Revista Educación

Inclusión Ética y de la Sexualidad: fundamentos, pedagogía y técnicas de enseñanza.

Por Jorge Prioretti @priotty

En nuestra teoría de inclusión multidimensional e integral presentamos una síntesis sobre la inclusión que considera a la persona libre y orientada por valores para ser una persona plena, ciudadano comprometido y profesional responsable.

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Libertad, Valores y Persona[1]

Esta inclusión es importante en la educación ya que su fundamento son los valores. Cada materia que se enseña tiene un objetivo en torno a un valor: intelectual, físico, artístico, etc. Pero el objetivo primordial de la escuela son estos valores que afectan a la persona toda: “Ser un buena persona” (ver Una mala persona no llega nunca a ser buen profesional – Howard Gardner, neurocientífico; autor de la teoría de las inteligencias múltiples). El educando que quiere realizarse tiene que optar libremente por los valores, asumirlos y encarnarlos en su obrar para su realización como persona total.
El gran objetivo de la educación es quizás que el educando aprenda a ser siempre él mismo mediante el esfuerzo incesante y generoso de las opciones libres orientado por los valores para ser una persona plena, ciudadano comprometido y profesional responsable.

I.- La libertad en la vida humana.

  1. El bien de las cosas y valores.

Conocemos el concepto de valor en cuanto vivimos una sociedad capitalista que a todo le damos un valor monetario. Todo tiene un precio decía alguien por allí. Algo parecido son los valores de las cosas, de las circunstancias, etc., pero no monetario.

¿Qué son los valores? ¿Qué es lo que hace que las cosas resulten valiosas?

Las cosas están “revestidas de bien” y por eso merecen nuestra estima, nos agradan, nos resultan útiles, bellas, amables, saludables, deseables, nos sirven, nos colman…
Los valores no son puramente subjetivos tiene su fundamento en el bien de las cosas. El valor, para existir, tiene que encarnarse en el ser y este ser es un bien para nuestra voluntad. Por lo tanto, las cosas poseen una utilidad, su importancia; y de parte de nosotros, la necesidad y la estimación (el a-precio).
Esta combinación hacen del VALOR capaz de sacar al hombre de su indiferencia y provocar en él una actitud de estimación: necesidades vitales, intelectuales, afectivas, estéticas, etc.

2.- Valores éticos y la libertad

Algunos valores perfeccionan al hombre en algún aspecto de su personalidad: inteligencia, afectos, físicamente, etc., pero no lo convierte en “hombre bueno” u “hombre malo”.
Existen otros valores que afectan a la persona en su totalidad, valores que le llevan a una realización plena de su existencia. Son los valores éticos, valores por los cuales el hombre se hace hombre bueno, o buena persona, una persona que se va realizando como tal.

Esto es importante en la educación ya que su fundamento son los valores. Cada materia que se enseña tiene un objetivo en torno a un valor: intelectual, físico, artístico. Pero el objetivo primordial de la escuela son estos valores que afectan a la persona toda: “Ser un buen educando”

Los valores éticos suponen la libertad. Pues yo elijo. Los valores éticos provocan la obligación, del “tú debes”, en una paradoja de que “mi libertad no es libre” para rechazarlos si quiero mi realización personal. Esto es debido a que si somos personas y afectan a la realización de su existencia como tal nos debemos a ellos, estamos sujetos a asumirlos para realizarnos humana y comunitariamente. Sin embargo, y a pesar de este “yo debo” mi libertad no está afectada para decidir lo contrario.
Con respecto a los otros valores que afectan parte de nuestro ser al nivel teórico, artístico, técnico, etc., “nuestra libertad es libre” de elegir de acuerdo a su vocación.

3.- La opción por los valores.

