La especie silvestre Brassica oleracea ha sido una muy buena madre, ya que tuvo siete descendientes, algunos de los cuales nos alimentan a diario. De ella provienen el brócoli, la coliflor, el repollo, el repollito de bruselas y otras especies menos conocidas como el colirábano, el repollo rizado (usado a veces como especie ornamental) y la berza.
Estas siete especies no existirían en la actualidad si no fuera por la acción del hombre. Así, los antiguos romanos seleccionaron una mutación natural que provoca la modificación en la estructura de las flores, dando origen a dos especies diferentes: brócoli y coliflor.
Créditos: ChileBio
Ellos hablaban latín y las bautizaron como “coliflor”, palabra que viene de caulis (tallo) y floris (flores) y la usaban indistintamente para referirse a ambas. La palabra brócoli surgió mucho tiempo después para distinguir a la especie de flores verdes y proviene del italiano broccolo que significa retoño. En el brócoli nos comemos las flores inmaduras y en la coliflor las flores abortadas.
A otros seleccionadores les interesaron más las yemas (la parte de la planta que más crecimiento tiene) que las flores y de esta manera cuando se enfocaron en elegir las yemas laterales dieron origen al repollito de bruselas y cuando prefirieron la yema terminal originaron el repollo y el repollo rizado.
Cuando la selección se orientó hacia el tallo y la raíz, apareció el colirábano y cuando el interés fue puesto en las hojas surgió la berza.
Así como sucede con el maíz, si estas especies dejaran de cultivarse se perderían, ya que en la naturaleza no existen sino que han sido creadas por el hombre.