Revista Cine
Como hace unos momentos ya se dio a conocer oficialmente a la ganadora del premio FIPRESCI a la mejor cinta mexicana de ficción estrenada en Guadalajara, ya puedo escribir libremente no de la deliberación en la que participé como jurado al lado de mis colegas Jorge Gutman y José Ramón Otero, por supuesto, pero sí compartir algunas impresiones a vuela pluma de las doce cintas que fueron revisadas. FIPRESCI tuvo que elegir entre cuatro películas mexicanas de la Sección Oficial Iberoamericana -Los Ángeles (México-Alemania, 2014), Los Bañistas (México, 2014), Puerto Padre (México-Costa Rica, 2013) y La Tirisia (México, 2013)-, seis que se presentaron en el Premio Mezcal -En el Último Trago (México, 2014), La Fórmula del Dr. Funes (México, 2013), Las Horas Contigo (México, 2014), Seguir Viviendo (México, 2013), Viento Aparte (México, 2013), y Cuatro Lunas (México, 2013), esta última también compitiendo por el Premio Maguey- y dos galas: Cantinflas (México-España, 2014) y Familia Gang (México, 2013).Esta entrada está dedicada a las cintas menos afortunadas, todas ellas en el terreno del cine de género y como sigue:Cantinflas, segundo largometraje de Sebastián del Amo (El Fantástico Mundo de Juan Orol/2012), tiene un arranque sensacional que promete una ágil y divertida biopic del comediante mexicano más famoso fuera de México. Sin embargo, como me dijera un colega al salir del cine, la película es fiel a la carrera profesional de Mario Moreno, que inició participando en obras mayores (Águila o Sol/Boytler/1938, Ahí Está el Detalle/Bustillo Oro/1940) y terminó pergeñando comedias espantosas: moralinas, convencionales y repetitivas. Así también va Cantinflas, el filme: de más a mucho menos. Los minutos iniciales, ubicados en los años 30, cuando el joven Mario Moreno (Óscar Jaenada) inicia a trabajar en las carpas, se encuentra con su futuro cuñado Estanislao Shilinsky (Luis Gerardo Méndez), va creando su personaje del "peladito", acuña su sobrenombre ("¡En qué cantina inflas!") y aprende a cantinflear, son espléndidos. Por desgracia, el guión del propio cineasta y Edui Tijerina se entretiene demasiado en las complicaciones que tiene Michael Todd (Michael Imperioli) en los años 50 para levantar el proyecto de llevar al cine La Vuelta al Mundo en 80 Días (Anderson, 1956), que co-protagonizaría Cantinflas en el papel de Passepartout. Así pues, el filme alterna el ascenso meteórico de Cantinflas en los años 30 -con todo y homenaje de pena ajena a Ciudadano Kane (Welles 1941)-, con la "consagración hollywoodense" -ya, que sea menos- de Mario Moreno, quien le ganara el Globo de Oro en 1957 a Marlon Brando, además de quesque era admirado por el mismísimo Charles Chaplin.Hay otro problema grave en la cinta: a excepción de Jaenada -que, en efecto, está impresionante en su interpretación de Cantinflas- el resto de los actores no tienen oportunidad de hacer gran cosa con sus personajes, así que muy pronto la película se convierte en un desfile de cameos -que si Joaquín Cossío de "El Indio" Fernández, que José Sefami de Diego Rivera, que Ximena González-Rubio de María Félix-, un poco al estilo de La Vuelta al Mundo en 80 Días, pero sin gracia ni pertinencia algunas. El final, ubicado en la "apoteósica" ceremonia del Globo de Oro de 1957, un desastre.En contraste, Familia Gang, segundo largometraje de Armando Casas (Un Mundo Raro/2001), tiene sus mejores momentos en los créditos finales de la película. Y es que cuando la cinta ha terminado y los créditos empiezan a aparecer al ritmo del cover de "Lo que No Fue No Será", vemos fotos harto conocidas: que si la extendida familia de los Arellano Félix, que un jovencísimo Miguel Félix Gallardo, que "el Chapo" Guzmán en Puerta Grande, que cierto narco-junior de lentecitos, que la Reina del Pacífico, que el recién recapturado Joaquín Guzmán Loera... Detrás de todas esas fotos hay grandes historias qué contar, pero Familia Gang opta por otra cosa -lo cual no es un delito- y en un tono de farsa desbocada que nunca termina de cuajar por completo. La comedia, es cierto, funciona de manera intermitente, cuando algunos de los chistoretes dan en el blanco (curiosamente, algunas de las mejores puntadas aparecen