Revista Coaching

GTD, un kaizen personal

Por Elgachupas

GTD, un kaizen personal

En los dos años que llevo escribiendo sobre productividad personal me ha tocado leer y escuchar de todo. Desde los que “han visto la luz” gracias a la productividad personal, hasta los que dicen que no es más que un montón de cosas de sentido común, que todo el mundo ya sabe y que no sirven para nada. Y eso por no hablar de GTD, al que la gran mayoría de los que alguna vez lo han intentado, nunca han terminado de entender.

A estas alturas creo que muchos de los que me leéis ya tenéis una idea bastante clara de lo que significa la productividad personal. Al contrario de lo que le pueda parecer cuando el recién llegado cuando lee estas palabras por primera vez, la productividad personal no está ahí para ayudarnos a hacer mucho en poco tiempo, sino para sacar el tiempo suficiente para hacer todas esas cosas que consideramos verdaderamente importantes, lo que sea que eso signifique para cada uno de nosotros.

Existen muchos métodos, técnicas y herramientas para organizarnos, gestionar nuestras listas de pendientes y evitar la procrastinación. Además, con GTD podemos asegurarnos de que nuestros proyectos marchan como deben. Que el número y calidad de los mismos están alineados con nuestras áreas de responsabilidad y apoyan la consecución de los objetivos que nos vamos fijando. Que dichos objetivos están alineados a su vez con nuestro propósito en la vida y los principios más íntimos que nos rigen.

Como podemos ver, la productividad personal no es simplemente ser más eficientes –hacer más cosas en el menor tiempo posible–, sino, y sobre todo, de ser mucho más eficaces, de conseguir las cosas que nos proponemos, ya sea porque forma parte de una responsabilidad que hemos adquirido, o porque es algo que deseamos con todo nuestro corazón.

Si además usamos un enfoque como GTD, es posible desarrollar también una especie de kaizen personal, nuestra propia estrategia de mejora continua. Una estrategia que nos permite, no sólo aumentar constantemente la calidad de nuestro trabajo –lo cual resulta más o menos obvio–, sino también de nuestra vida.

Mejorar la calidad de nuestra vida implica, entre otras cosas, cumplir con nuestros compromisos en tiempo y forma –eliminar estrés–, identificar las cosas que realmente nos apasionan y deshacernos de las que no nos aportan valor, liberar tiempo para hacer las cosas que más nos gustan, cumplir cabalmente con todas nuestras responsabilidades y deberes, alcanzar cualquier meta que nos impongamos libremente, reconocer cuándo nos estamos desviando del camino y tomar medidas al respecto… En definitiva, implica estar creciendo –ser cada día “mejores”, en el sentido más amplio posible– de forma consciente, dirigida y constante.

Y, ¡que casualidad! Todo eso forma parte precisamente de lo que ofrece GTD.

Si partimos de la hipótesis de que a todos nos gustaría ser cada día mejores, vivir sin estrés y alcanzar nuestros sueños, entonces no encuentro ninguna razón válida para no utilizar GTD, independientemente de cuál sea la complejidad de la vida que quieras llevar. GTD es un facilitador de la mejora continua personal, nos ayuda a construir un mejor yo, y como tal debería formar parte de la formación de cualquier persona.

Y tú, ¿ya has probado GTD? ¿O ya lo conoces y sigues pensando que no es para ti? Comparte tu opinión en un comentario.

Artículo original escrito por Jero Sánchez. Sígueme en Twitter.

Foto por Brandon Lim
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