Por mucho que hayamos recopilado, procesado y organizado, la hora de la verdad llega cuando tenemos que hacer el trabajo. Toda la preparación de los artículos anteriores de la serie tiene como único fin empezar a trabajar y hacer desaparecer los siguientes acciones de las listas.
Es probable que hayas llegado hasta aquí de forma relativamente fácil. Seguro que ya tienes unas cuántas listas llenas de tareas, y ya has empezado ha adquirir el hábito de recopilar ideas en cualquier sitio. Pero no te engañes, esa es la parte más fácil.
La idea detrás de la “ejecución” de tareas es muy sencilla: a la vista de las distintas acciones que tenemos en las listas, debemos elegir una de ellas y… hacerla. El reto consiste en saber elegir cuál de esas próximas acciones es la más adecuada en cada momento –bueno, eso y vencer la tendencia natural que todos tenemos a la procrastinación, pero eso es otro asunto :-)
Si me has hecho caso a lo largo de los artículos anteriores de la serie, al menos tendrás clasificadas tus acciones por contextos. Sin esta clasificación básica es muy complicado elegir la próxima acción. Simplemente, hay cosas que solo se pueden hacer en cierto lugar o con cierta herramienta. Y si tienes todas las acciones en una sola lista, perderás mucho tiempo en “escanearla” para identificar las cosas que puedes hacer aquí y ahora.
Las 3 preguntas
Así que la primera pregunta que debes hacerte para elegir la siguiente acción es:
¿En qué contexto estoy, y qué puedo hacer con las herramientas y recursos que tengo a mano?
Responder a esta pregunta consiste simplemente en elegir una de las listas contextuales: oficina, casa, recados, ordenador, teléfono, etc.
Dependiendo del contexto, es posible que después de responder esta pregunta todavía tengas muchas posibilidades entre las que elegir. En ese caso tienes 2 opciones: tomar la primera acción de la lista y ponerte con ella… o utilizar otros criterios que te ayuden a reducir aún más la lista.
El segundo criterio más importante, después del contexto, es el tiempo disponible. No tiene sentido ponerte a hacer una investigación complicada si dentro de 5 minutos tienes una reunión. Así que la siguiente pregunta que debes hacerte es:
¿Cuánto tiempo tengo disponible en este momento para trabajar sin interrupciones?
Puedes responder esta pregunta a ojo para cada siguiente acción de la lista, pero es mucho más interesantes si “etiquetas” cada próxima acción con el tiempo, como por ejemplo “menos de 10 minutos”, “media hora” o “más de una hora”.
El otro criterio importante que debes tener en cuenta es tu nivel de energía o tu capacidad de concentración. Generalmente estamos mucho más frescos a primera hora de la mañana, por lo que podemos acometer tareas más pesadas. Otras veces sentimos que no estamos para muchos trotes, por lo que sería mejor emplear nuestro tiempo en tareas rutinarias, mecánicas y sencillas.
La tercera pregunta sería, pues:
¿Estoy en condiciones de hacer trabajo de alta calidad o mejor me dedico a tares sencillas?
¡Cuidado! A la hora de responder a esta pregunta corremos el riesgo de confundir un nivel de energía bajo con ganas de procrastinar. Una cosa es dejar para luego el análisis de un proyecto complicado y ponernos a archivar o hacer llamadas telefónicas, y otra muy distinta procrastinar el análisis sistemáticamente y “perder” el tiempo navegando por Internet.
De nuevo, podemos determinar el nivel de energía necesario de cada próxima acción sobre la marcha, pero es mejor si etiquetamos las acciones a priori con una marca de “alto”, “medio” y “bajo”. De esta forma será más fácil y rápido filtrar las listas.
Un proceso automático
Aplicar esta serie de filtros para elegir la siguiente acción parece algo complicado, pero en realidad no lo es.