Dejadme que os hable de alguien a quien, en realidad, no conozco. No le he visto en mi vida, pero con el tiempo, algunas cosas sí que he ido deduciendo: detalles poco relevantes (como que es originario de Nantes, hace ya unos cuantos años que se vino a vivir a nuestro país y que aunque ha pasado ya la temible frontera de la cincuentena sigue teniendo el corazón de un punk) y evidencias como que cultivamos una afición común por el sentido del humor idiota y las exageraciones, o que compartimos una muy explicable devoción por The The o la música exquisita de Chris Duncan o The Divine Comedy.
Creo que ya lo he dejado caer por aquí en alguna ocasión, no recuerdo exactamente a santo de qué: el hombre se autoimpuso hace 1001 días la titánica tarea de publicar una entrada diaria sobre esos 1000 discos, o canciones (o a veces, ni eso) que hacen de nuestras vidas algo más digno, en un reto que demostraba una pasión por la música inversamente proporcional a su capacidad para medir el esfuerzo que algo así podía suponer. La cuestión es que yo descubrí su blog algo tarde, así que estoy lejos de considerarme lector de todas y cada una de esas entradas, pero, hey, el tío ha cumplido, y ayer publicó la entrada con la que alcanzaba el ansiado millar (Sex Pistols, cómo no: empezó con “Never Mind The Bollocks“, y acabó con “The Great Rock ‘n’ Roll Swindle“). 1.000 días, casi tres años de su vida: puntualmente, todas y cada uno de esas jornadas ha robado un rato a su tiempo para volcar -a veces con más ganas y a veces con un evidente hastío por esa condena autoimpuesta de forma algo absurda- sus filias y fobias musicales sobre el teclado, para que unos cuantos pudiéramos participar de ellas. Al principio, sólo se trataba de que me hacía gracia su estilo poco reverente y el escaso interés que mostraba por la sacrosanta objetividad (supongo que si sois lectores de este blog, ya sabéis que a un servidor le tira mucho más hablar de la música desde un plano emocional, totalmente subjetivo). Pero es que, por el camino y casi sin darme cuenta, me ha hecho descubrir un montón de canciones fabulosas que no conocía, me ha divertido, me ha (también) recordado que no le presto el debido interés a las músicas no occidentales -no es que tenga intención de hacerlo, a corto plazo, pero siempre está bien que le restrieguen a uno lo vastísimo de su incultura- me ha desesperado con la repetición inagotable de unos juegos de palabras malísimos, haciendo que a menudo me preguntara si es necesario ser francés para disfrutarlos, y ha convertido sus textos en, literalmente, el despertador de todas y cada una de mis mañanas en estos últimos meses. Alguna vez -muchas- comentamos sorprendidos la extraordinaria coincidencia de nuestros puntos de vista. Otras -muchas- hemos discrepado, y no han sido pocas las veces en las que mi falta de interés por el artista (¿Kasabian? ¿Quién en su sano juicio dedica una entrada a Kasabian sabiendo que es una oportunidad menos para escribir de…?) me ha impedido llegar al final de la entrada, o acabado con la consiguiente reprimenta pedante en la sección de comentarios.
El caso es que se ha acabado, y después de tanto tiempo abonado al ritual matutino de leer las entradas del blog de Fiouck, pues qué quereis que os diga, voy a echar de menos mi pequeño ritual de leo-el-post-y-luego-me-levanto. Ni tenía la (envidiable) cultura musical de un Popcasting, ni la precisión periodística del Música En La mochila de Mordoh, Moner, etc, ni el sentido didáctico que encuentro en textos pacientemente elaborados en otros blogs (no me hagáis dar nombres, cabrones, que por quedar bien con unos, voy a quedar fatal con otros), pero no podía evitar sentir simpatía por una bitácora como la suya, escrita como la mía con más pasión de fan que rigor; llena de tachaduras, contradicciones, urgencia y aseveraciones más que discutibles. Y con una constancia que, ay, envidio: sólo los que hayan intentado alguna vez escribir con cierta periodicidad para cualquier tipo de medio saben lo difícil que es mantener las ganas de hacerlo.
No le conozco, insisto. Podría ser un viejo verde, un juerguista, un macarra o un iluminado (sobre todo en lo que respecta a The Beatles, pero qué manía les tiene, qué forma la suya de ningunear a los cuatro de Liverpool). Quizás no sea nada de lo anterior, quizás -lo más probable- un poquito de todo ello. Pero oye, alguien que ama tanto la música no puede ser un mal tipo. Alguien capaz de escribir un post sobre discos durante 1000 días seguidos (sábados, domingos y fiestas de guardar incluidos) se merece, no sólo mi reconocimiento, sino también unas buenas vacaciones.
Publicado en: Greatest HitsEtiquetado: 1977, Never Mind The Bollocks, Punk, Sex Pistols, VirginEnlace permanenteDeja un comentario