El hombre que quiere realizarse tiene que optar libremente por los valores, asumirlos y encarnarlos en su obrar.
Si estos valores éticos son necesarios para nuestra realización como persona total, ¿qué sentido tiene la libertad? ¿Por qué no estamos autodeterminados, por naturaleza, a ellos? Quizás porque nuestra naturaleza es libre y sin el ejercicio de ella no hay autorrealización. No seríamos proyecto de vida o nuestra vida no sería un proyecto, seríamos naturalmente determinados como el animal y sus instintos, como la piedra y su forma. Solo elegiríamos que comer y que profesión tener.
Esta es nuestra “angustia existencial“, y ella radica especialmente en que debe cargar con nuestro propio destino, sin que esa carga le ayude nadie a llevarla. “La voluntad hace al hombre dueño de sí, aunque no de un modo absoluto; en esto consiste el hecho de nuestra libertad. Y por esta libertad, con sus limitaciones, adquiere la vida humana su significado personal y responsable“.

II.- La persona como valor absoluto.

De todo lo analizado sobre persona podemos resumir:
La persona es un ser único, irrepetible, dado de interioridad autoconciencia y libertad, y destinado a la comunión; es decir, es un sujeto que existe corporalmente con otros en el mundo, para realizarse con ellos en la historia, personal y comunitariamente, responsablemente libremente frente a los valores, frenee a las demás personas.
“El hecho de que sea enteramente un sujeto de derechos desde la cuna, incluso desde el seno materno, no debe hacernos olvidar que cada uno de nosotros debe siempre llegar a ser él mismo mediante el esfuerzo incesante y generoso de las opciones libres[2].
El hombre es totalmente original frente al resto de la realidad. “La lengua misma lo distingue: algo y alguien, nada y nadie, qué y quién. Es lo que ha llevado a la pareja de conceptos cosa y persona”[3].
El fundamento lo sintetiza Rahner: “El hombre es persona que consciente y libremente se posee. Por tanto, está objetivamente referido a sí mismo, y por ello no tiene ontológicamente carácter de medio, sino de fin; posee, no obstante, una orientación hacia personas, no ya hacia cosas (que más bien están orientadas hacia personas). Por todo ello le compete un valor absoluto y, por tanto, una dignidad absoluta”[4].

a. Nuestra dignidad radica en la autoconciencia y en la autodeterminación y hacen posible la autocomunicación o sociabilidad. Es un sujeto que consciente y libremente “se posee”, que goza de AUTOPOSESION.

El valor absoluto de la persona abarca tres núcleos que no pueden ser desconocidos sin serias consecuencias éticas:

  • El primer núcleo es el valor del individuo, del “yo”. Cada uno de nosotros es único, insustituible, irrepetible.
  • Somos interioridades abiertas, destinadas a la comunión.
  • Por último, las estructuras o “mediaciones” éticas del individuo y de la alteridad. Las mediaciones políticas, económicas, culturales, etc., condicionan enormemente la realización individual y social de las personas, influyen decisivamente en la construcción de la historia humana, por tanto, tienen que ser objeto de nuestro compromiso.

La persona dotado de libertad y con ella cada uno tiene que ir creando un “estilo de vida” original, único, tiene que “optar por una forma determinada de conducta en función de lo que pretenda realizar con su vida”[5].
Al introducirnos en el tema de la libertad, dijimos que ocupa un lugar de privilegio los valores éticos. Esto no perfecciona al hombre en un solo sector de su personalidad, haciendo de él un buen artista, un buen técnico, un buen deportista, etc., sino que lo afectan globalmente, haciendo de él un “hombre bueno o malo”. Los valores morales, sin forzar la libertad, se imponen al sujeto desde dentro y provocan la experiencia de la obligación.
Así como los valores estéticos despiertan la admiración, de modo semejante el hombre ante los valores morales, ante el bien o el mal ético, siente la obligación de cumplirlo o evitarlo, si quiere realizarse como persona. Así, pues, los valores morales, que la razón va descubriendo, señalan el cauce por donde ha de orientarse la libertad para que el hombre consiga lo que debe ser.
El supremo valor es la persona. Ya hemos señalado antes y la razón, “por mucho que valga un hombre, nunca tendrá valor más alto que el de ser hombre”, ha escrito Antonio Machado.

