Revista Cine

Identidad, esa eterna mala pécora.

Publicado el 22 julio 2013 por Alejandro Millán Zamora @AlejandroMilln2
   COMO SER JOHN MALKOVICH
       IDENTIDAD, ESA ETERNA MALA PÉCORA.
A golpe de resaca dominguera uno es capaz de extraer oro acerca de nuestro devenir como especie, las neuronas transitan a un ritmo lento en el cual uno se ve tan cerca del clímax físico definitivo que resulta casi obligatorio dar rienda suelta a ese tipo de paz espiritual y mental (jaquecas aparte) que nos invade de los pies a la cabeza... o quizá es que a mi el alcohol me obsequia y cultiva la inspiración (esa eterna promiscua) y no termino de ser todo lo raro que en realidad se me considera en mis más cercanos círculos sociales, si miro al espejo soy consciente de lo que ese don nadie puede hacer, pero no de lo que es en realidad, pienso, muchos son los siglos de distancia que separan épocas como las del paleolítico de nuestra sociedad contemporánea y también pienso, que no es tanta esa reconocida evolución como animal desarrollado cuando una persona puede llegar a fantasear, e incluso soñar, con la mera idea de traspasar todo su espíritu (por decirlo de un modo reconocible...) a las órbitas del vecino, sea cual fuere la causa: envidia, éxito, sexo o simplemente, el desprecio hacia su desalentador progreso emocional y profesional como juguete de un destino que en ocasiones, no es si no otra cosa que la justicia divina de un caos constante que enlaza con el transcurrir de identidades sin nombre y consecuencias sin orden, formando un desconocido, y sin duda humorístico, periplo denominado "vida".
   IDENTIDAD, ESA ETERNA MALA PÉCORA.
Ahora bien, situemos a John Malkovich en nuestro campo de visión, un actor desconocido para el americano de a pie (al menos por entonces, incluso habiendo trabajado en proyectos de prestigio como "Las amistades peligrosas") que acostumbra a no querer saber que clase de artistas se encuentran detrás del telón de la élite del "star-system", lo que casi equipararía a un don nadie de talento innato sin el reconocimiento que en verdad merece, ahora, situad a un titiritero fracasado, de cuya frustración solo son testigos las marionetas que labra el mismo, situemos también a una mujer cuya preocupación hacia su mascota es mayor ante la indiferencia sobre el estado emocional por el que su pareja está pasando, condenados ambos a la renuncia de generosidad cotidiana, y por último, situemos a una empleada sexy y segura de sus dotes que muestra una mayor indiferencia hacia el titiritero protagonista del relato, y de su constante y perseverante acoso.

         IDENTIDAD, ESA ETERNA MALA PÉCORA.

Situados todos ellos, a Spike Jonze no le va a costar trabajo revolver los entresijos de sus más bajos instintos para intercalar todas sus miserables aspiraciones con un argumento de ficción cuyo mecanismo brilla por su falta de pretensión y complejidad, haciendo uso de él para revelarnos según que y según cuando, sin contar las distintas motivaciones que llevan a cada uno de sus personajes a pasar por ese escurridizo y misterioso túnel, las distintas y aberrantes situaciones que podemos llegar a provocar cuando nos creemos en derecho de tomar posesión de algo que nunca ha sido nuestro para mutarlo y camuflar las flaquezas que nos definen, claro que, va más allá de todo esto, Spike se sumerge de forma natural en las trincheras de cada una de sus criaturas y sacude toda su amplia gama de egos y ambición en contra de cualquier tipo de "buena dicha" que pudiese presentárseles, convirtiendo todo este gran monólogo en una broma desquiciada y genuina hasta el límite sobre, en resumen, el pateticismo de nuestra raza y sus anhelos.


  
IDENTIDAD, ESA ETERNA MALA PÉCORA.  

Donde otros muchos autores siguen tratando de encontrar un por qué a nuestros actos, a Spike esto se la sopla, y nos da miles de ejemplos por los que dejar de sentirnos orgullosos, administrando la burla como si esta fuera la fuerza que rige todo lo que somos, y lo que nos determina en última instancia, traspasando las fronteras de un empleo y de un estatus artístico al que tarde o temprano lo consume la edad, dejando paso a un futuro que se antoja tan caprichoso como lo fue aquel pasado repleto de incerteza y rencores, con solo un signo de interrogación como legado y la súplica de un cobarde ahogando su llanto en el cloro de la piscina.
  

   IDENTIDAD, ESA ETERNA MALA PÉCORA.

Momento Malkovich: solo decir... que es jodidamente Malkovich, como Charlie Sheen hablando de tríos místicos.


  
IDENTIDAD, ESA ETERNA MALA PÉCORA.

Y como despedida "Amphibian" de Björk, sublime.

NOTA: 10/10

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