Revista Arte
Guillermo masedo, medalla de bronce en la exposición de pensionados del curso de pintura de paisaje de la real academia de historia y arte de san quirce, segovia 2014: transformando los límites del horizonte
Por Asilgab @asilgabLa dilatada carrera del joven artista Guillermo Pérez Masedo no deja de marcar hitos en forma de distinciones allí donde tiene la oportunidad de llegar. Y en todas ellas, su incontestable madurez sigue evocando una misma propuesta: la transformación de la realidad a través de su pintura; una necesidad que ya existía en aquellos primeros cuadros donde de una forma tímida todavía no se atrevía a mostrarnos sus grandes capacidades como dibujante y pintor, y que en uno y otro caso, desembocaban y desembocan, en esa última necesidad de la transformación. Su pintura es quizá, hoy en día, el mejor reflejo de lo que la joven pintura española es capaz de llegar a conseguir en la búsqueda de nuevas fórmulas que trasgreden y se confrontan a los demiurgos de la abstracción o los minimalismo más insulsos. Parece que todo vale, pero en tiempos de crisis como los que vivimos ya no parece que sea así. Una afirmación para nada banal, y que pudieron comprobar todos aquellos que se acercaron al Palacio de la Alhóndiga entre el 20 y 24 de agosto pasado, pues fueron testigos directos de lo que digo.
En esta ocasión, Guillermo Masedo entendió muy bien que en una beca de paisaje como era la beca de la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce de Segovia, lo importante era enfrentar su mirada con el horizonte, y no solo eso, porque tenía que hacerlo a través de una pintura al natural con la que dotar a sus cuadros de la luz y el color de la ciudad castellana y su entorno. Y a fe que lo consiguió, pues no cabe sino admirar sus magníficas imágenes de los horizontes de una tierra castellana que se rompe contra un campo infinito y omnipresente, como si de un poema de Antonio Machado se tratara. Campos de Castilla que esta vez se desdoblan en mágicas escenas que delimitan un horizonte pleno de luz y energía y nos indican esa capacidad del pintor para romper el falso y monótono plano unidimensional hasta convertirlo en una poderosa generación y superposición de imágenes en dos y tres dimensiones que hacen de sus pinturas un mecano pleno de vida.
Poco a poco el color va ganando espacio en el universo creativo de Guillermo Masedo, y en estos últimos cuadros vemos que la escala cromática de los tonos ocres, anaranjados o marrones, compiten con esos otros verdes y azules más claros u oscuros, que logran equilibrar de una forma perfecta la visión de los paisajes que él ha trasladado a sus lienzos, alcanzando sin lugar a dudas su objetivo: transformar los límites del horizonte, pues ese parece haber sido uno de los retos a los que se ha enfrentado en la percepción de una luz segoviana que deviene en algo más vivo y muy distinto tras su mirada. En este sentido, la transformación proviene de su aparente facilidad para elegir tanto temas como rincones a dibujar y pintar, y a partir de ahí, romper lo visto y sentido en una nueva forma que antes no existía - a esto se le llama arte-.
Su mirada sobre el mundo que le rodea y su capacidad creativa, atenúan y matizan nuestra percepción de aquello que nosotros vemos y observamos, y lo hace con ligeras gotas de su sempiterna melancolía (todavía muy presente en sus cuadros más oscuros) para darle una oportunidad a una luz que nos habla de madurez y un nuevo sentido estético que ha ido alimentando en sus años de formación en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid. Estos años en los que se ha confrontado a la versión más académica de la pintura, Guillermo Masedo los ha empleado en formar y madurar esa visión e intuición poderosamente melancólica de su pintura para tamizarla con el poder de la luz, en algo así como una especie de viaje a través de la belleza que no deja de sorprendernos, pues ha sabido reinventar su forma de mirar y de componer, en espacios tanto pequeños como grandes, y hacerlo con un talento en cuanto a su resolución artística más que sobresaliente. Uno no deja de maravillarse al comprobar su capacidad de trabajo, pues en muy poco tiempo es capaz de resolver -y hacerlo con acierto- un buen número de composiciones pictóricas, que van desde los apuntes en apariencia inocentes, pero cargados de un gran simbolismo, hasta los cuadros donde la fuerza de su forma de ver y enfrentar colores están a prueba de toda discusión, pues el equilibrio que logra es magnífico. Es aquí, en los espacios más amplios donde Guillermo Masedo se muestra como un gran maestro de las atmósferas, pues la concreción de sus cuadros más pequeños se convierten en una ola de fuerza mayestática en las composiciones más grandes, en las que el poder de su paleta es demoledor, porque en él se encuentra esa extraña habilidad que es capaz de transformar la realidad oscura y sinsentido que muchas veces vivimos, y que en el caso de los cuadros de Segovia, se plasma en esa otra posibilidad de transformar los límites del horizonte.
Ángel Silvelo Gabriel.
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