III. El hombre es sexuado.

Cuando hablamos de hombre hacemos referencia al varón y a la mujer. En hombre ser-en-sí es varón o mujer. Cada uno con características corporales y psicológicas distintas.
Con respecto a esto debemos tener en cuenta lo siguiente:

  1. Tener en cuenta la finalidad inscrita en la misma naturaleza biológica. La facultad sexual exige alteridad y complementariedad de sexos.
  2. Sobre todo se ha de tener presente que la sexualidad pertenece a persona destinada a realizarse en una relación interpersonal.

Éticamente, entendiendo al sexo como valor debe considerar que como el cuerpo humano, penetrado de subjetividad, goza de la misma dignidad de la persona, en la relación sexual no debe ser manipulado, tratado como objeto. Los objetos se utilizan, los sujetos se aman. Usar al otro, dominarlo, gozar de él sin amarlo, es egoísmo y frena el desarrollo recíproco de la personalidad.

Hay que aprender a amar dándose al otro, pero sin poseerlo.
Es importante considerar que:

  • La sexualidad humana es un lenguaje de amor y tiene que atenerse a las reglas de juego del lenguaje: si no expresa el amor se convierte en una mentira trágica.
  • La sexualidad no es un asunto que se agota entre dos personas; tiene una innegable dimensión social e implica un compromiso con la sociedad. “También los ‘otros’ cuentan en el momento de pensar sobre la regulación ética del comportamiento sexual”[6].
  • Los condicionamientos socio-económico-políticos influyen decisivamente en el ejercicio de una sana sexualidad.

Aplicando estos conceptos concluimos que:

La escuela educa en libertad y para una libertad responsable orientada por los valores.

  • La escuela educa al educando para el trabajo o para un estudio superior. En estos casos el educando elegirá libremente una u otra cosa. Elegirá el tipo de trabajo o el tipo de estudio a seguir. Estos no son valores éticos, el alumno es libre de optar por una u otra cosa. La orientación profesional es un aspecto que debemos integrar en las escuelas.
  • Pero lo principal es que la escuela educa especialmente en aquellos valores éticos que lo transforma en una buena persona. Esto es indispensable para una buena participación democrática, ciudadana y buen padre de familia.
  • Incluso el régimen de convivencia debe estar centrado en valores. Las mismas sanciones deben estar motivadas para la adquisición de valores.
  • Educar en libertad lleva a una forma participativa del alumno en la escuela, a una nueva forma de vincularnos con el educando, de saber escucharlos y de democratizar un poco más la estructura escolar.
  • Educar en libertad es saber incluir temas de interés que les inquieta por su situación adolescente y que ellos mismo sepan investigar.

La escuela educa en teniendo en cuenta el hecho humano de la sexualidad.

  • Debe orientarse al educando en una sexualidad responsable, centrada en el amor.
  • Proyectada hacia un fin transcendente. Para saber ser buen esposo y padre. Para saber elegir un compañero de vida.
  • Explicar las características bio-siquicas del ser-mujer y del ser-varón.
  • La sexualidad es una forma particular y profunda del ser-tú, de alteridad. El otro es un fin y no un medio de uso y satisfacción.

