Un niño todavía es capaz de jugar con las manecillas del reloj y hacerlas retroceder por las horas que ya habían marcado, pero un adulto ya no puede engañar a sus sentimientos de una forma tan sencilla. Vivir aparcado en el pasado es una tarea tan imposible como detener el tiempo (la reina de las entelequias de los imposibles), ¿pero acaso no es también imposible disfrutar del amor y nos pasamos la vida reivindicándolo? Jugar a hacerse preguntas es un entretenimiento demasiado arriesgado, porque en sí mismo representa la posibilidad de no llegar a encontrar respuestas que nos ayuden a seguir viviendo día a día. De ahí, que Beni Ferreiro rasgue nuestros zaheridos ropajes que, hartos de cubrirnos, se desploman a nuestros pies para dejarnos desnudos de cuerpo y alma. El conjunto vacío es un viaje de no retorno que nos crucifica en las encrucijadas del destino, y cual guillotina que nos aguarda en cada esquina, nos hace comenzar desde cero una y otra vez. La imposibilidad del conjunto vacío en nuestras vidas es la certeza que nos atenaza cuando somos conscientes que no podemos volver a empezar de cero, porque somos víctimas de nuestros recuerdos. Sin embargo, el espacio en blanco que puebla el olvido, aún se muestra lejano y esquivo para las mentes más jóvenes que, hoy más que nunca, sueñan con un mundo mejor; un mundo en el que el talento tenga su recompensa, y donde el amor nos ayude a disfrutar de una tregua, tan sólo una… que nos invite, esta vez sí, a empezar de nuevo.
Igloo nos disecciona el mundo en este conjunto vacío de la forma en la que sólo lo haría una mente inquieta que quiere saber por qué. La apuesta musical básicamente es la misma, guitarras que rugen y arañan el poso de nuestros recuerdos más oscuros y los ilumina cual rayo que se abre camino en la espesura de una densa selva. La limpieza de un sonido, oscurecido por la realidad más áspera y nada virtual que les está tocando vivir, ya se hace fuerte en el tema que abre el disco, La máquina de fabricar relámpagos, pues es un latigazo directo a la piel desnuda: “dispuestos a ser sinceros que vuelen cabezas y miembros”. Una línea argumental que se reproduce también en Han solo, canción elegida como primer single, y tema que mejor ensambla con la pureza de unas guitarras que, en su anterior trabajo Infinito 3, eran sencillamente mágicas, lo que no quiere decir que en este El conjunto vacío no ocurra, pero Igloo, conscientes del paso del tiempo, han vertido un reflejo de madurez sobre su música para plasmarla de una forma menos inocente. Todos los días amanece es la muestra de que los sueños no siempre son ecuaciones sin resolver, y una canción, donde la sensibilidad que Igloo es capaz de expresar es digna de admiración, pues los ecos de las guitarras son capaces de romperte el corazón por muy endurecido que lo tengas; sin duda, un medio tiempo majestuoso y casi sublime “todas las cosas que ya no vivirás…/ te has dejado el estómago en un punto de inflexión, empieza de cero”. Algo parecido sucede con Sinatra, pero en versión más rítmica y con un estribillo para los anales de la música indie española: “como en aquel disco de Sinatra/ el otoño anuda tu garganta”. Sinatra es una canción llamada a ser el próximo single del disco por su prontitud y el acierto que nos muestra a la hora de expresar que la esperanza todavía es posible.
Halloween vs Samaín está teñida de sonidos pregrabados con un calado futurista cacofónico que nos retrotrae a imágenes que ya hemos visto en el cine en Blade runner, pues quizá sea el tema menos Igloo del disco por su mezcla de intenciones. Un bucle sonoro que no se aclara en Todo, y que incide en un sonido a lo Aviador Dro de cariz más metálico y que nos lleva a pisar terrenos intergalácticos. Un espacio de pruebas que nos lleva a Canción para el fin del mundo, toda una declaración de intenciones y ajuste de cuentas inter-generacional: “si en verdad se acaba el mundo lo esperaremos desnudos”, y que perfectamente se funde con EX, un término que ensalza el carácter etéreo en la búsqueda de un sonido mucho más cercano al brit pop. EX lo es todo y nada a la vez, como mejor forma de expresar un estado de ánimo. Ecuación más que acertada que nos lleva a resolver la incógnita que se nos plantea con Mi gran evasión, una canción en la que los sonidos se vuelven más sucios, pero no menos intrépidos y teñidos por una urgencia se impone y que nos devuelve a los más auténticos Igloo en HADA, pues de nuevo reconocemos ese gusto por las melodías en las que se suceden los ecos pretéritos y futuros de unas guitarras contundentes.
En definitiva, Igloo 04, El conjunto vacío es una muestra sobresaliente más de los tiempos que vivimos, donde los artista jóvenes expresan esa angustia existencial que no es capaz de detener el tiempo antes de caer al abismo.
Reseña de Ángel Silvelo Gabriel.