(Fotos de la exhibición en Venecia: Jaume Prat)El lema de la presente Bienal de Venecia, Common Ground, es marcadamente social. Los exhibidores que hayan decidido jugar con él tienen la oportunidad, desde las casi infinitas vertientes que propone, de reflexionar sobre los modos en que la arquitectura se erige en lugar común. Lugar, que no espacio: dentro de su ambigüedad, el lema es suficientemente preciso como para aceptar este matiz. Resulta curioso como gran parte de los exhibidores han conseguido obviar el tema de la crisis para centrarse en un hipotético panorama posterior donde ésta se haya superado, donde la recuperación haya propuesto un nuevo marco de relación que se ha de explorar.
Hay excepciones: la principal de ellas es la exhibición individual que el equipo de arquitectos suizo Herzog & de Meuron ha propuesto, consistente en una protesta por la paralización de las obras del edificio más importante de toda su carrera, la Filarmónica del Elba en Hamburgo. Nos encontramos, por tanto, ante una exhibición en negativo: de la reivindicación furiosa, irada, de un edificio por parte de sus autores, enfadados por no poderlo terminar. La Filarmónica del Elba es un edificio caro, muy caro, promovido con dinero público, llamado a ser el nuevo emblema de su ciudad, que se ha abierto al puerto (el más importante de Europa) mediante un plan urbanístico muy ambicioso. Al no saber definir demasiado bien el término arquitectura icónica ignoro si el edificio entra, o no, dentro de esta clasificación. Es más fácil describirlo y evaluar el problema.Estamos en un muelle del puerto de Hamburgo, ubicado en una isla servida por diversos puentes, rematado en su extremo, en forma de proa, por unos tinglados de 1966, los Kaispeicher A, proyectados por el arquitecto Werner Kallmorgen, un edificio severo, adusto, una estructura de hormigón muy sencilla acabada con unas fachadas de ladrillo oscuro agujereadas por unas enormes bandas verticales de ventanas en celosía. El equipo de arquitectos proponía, en el concurso, reforzar su estructura (ligeramente, ya que, al tratarse de un edificio industrial estaba preparado, según decían, para soportar unas sobrecargas importantes) y superponer un auditorio, un volumen que duplica ampliamente el del volumen precedente. El volumen del auditorio se resuelve extruyendo el del edificio inferior, con un cojín de aire entre los dos, una plaza urbana elevada, en realidad, y rematando con una cubierta singular que recuerda vagamente las construcciones en barro del norte de África, pasado de escala y de construcción: el gesto eleva la altura virtual del edificio muchos metros y lo dispara hacia el cielo, haciéndolo fácilmente reconocible, consiguiendo que parezca muchos metros más alto de lo que realmente es. Las fachadas se rematan con un muro-cortina de vidrio de diversas calidades, con unas piezas retorcidas sobre ellas mismas a modo de burbujas, de modo que el único voladizo respecto del volumen se propone por material, no por estructura. La textura es espectacular.Tipológicamente, el edificio es excepcional: el edificio viejo se destina a aparcamiento. El vacío entre los dos edificios se erige en foyer del auditorio. Un auditorio muy parecido al modelo canónico, establecido por Hans Scharoun en su Filarmónica de Berlín. Este edificio, a diferencia del otro, desliga su envolvente interior de la exterior. Y es, en este espacio aparentemente muerto, donde el edificio introduce su principal novedad: el orden de las bandejas de hormigón inferiores sube, envuelve la sala y la supera, creando una serie de bandejas agujereadas por el vacío del teatro. Estas bandejas se usan para adosar al auditorio una serie de viviendas y un hotel, la explotación y la venta de las cuales podría ayudar a pagar la parte pública del programa, convertido, ahora, en un complejo multifuncional. Adicionalmente, resuelven el hecho de poner un edificio tradicionalmente ciego (completamente ciego) como emblema de un puerto: las fachadas siempre tienen alguna cosa de antipático, mientras que un edificio de viviendas o un hotel, por definición, resuelven mejor el contacto con el exterior de un edificio. Y lo humanizan.