IV. Pedagogía de la persona libre y guiada por valores[7].

  1. La Dimensión Ética. Pedagogía de los Valores.

Cada materia que se enseña tiene un objetivo en torno a un valor: intelectual, físico, artístico, etc. Pero el objetivo primordial de la escuela son estos valores que afectan a la persona toda: “Ser una buenapersona”. El educando que quiere realizarse integralmente tiene que optar libremente por los valores, asumirlos y encarnarlos en su obrar para su realización como persona total.
El gran objetivo de la educación es quizás que el educando aprenda a ser siempre él mismo mediante el esfuerzo incesante y generoso de las opciones libres orientado por los valores para ser una persona plena, ciudadano comprometido y profesional responsable.
Vivimos tiempos de un total relativismo ético, en los que se impone el pragmatismo de la moral acomodaticia del todo vale. El valor y el antivalor se confunden. Cada uno decide lo que es bueno y lo que es malo. El fin justicia los medios. La eficacia en la productividad y la ganancia se convierten en el criterio definitivo de bondad. Lo que es eficaz es necesario; lo que se puede hacer, se debe hacer.
En este contexto, la formación de la dimensión ética debe garantizar las competencias necesarias para que los educandos sean capaces de analizar éticamente los acontecimientos y sucesos, conozcan los valores esenciales y afiancen sus vidas sobre ellos.
Competencias para que puedan responsabilizarse de sí mismos y contribuir con su conducta a la gestación de un mundo mejor.
Competencias para superar el relativismo ético imperante que les posibiliten juicios apropiados y la autorregulación de sí mismos. Competencias para rechazar los antivalores (egoísmo, intolerancia, racismo, violencia, opresión, injusticia…) que siembran la discordia e impiden un mundo de justicia y verdadera paz. Competencias para enjuiciar y superar el sistema económico excluyente y promover una economía justa y solidaria que tenga como objetivo esencial el desarrollo de la persona, de todas las personas, y no el mercado.
Para desarrollar la dimensión ética y lograr estas competencias, se requiere de una auténtica pedagogía de los valores.
La pedagogía de los valores exige, en primer lugar, la clarificación colectiva por parte de los miembros de la comunidad educativa de aquellos valores que consideran esenciales. En segundo lugar, el compromiso de educadores y miembros de la familia de esforzarse por vivir dichos valores. La pedagogía de los valores debe integrar el pensar, el sentir y el actuar. Los principios éticos no sólo deben ser enunciados, sino personalizados como principios de vida.
La pedagogía de los valores exige que cada educador asuma que es fundamentalmente maestro de humanidad, formador de personas. Los educandos no sólo aprenden de sus educadores, sino que aprenden a sus educadores, pues si bien uno explica lo que sabe o cree saber, uno enseña lo que es, y esto no tanto por lo que decimos o proclamamos, sino por lo que hacemos y somos.
La pedagogía de los valores implica que coincida el currículo explícito con el currículo oculto. Si buscamos y pretendemos alumnos respetuosos, solidarios, cooperadores…, el ejercicio educativo debe ser respetuoso, solidario, cooperativo…De ahí que el énfasis educativo no puede estar en educar para, sino en educar en: educar en el respeto, la solidaridad, la cooperación, en breve, en los valores que aspiramos conseguir. Lo que hacemos no puede contradecir lo que pretendemos. No lograremos alumnos cooperativos y solidarios, por mucho que proclamemos que es nuestro objetivo, sino siendo nosotros, los educadores, cooperativos y solidarios.
De ahí la necesidad de concebir y estructurar los centros educativos como comunidades de vida, de participación, de diálogo, trabajo y aprendizaje compartido, de tolerancia, respeto, honestidad y responsabilidad.
Comunidades educativas en las que se aprenden los valores porque se viven, porque se participa, se construyen cooperativamente alternativas a los problemas individuales y sociales, se fomenta la iniciativa, se toleran las diferencias, se integran las diferentes visiones y propuestas, se respira un aire que alimenta la honestidad, la gratuidad, el servicio, la cooperación, la solidaridad. Se trata, en definitiva, de estructurar nuestros centros educativos como pequeños microcosmos de la sociedad transformada que buscamos.

