

Cae la noche y la seguridad de mi cama, arropada, en un duermevela escucho la lluvia caer. Fuertes vientos que traen los rugidos de truenos tras el resplandor de lejanos relámpagos, que se cuelan por las rendijas de las persiana resuenan a la par que las gotas de lluvia aporrean ferozmente mis ventanas.
Y así es Noviembre para mí, un mes que trae la lluvia y con ella, su musicalidad, una alegoría de días de dolor acompañado por las gotas al caer de aquella gran tormenta preludio de su pérdida, de la muerte de mi madre hace 37 años.
La tormenta, la lluvia me acompañaba ése 8 de Noviembre, como ha ocurrido hoy, cuando escribo ésta introducción para “Mi Cocina”. Una madrugada que debía haber sido como todas, abriría la puerta, nos abrazaría con amor, estaría alegre, iluminada su cara por su eterna sonrisa al coger a su nieto en brazos; sonaría las canciones en su radio siempre encendida mientras me llegaría el olor a café y a chocolate, a pan recién tostado y a pucheros.
Sin embargo el silencio inundaba el lugar, sólo se escuchaba la tormenta, la naturaleza se alió con mi realidad me acompañaba llorando, a su manera, lloviendo.
Es Noviembre, llueve, la tormenta ha vuelto como cada principio de ésta época del año y mis pensamientos, mis recuerdos están con ella mientras el agua sigue golpeando los cristales Aquel 1983 todo se quedó en un fundido en negro, como si de una película de mi vida se tratase. Llueve, hoy llueve.
Y para el cuerpo y también para el espíritu, una de las sopas marengas, marineras que ella bordaba, que ella, mi madre me enseñó, la cazuela con pintarroja, un "guisaillo" de papas con almejas y pintarroja a la que le he añadido unos langostinos.


INGREDIENTES PARA CUATRO PERSONAS:
Dos pintarrojas (pequeño pez de la familia de los tiburones. Los pescaderos la venden sin piel, visceras ni cabeza y cortada en trozos),


Poner una cacerola con el agua al fuego, cuando comience a hervir introducir el tomate entero una vez bien enjuagado; dejarlo cocer unos minutos, sacarlo de la cacerola, pelarlo y reservarlo. Apartar la olla del fuego.
Echar el aceite en una sartén y freir las almendras junto con los ajos de forma que se doren y con cuidado de que no se lleguen a quemar (amargarían). Sacarlos de la sartén con una espumadera y en el mismo aceite freir la rebanada de pan procurando que quede igualmente uniformemente dorada.





Poner nuevamente la cacerola en el fuego, añadir la salsa, el colorante alimentario y llevar a ebullición a fuego lento, teniendo cuidado ya que tiende éste tipo de “majaillo” a subir y salirse de la cacerola.



Dejar cocer todos los ingredientes unos cinco minutos aproximadamente, retirar del fuego y servir caliente.

En recuerdo de mi añorada y querida madre: Francisca Rodriguez Rosa.
