Revista Opinión

Guerra contra la desinformación en la red

Publicado el 23 noviembre 2020 por Liberal

Señores, la guerra contra la desinformación en la red debe ser una de las principales prioridades digitales de la administración de Biden. 

Como ya es bien sabido, las elecciones presidenciales del 2016 dejaron claro que la amenaza de la desinformación en la red es algo grave y algo debemos hacer contra eso. El pueblo estadounidense estaba, con razón, en un estado de “shock” al comprobar que los rusos intentaron envenenar la red con desinformación con el objetivo de cambiar votos y determinar los resultados electorales en no pocas localidades de EEUU. Nunca pudieron imaginar que una potencia extranjera utilizaría ese método con el objetivo de sabotear unas elecciones. Ahora lo saben. Cuatro años después, gracias a los esfuerzos de la CISA (agencia de inteligencia sobre la ciberseguridad), estas elecciones han sido las más seguras en toda la historia americana. Sin embargo, desafortunadamente la desinformación continúa circulando con impunidad en este país mientras que Donald Trump sigue sin ceder y reconocer su derrota electoral. Hemos podido comprobar cómo todo tipo de teorías conspiranoicas sobre el “robo” de las elecciones circulan en las redes sociales, ciertas emisoras y desde la propia Casa Blanca. Esto nos indica que la desinformación no es solo algo “ruso” sino también una patología con mucho arraigo dentro de EEUU. 

La desinformación doméstica ha sido evidente este año también. Hay varios ejemplos: 1) afirmaciones de que supuestamente unos militantes de “antifa” provocaron incendios forestales en Oregon y Washington, y la idea de que Trump está “salvando” al país de un “poderoso grupo” pedófilo (ideas que se difundieron sin castigo alguno en sitios como QAnon). Este tipo de ideas conspiranoicas tan exageradas, falsas y desorbitadas han proliferado durante la presidencia de Trump. La brecha social se ha ampliado mucho más: entre “urbanitas” y gente “rural” y entre personas que se han dado cuenta que la violencia policial es real, mientras que otros la niegan y defienden a la policía sea como sea, hagan lo que hagan. Estas divisiones se han visto crecer debido a muchos factores importantes. Entre ellos, la pandemia del COVID19, cuatro años de retórica barata y populista de Trump, y un entramado de redes sociales que facilitan la indignación y el extremismo. Se veia venir, ¿no? ¿No era aquí en este blog donde yo dije hace años que ideas alocadas como las de Juan Ramón Rallo acaban difundiéndose gracias a las redes sociales y que si tuviéramos una sociedad más seria, Juan Ramón Rallo estaría declarando en una comisaría por atentar contra nociones fundamentales tan básicas de los derechos humanos en España, por ejemplo? Algunos se lo tomaron a broma y me acusaron de ser “dictatorial”. “Esshh que Rallo tiene todo el deresho a expresarse” y yo dije que sí, claro que lo tiene, pero NO A DIFUNDIR MENTIRAS. La Casa Blanca solo ha intentado combatir la desinformación únicamente cuando se ha visto obligada y no le queda más remedio, por su propia conveniencia política. Muchas veces la administración de Trump ha expresado su indignación cada vez que se han tomado decisiones sobre moderación de contenidos que lo afectan a él directamente…como, por ejemplo, la decisión de etiquetar muchos de sus posts como “sospechoso” en Twitter o con falta de veracidad. Las redes sociales solamente han hecho cambios cosméticos, pero en el fondo, siguen ganando millones y millones gracias a su estructura que facilita la desinformación en los posts, los mismos posts que ahora conducen a miles de seguidores de Trump a manifestarse en la calle y reventar centros electorales mientras van armados, en total incumplimiento de las leyes locales y federales. 

Biden y sus asesores parecen reconocer la escala y alcance del problema. Gracias al hecho de que Biden cuenta con amplio apoyo no solo del Partido Demócrata sino también de no pocos en el Partido Republicano y de empresarios que deseamos una vuelta a la normalidad en el país, el Presidente-electo ahora tiene a su disposición un gran arsenal de herramientas para definitivamente intentar acabar o minimizar lo más posible este problema. Por ejemplo, Biden es el ÚNICO americano que firmó el documento Pledge for Election Integrity, documento del 2019 redactado por un grupo sin ánimo de lucro, la “Alliance of Democracies”. El grupo consiste principalmente de políticos europeos que prometieron no “fabricar o falsificar datos ni difundir documentos robados con fines propagandísticos, ni distribuir vídeos falsos, o “bots”, etc. Biden puede continuar dando el ejemplo y pedir que todos los cargos públicos firmen el documento. Sería un buen inicio, aunque no es suficiente. 

