
Se ha cumplido un año de la declaración de la dieta mediterránea como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por parte de la UNESCO. Y su celebración no ha estado exenta de polémica. Al poco tiempo de publicarse la composición de la nueva pirámide saltaron las alarmas y rumorologías sobre la posición que el vino ocupa en ella, o mejor dicho, la que no ocupa. Tal fue la magnitud del asunto que el presidente de la Fundación Dieta Mediterránea, Lluís Serra, tuvo que desmentir públicamente las declaraciones que de él se comentaban sobre la exclusión del vino. Entre tanto nubarrón me puse personalmente en contacto con él para que me aclarara el embrollo. “Nunca dije eso”, comentó refiriéndose a que se había eliminado el vino en la nueva configuración de la dieta mediterránea por presiones de los países árabes y para tratar de buscar un consenso mundial donde en muchos países estaba prohibido su consumo de alcohol por motivos religiosos.
El lugar del vino
Más allá de la polémica y de la importancia que tenga el gráfico piramidal como respuesta a la complejidad de un difícil consenso internacional, la famosa pirámide se actualiza para adaptarse al estilo de vida actual. Así, en la base de la pirámide se recomienda llevar una vida saludable: actividad física diaria, descanso adecuado y convivencia. Además de apostar por los productos tradicionales, locales y respetuosos con el medio ambiente, la biodiversidad y estacionalidad. ¡Y actividades culinarias! Es decir, lo que hacemos todos a diario: trabajar con toda seguridad más de ocho horas, dormir poco y mal, soportar a los compañeros de trabajo, ir al súper a por congelados, porque lo fresco dura un suspiro en la nevera, intentar comprar algo en temporada con cierto sabor y confiar que el fabricante respete el medio ambiente y, por tanto, que lo que comamos no nos contamine demasiado. El vino acompaña, y de buen agrado, lo que imponen las estanterías convencionales y la industria de la alimentación. Y para darle sabor y aroma a productos en muchos casos insípidos y de “obsolescencia programada”.
Más que tomar vino con moderación hay que hacerlo con responsabilidad. Para mí, lo que los demás tengan por costumbre me parece estupendo y, obviamente, lo respeto. Igual que espero que un vegetariano respete mi adicción carnívora. Quizás sea un sueño que la copa de vino se sitúe al lado de las infusiones, el agua o el aceite de oliva porque reconozco que el tema del consumo de alcohol es complejo y muy polémico. Pero mientras sueño, pienso en la frase de Siniestro Total, “hermano bebe que la vida es breve”. E intento hacerlo con responsabilidad.
Fuente: 7 Caníbales (Cristina Alcalá)