Comparativa entre la Filarmónica de Berlín de Hans Scharoun y la Filarmónica del Elba de Herzog & de Meuron.
El edificio se disparó de presupuesto en seguida. Los tinglados se tuvieron que derribar, conservando únicamente su fachada: la secuencia de acceso que obligaba a agujerearlos en diagonal y las sobrecargas de la parte superior terminaron con ellas. Nuevos cimientos. Nueva estructura mas la estructura provisional de fachada. El edificio, un prototipo singular único en el mundo, tuvo, y tiene, desviaciones. Importantes. Muy importantes, del orden de un 3 o 400%, y creciendo.No es el propósito de este artículo abrir un debate sobre la licitud de estas desviaciones, ni sobre la competencia de los arquitectos a la hora de haberlas previsto, por mucho que tenga opinión sobre el tema: el propósito es la reflexión sobre la exhibición de reivindicación de la obra y sobre el diálogo entre dos obras, la instalación y el edificio. La primera reflexión es sobre qué hacer, independientemente de dicha instalación. El edificio está en un estado muy avanzado. La estructura primaria está completamente terminada y las fachadas exteriores montadas. La edificación existente está restaurada. Falta todo el condicionamiento interior, una partida presupuestaria de, quizá, el 50% de la obra. O más. Si se derriba lo existente se pierde la mitad de la inversión, a parte de la que habría que realizar para la demolición. En caso contrario, el edificio se ha de terminar. En su estado actual no sirve para nada. En este marco, los arquitectos han montado una exhibición no tanto sobre el edificio sino sobre el estado actual del edificio. La exhibición ocupa una sala entera del Arsenal y se divide en dos: adosadas a las paredes exteriores, enormes reproducciones escaneadas de artículos de periódico, muchos de ellos en contra del edificio, ordenados cronológicamente. Dos bancos corridos de algún material parecido al hormigón los separan de la parte central de la sala, donde, suspendidas del techo, aparecen una serie de maquetas parciales del edificio, representando, precisamente, sus espacios comunes: el acceso, el foyer, la sala. Maquetas de buena medida, la suficiente como para poder meter la cabeza y hacerse una idea de la belleza de los espacios. La disposición, atractiva. La combinación del papel, el hormigón, las maquetas cortadas en porexpan, rematadas exteriormente en madera, brillante. La exhibición podría resumirse con el binomio inglés cheap & chic. Así, para explicar que no se tira adelante un edificio carísimo se usa una exhibición barata. La contraposición es chocante. Más teniendo en cuenta que está realizada por los mismos arquitectos. Podría leerse, perfectamente, como contradictoria: parece que los arquitectos hayan escogido la opción de construcción más cara, siendo como son perfectamente capaces de construir barato y efectivo.Por encima de la exhibición y del edificio planea la idea de cómo ha de ser una catedral moderna. Una catedral se entiende como una obra de arte colectiva, promovida y realizada por todo un pueblo. Por tanto, apropiable por él. ¿Tiene sentido la idea de catedral en la época de la ley de contratación, de las normativas, de las legislaturas de cuatro años, de los partidos políticos convertidos en instituciones dedicadas a su propia supervivencia, eternizándose cerca del poder ya sea ejerciéndolo o en la oposición? ¿Tiene sentido la identificación de una ciudad con un arquitecto-artista traído de donde sea? La Filarmónica del Elba está asociada a la refundación de la ciudad: nueva mentalidad, un proyecto urbanístico que la ha tirado y volcado al río, la reinvención del puerto: quiere ser un símbolo a escala europea, promovido por los representantes del pueblo sin haberlo consultado directamente. La relación coste-beneficio, el volumen de inversión, la procedencia de los arquitectos (por mucho que ya hayan construido en la ciudad) fuerza a una reflexión necesaria sobre el tema lenta y sin demagogias ni estridencias. Hasta entonces, se sigue buscando el modo de acabar el edificio intentando superar la hostilidad de los arquitectos que lo han concebido.