo. Luego lo miraban con miedo.

Pasaron los años, jugamos decenas de sus juegos y llegaron las tardes familiares de Mario Party

Gracias señor Miyamoto

con antológicos piques del pelo:

-¡¡¡Si, si si!!!! La princesita coge el barco y ¿Adivinan? adelanta  seis casillas…

¡¡¡Diosssss que buena soy, que buena soy!!!

-Tú lo que tienes es mucha suerte Niña, mucha suerte.

-Si si, al saber le llaman suerte, dice el refrán.

-Encima tú endiósala, anda. Cómo no se quiere ella solita lo suficiente…

-¡¡¡Si Niño, soy lo más de lo másssss!!!

-¿Oye pero cuando me toca a mí?

-Después de mamá, papá.

-Ahhh, a mí me gusta más el golf

-Pero a nosotros no, papá.

Y llegamos hasta hoy donde, aunque usted no se lo crea, el Niño y yo seguimos jugando al Mario en la Wii.

La verdad es que ya no me preocupa enseñarle nada entre nivel y nivel. Lo que no haya aprendido ya, que lo aprenda él solo.

-¡¡¡Pero Madre, dónde vas, donde vas!!! Deja de correr como una loca, ¡¡No cojas las bolas de fuego!! Ay madre, pero qué haces… ¡Que suerrrrrrrrte tienes jodía. ¡Pero que suerte!

-Si si, al saber le llaman suerte. Anda, cruza de una vez las nubes y deja de hacer el moñas, que luego sale el de los pinchos y te pone tibio.

Lo siento señor Miyamoto, la niña está abducida por Los Sims.

De esta humilde manera, quiero darle las gracias por todas sus creaciones y por las miles de horas de diversión que me ha proporcionado con mis hijos.

Ellos también tuvieron tiempo de jugar en la calle, montar en bici, jugar con los amigos, acampar en el monte y hacer todo lo que se supone que tiene que hacer un niño para desarrollarse sano y medianamente equilibrado.

Pero su trabajo me ofreció la posibilidad de compartir con ellos una parte de su infancia que de otra manera, me hubiera perdido.

Comparto su frase: ‘Los videojuegos no son malos, depende de su uso y su contenido’

Sepa que para mí en su categoría, es usted el Premio Príncipe de Asturias más merecido que recuerdo.

 


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