Revista Vino
El Mâcon-Villages de los Guillemot-Michel, Marc y Pierrette, es un secreto a voces: pocas chardonnay borgoñonas ofrecen tanta honestidad, tanta pureza, tanto trabajo bien y escrupulosamente hecho como este Quintaine. Desde hace un par de meses habré bebido un par de botellas del 2009 y otro par del 2008, y no salgo de mi placer, que no ya asombro. Viñedos en biodinámica desde hace 18 años, suelos de limo y arcilla muy compactos, con subsuelo calcáreo. Prensado de los racimos enteros. Fermentación espontánea con las levaduras que la cepa y la fruta aportan. Crianza sobre lías finas en depósitos de cemento. Fermentación maloláctica completa. Embotellado sin estabilizar ni filtrar. 13,5% y un ph y acidez que auguran, para quien tenga paciencia, buenos y largos años de vida. 2009 es un pura sangre y un año de botella, 2008, le sienta de maravilla. Surgen los aromas de prado húmedo y de cesped cortado. El caballo que parecía desbocado, sale ya más apacible, lleno de potencia y brío, sí, pero con más calma. Flor de tilo. Pedernal y tiza muy discreta. Sabor y frescor. Membrillo verde. Este vino muestra, con algo de temperatura ambiente, un pacto inusual entre lo animal (incluso almizcle) y lo sensual. A ratos, diría que directamente sexual. Y todo esto, sobre los 15€. Increíble pero cierto.