en los cintillos informativos que se ve en la televisión). Lo que es cierto es que Armando Casas es un buen director de actores, por lo que el reparto en general está muy bien -Giovanna Zacarías, por ejemplo, presume una vis cómica que nunca había mostrado-, y uno puede entretenerse identificando las innumerables referencias paródicas acerca de nuestra triste realidad narco-política, pero muy poco más. La Fórmula del Dr. Funes, de José Buil, tampoco me convenció. Se trata de una película infantil basada en un cuento de Francisco Hinojosa que confieso no haber leído. El Dr. Funes del título (Farnesio de Bernal) es un anciano que crea una fórmula para convertirse en niño y, ya convertido en chamaco (Daniel Carrera), hace migas con el inquieto vecino Martín Poyo (Emanuel Latanzio). Es de aplaudirse la osadía de Buil de trabajar en un género fantástico-infantil que no es muy común en el cine mexicano, pero por lo menos desde mi perspectiva la película nunca logra transmitir ese sentido de magia y aventura a la que, supongo, debe aspirar un filme de esta naturaleza. Habría que ver qué dicen los niños a los que está destinada una película como esta. Por lo pronto, el jurado infantil del festival -un centenar de escuincles entre 3 y 12 años que votaron por las cintas para niños que se exhibieron en Guadalajara- no le dio el premio de mejor película sino que galardonó a la cinta peruana-argentina de animación Rodencia y el Diente de la Princesa (Perú-Argentina, 2012), de David Bisbano. En fin. Tengo la impresión que la fórmula del señor Buil no funcionó. En el Último Trago, segundo largometraje de Jack Zagha Kababie (mucho más lograda Adiós Mundo Cruel/2011), es otra comedia pero en el formato del ensemble de la tercera edad, que ya no es novedad en el cine mexicano del nuevo siglo desde Por Si No Te Vuelvo a Ver (Villaseñor, 2000). Cuatro ancianos que se reúnen todos los días a discutir y jugar dominó ven cómo uno de ellos, Pedro (Pedro Weber "Chatanuga") muere sin cumplir su sueño: que la servilleta en la que el mismísimo José Alfredo Jiménez escribió su primera versión de "Yo" y que le regaló a Pedro en alguna borrachera, sea exhibida en el museo dedicado al compositor en Dolores Hidalgo, Guanajuato. Así pues, los tres viejitos restantes (José Carlos Ruiz, Luis Bayardo y Eduardo Manzano) salen de la ciudad de México hacia Guanajuato a cumplir el último deseo de su fallecido cuate. La intención es hacerle un homenaje a la música de José Alfredo Jiménez a través de esta amable road-movie gerontofílica y, por supuesto, siempre será un placer escuchar las canciones de José Alfredo. Sin embargo, la cinta no funciona: no es suficientemente emotiva ni me pareció particularmente graciosa. Eso sí, la realización es muy funcional y los veteranos intérpretes están irreprochables, y no hay nada más que agregar. Cuatro Lunas, segundo largometraje de Sergio Tovar Velarde (Aurora Boreal/2007) tiene como única gracia que sus cuatro melodramáticas historias de amor/desamor, encuentros/desencuentros están protagonizadas por personajes gays. Por lo demás, ninguna de las cuatro historias son especialmente interesantes, aunque los recursos de producción están bien usados y el reparto es uniformemente competente.Un anciano poeta (Alonso Echánove) ahorra una buena lana para comprar el amor de un atractivo prostituto (Alejandro Belmonte), un niño llamado Mauricio (Gabriel Santoyo, muy bien) se enamora de su primito quien lo denuncia como maricón ante el horror de su papá (Juan Manuel Bernal), dos amigos de la infancia (César Ramos y Gustavo Egelhaaf) cuando vivían en Tepic se encuentran y descubren su mutua atracción aunque uno de ellos no quiere salir del clóset, una dizque estable pareja gay (Alejandro de la Madrid y Antonio Velázquez) sufre una crisis cuando uno de ellos nomás se llevan dándole vuelo a la hilacha.Más allá de las escenas sexuales más o menos explícitas, el asunto es bastante convencional, aunque hay que aceptar que las historias de Mauricio y del viejo poeta enclosetado tienen un cierre muy satisfactorio. Hubo colegas que estaban indignados por la ñoñería de la cinta, pero creo que no es para tanto: ¿a poco el cine gay tiene prohibido ser cursi?