No es sano pensar sólo en ganar, sentenció Johan Cruyff horas antes de la gran final entre holandeses y españoles. La lección, bien aprendida en el seno del seleccionado ibérico, se oponía a la postura del equipo de Bert van Marwijk, pragmático, austero en los recursos ofensivos y planeado desde el acecho hacia el error rival.
Más allá de ello y de las filosofías contrapuestas, chocaban en el Soccer City de Johannesburgo, dos equipos sedientos de gloria. Holanda, con dos finales fallidas, encarnaba en sí misma la desesperación de las derrotas pasadas, mientras que La Roja, antes La Furia, no tenía antecedentes mundialistas dignos de reseñar.
Por tanto, habrá campeón del mundo inédito. No había sitio para impostores y el equipo que se traicionase a sí mismo, lo pagaría, seguramente, con la derrota y la falta de respeto generalizada. Por el contrario, el que fuera capaz de llevar el choque a su estilo, abordaría su destino con todas las de ganar y, además, enarbolando la honestidad de sus convicciones.
En este sentido, y sin ningún caso conocido en el pasado –nadie quitó nunca la pelota a los nuestros-, España era el favorito para imponer su patrón de juego. ¿Le alcanzaría para ganar? La pelota, como testigo, comenzó a rodar…
EL PARTIDO:
Vicente del Bosque eligió el siguiente once para el momento deportivo más importante de su vida: Casillas; Sergio Ramos, Piqué, Puyol y Capdevila: Sergio Busquets, Xabi Alonso, Xavi e Iniesta; Pedrito y Villa. Por su parte, Bert van Marwijk, apostó por los holandeses que, a continuación, detallamos: Stekelenburg; Van der Wiel, Mathijsem Heitinga y Gio; Van Bommel, De Jong, Sneijder y Kuyt; Robben y Van Persie. Sin sorpresas en cuanto a nombres. ¿Y las propuestas?
Desde el primer minuto de partido, La Roja se mostró como siempre: indeclinable en su estilo, obsesionado con hegemonizar el dominio del balón y, con paciencia, esperar que la defensa holandesa tambaleara. Los Oranje necesitaban el partido perfecto para contener el juego de la campeona de Europa. Agazapados cerca de su área y con las faltas como recurso, Holanda deseaba superar los primeros minutos de agobio. España tocaba y tenía la pelota. Era un inicio alentador.
La primera del partido llegó después de una falta sobre Ramos que Xavi volcó al área y el mismo lateral madridista cabeceó con destino de gol, pero Stekelenburg repelió de forma admirable. El partido era de los de Vicente del Bosque y Holanda sólo intentaba una tímida presión que Busquets y Xabi Alonso sorteaban permanentemente. Tal y como preveíamos, los de naranja perseguían sombras en lo que era un claro monólogo español. Otra enorme jugada colectiva de La Roja, finalizó en remate de Sergio Ramos que rechazó Heitinga bajo palos.
La superioridad se fue diluyendo mientras Van Bommel le entraba a Iniesta desde atrás y para romper. Howard Webb sólo vio amarilla en la acción violenta del mediocampista del Bayern. El árbitro inglés no impartía justicia sino pequeñas compensaciones. Como augurábamos, no era la mejor opción para una final del mundo. Otra bestialidad de De Jong tampoco fue castigada con roja. El partido se trababa gracias al juego sucio de los Oranje y al impresentable de Webb. Era imposible jugar.
El primer tiempo se fue con empate parcial. España empezó estupendamente pero las acciones alevosas y la complicidad de Webb nos dejaron con la sensación de un partido bronco, agresivo y con poco ritmo de juego. Justo lo que La Roja no necesitaba y este árbitro favorecía: que impongan su ley los violentos, los que no querían más que destruir.
La reanudación comenzó con la pregunta que nos hacíamos todos: ¿sería capaz España de imponerse ante Holanda y un árbitro que dejaba golpear? Si los de Del Bosque no se mostraban diligentes a la hora de romper la dinámica rival, la final se pondría donde no queríamos: una pelota parada o un contragolpe que nos llevara el partido. Estábamos ante un enorme enigma de difícil solución.
El primer córner que tuvimos, Puyol peinó y Capdevila, a dos metros del gol, pifió el remate. Acto seguido, Van Bommel cometió penalti sobre Xabi Alonso que Webb tampoco quiso ver. Lo intentaba España y Holanda seguía recurriendo a las faltas y esperando su jugada salvadora.
El primer córner que tuvimos, Puyol peinó y Capdevila, a dos metros del gol, pifió el remate. Acto seguido, Van Bommel cometió penalti sobre Xabi Alonso que Webb tampoco quiso ver. Lo intentaba España y Holanda seguía recurriendo a las faltas y esperando su jugada salvadora. Sin embargo, el enorme inconveniente seguía siendo la falta de ritmo. Del Bosque, inexplicablemente, metió a Navas por Pedrito, cuando esperábamos a Cesc. Si le salía mal, el peso de las letras recordarían para siempre la oportunidad perdida. El aviso del error estratégico casi factura a España con un mano a mano de Robben que salvó Casillas. Parada de Mundial, de héroe mundialista.
España cargó su juego por la banda de Navas y en un desborde del andaluz encontró a Villa para inflar la red y salir a festejar, pero entre el portero y un defensa ahogaron su grito y el de todo el país. Elia entraba en Holanda para buscar la espalda de Ramos y evitar que el madridista atacara. Aún así, La Roja dominaba. Xavi jugaba entre líneas y la Oranje sufría. Un saque de esquina del catalán sirvió el gol a Ramos quien, solo e increíblemente, cabeceó arriba. El partido se iba, inexorablemente, a la prórroga, no sin antes volviese Casillas a salvarnos ante Robben y Del Bosque mandara a Cesc por Xabi Alonso.
LA PRÓRROGA:
Con los rostros cansados y el desgaste físico a cuestas, ambos conjuntos se decidieron a encarar la última media hora del Mundial con el único objetivo de terminar vencedores. España sufría demasiado y el mundo permanecía a la expectativa. El resultado permanecía en el terreno de los misterios mientras España entera reclamaba penalti sobre Xavi. Un pase de Iniesta puso a Cesc contra el portero, pero su remate, al muñeco, fue rechazado por Stekelenburg. Holanda seguía pegando y Webb no se inmutaba.
Con empate a cero entramos en los últimos quince minutos de Sudáfrica 2010. El complemento del alargue nos trajo a Fernando Torres por David Villa, gris e impreciso de cara al gol. Un cuarto de hora le quedaba a España para imponer su estilo en contra de la Naranja Violenta. Si el Dios del Fútbol no aparecía, los penaltis decidirían al nuevo campeón del mundo. Heitinga se fue expulsado por bajar a Iniesta. La falta de Xavi se fue por arriba. Si con once, los holandeses defendían, con diez rezaban llegar a los penaltis. Pero el tiempo se escapaba.
Hasta que apareció Cesc Fábregas y con un pase certero, dejó a Iniesta, cara a cara con la gloria, y, como en Stamford Bridge, dijo presente, y metió el gol de la historia, el 1-0 mundial, la victoria del equipo que jugó siempre, que no pegó una patada y que insistió hasta el último instante. Porque España puso la bandera del fútbol al servicio de la humanidad y esta noche, además de gritar CAMPEÓN, decimos gracias. ¡ESPAÑA CAMPEÓN DEL MUNDO!
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