Después de 4 años tan politizados y con tanta polarización, sin embargo, vamos a necesitar ir más allá de las promesas y palabrería para corregir la degradación de los discursos públicos y la manipulación informativa por parte de charlatanes peligrosos como ALEX JONES. La próxima administración sólo podrá cumplir mejor esta misión si exige cambios LEGISLATIVOS y dentro del estado en su estructura.  Biden siempre ha trabajado junto con los republicanos y no creo que los republicanos serios se nieguen a colaborar en esta cuestión de seguridad nacional e internacional. 

¿Cómo hacerlo? 

Primero, hay que reconocer el problema. A diferencia de Trump, que decía que todo esto de la desinformación era un “hoax progre”, Biden debe tomarse la amenaza en serio. Otros países, como Reino Unido, sí se han tomado muy en serio el problema. El gobierno británico ha reunido a expertos internacionales y nacionales con el fin de desarrollar planes para reducir las amenazas en la red y cómo responder a ellas o contra crisis que son muy concretas, tal y como la desinformación rusa posterior al envenenamiento del 2018 contra Sergei Skripal.

EEUU puede hacer algo parecido. Sugiero la creación de un “zar” contra la desinformación dentro del Consejo de la Seguridad Nacional y establecer una dirección correspondiente. Este ministerio o departamento como dicen en USA, se encargaria de vigilar el ecosistema informativo con el fin de detectar amenazas y coordinar respuestas públicas y políticas. No, no, tranquilitos, niños. Ya me imagino a más de un lector dando la pataleta. “Esshh que eshhoo eshh censura y es un estado policiaaaaaaalllll”. Calla. Apaga el porro y LEE. Este ministerio NO estaría en la labor de censurar ningún post ni ejercer ningún tipo de acto correspondiente a un “webmaster”. Simplemente, se encargaría de compartir con otras agencias importantes, incluido las universidades, los nombres y apellidos o las direcciones de la red que difunden esa notícia o información falsa. La derecha libegal mucho hablar de “censura censura”, pero son ellos los que más censuran posts en sus propias webs y hasta…cuidado, te expulsan de sus institutos si te pasas. Así pues, lo que yo propongo es bastante más “light”. ¿No era que los libegales dicen que tenemos deresshoo a la información? Pues efectivamente y al igual que ellos tienen todo el derecho de mentir si quieren y decir “no hay pobreza infantil ni hambre”, los demás tenemos derecho a nombrarles y decir “eyy chico, mira, allí está el neolibegal que defiende tal y tal cosa”. La nueva dirección también compartiría la información interceptada con el sector privado y grupo de la sociedad civil. Yo como empresario quiero saber si hay un Alex Jones en potencia cerca de mí. Es curioso como, al final, vamos a ser los empresarios los que realmente nos preocupamos por los más vulnerables en el mundo.

Con esta estructura burocrática más completa establecida, la administración de Biden entonces debe dirigirse al Congreso. Durante la época de Trump, las declaraciones en el Congreso sobre este tema han sido puro teatro político, con varios vídeos de diputados y senadores lanzando ataques duros contra los jefes de Twitter y Facebook, pero sin una ley real. Biden debe animar al Congreso para que éste establezca una comisión federal para la supervisión del mundo “online” y la transparencia. Esta comisión aseguraría que las redes sociales guarden contra contenido extranjero malicioso y que no caigan en la trampa partidista. Los legisladores entonces podrían obligar a estas empresas a que nos informen públicamente sobre qué decisiones han tomado para diseñar ALGORITMOS y moderación de contenidos con el fin de crear un internet MÁS DEMOCRÁTICO Y MÁS TRANSPARENTE. 

Hay otras medidas también: utilizar las bibliotecas públicas para enseñar a los ciudadanos a cómo ser más inteligentes en el uso de las redes sociales. El 78% de los ciudadanos creen que las bibliotecas son centros fiables. Hay que aprovecharlo. EEUU tampoco invierte mucho en televisión pública de calidad, a diferencia de Reino Unido y Alemania. Los programas de la tele pública en Reino Unido son de gran calidad, mientras que aquí la PBS solo gasta una fracción de lo que se gastan en Reino Unido. Trump hizo al revés: amenazó con quitarle toda la financiación a la tele pública (algo que me recordó mucho a lo que quiso hacer Esperrancia Aguirre en Madrid hace años). 

El problema sigue siendo grave 

No obstante de lo dicho, el problema es grave, señores. 70 millones de americanos votaron por Trump. Trump no ha reparado jamás en utilizar información falsa para que la gente le vote. Biden ha prometido ahora que gobernará para todos los americanos. No hay nada que pueda corregir estos problemas de la noche a la mañana. En todas estas cuestiones, también se debe tomar en cuenta los problemas estructurales del país: desigualdad educativa, desigualdad económica y racial. 

Los empresarios necesitamos apoyo también para ayudar — con Biden, no me cabe duda que los que estamos en la educación vamos a recibir una importante suma de dinero para contribuir a ayudar con estas cuestiones.  


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