  1. La Dimensión de la libertad. La responsabilidad libre frente a los valores.

Bergson afirmó “la libertad es un hecho y entre los hechos que se comprueban es el más evidente” (BERGSON H., “Essai sur les données ¡mmediates de la conscience”, Paris, 1936, p. 169.) es una experiencia fundamental de nuestra existencia humana.
Estamos en constantes decisiones, vivimos decidiendo, estamos condenados a decidir. A veces el tener que elegir nos atormenta. Por eso, tenemos la experiencia de ser libres: nos enfrentamos constantemente a nuevas decisiones, en las cuales tenemos que optar por esta o aquella acción, por este o aquel valor que nos sale al paso reclamando una respuesta. Cuando decidimos algo, lo hacemos con la convicción de que podríamos decidir algo distinto.
La persona es un ser único, irrepetible, dado de interioridad autoconciencia y libertad, y destinado a la comunión; es decir, es un sujeto que existe corporalmente con otros en el mundo, para realizarse con ellos en la historia, personal y comunitariamente, responsablemente libremente frente a los valores, frenee a las demás personas.
“El hecho de que sea enteramente un sujeto de derechos desde la cuna, incluso desde el seno materno, no debe hacernos olvidar que cada uno de nosotros debe siempre llegar a ser él mismo mediante el esfuerzo incesante y generoso de las opciones libres” (JERPHAGNON L, “Qué es la persona humana”, Barcelona, 1969, pp. 126-127).
El fundamento lo sintetiza Rahner: “El hombre es persona que consciente y libremente se posee. Por tanto, está objetivamente referido a sí mismo, y por ello no tiene ontológicamente carácter de medio, sino de fin; posee, no obstante, una orientación hacia personas, no ya hacia cosas (que más bien están orientadas hacia personas). Por todo ello le compete un valor absoluto y, por tanto, una dignidad absoluta” (RAHNER K., “Dignidad y libertad del hombre”, Escritos Teológicos, II, Madrid, 1962, p. 256).
La persona dotado de libertad y con ella cada uno tiene que ir creando un “estilo de vida” original, único, tiene que “optar por una forma determinada de conducta en función de lo que pretenda realizar con su vida” (LÓPEZ AZPÍTARTE E., “Diez ideas claves para una pastoral de la ética cristiana”, en rev.SaiTerrae, Julio-agosto de 1988, n9 7/8, p. 492).
En el tema de la libertad ocupa un lugar de privilegio los valores éticos. Esto no perfecciona al hombre en un solo sector de su personalidad, haciendo de él un buen artista, un buen técnico, un buen deportista, etc., sino que lo afectan globalmente, haciendo de él un “hombre bueno o malo”. Los valores morales, sin forzar la libertad, se imponen al sujeto desde dentro y provocan la experiencia de la obligación.
Así como los valores estéticos despiertan la admiración, de modo semejante el hombre ante los valores morales, ante el bien o el mal ético, siente la obligación de cumplirlo o evitarlo, si quiere realizarse como persona. Así, pues, los valores morales, que la razón va descubriendo, señalan el cauce por donde ha de orientarse la libertad para que el hombre consiga lo que debe ser.
El supremo valor es la persona, “por mucho que valga un hombre, nunca tendrá valor más alto que el de ser hombre”, ha escrito Antonio Machado.

  1. La Dimensión sexual. El valor del sexo.

Cuando hablamos de hombre hacemos referencia al varón y a la mujer. En hombre ser-en-sí es varón o mujer. Cada uno con características corporales y psicológicas distintas.
Con respecto a esto debemos tener en cuenta lo siguiente:

  1. Tener en cuenta la finalidad inscrita en la misma naturaleza biológica. La facultad sexual exige alteridad y complementariedad de sexos.
  2. Sobre todo se ha de tener presente que la sexualidad pertenece a persona destinada a realizarse en una relación interpersonal.

Éticamente, entendiendo al sexo como valor debe considerar que como el cuerpo humano, penetrado de subjetividad, goza de la misma dignidad de la persona, en la relación sexual no debe ser manipulado, tratado como objeto. Los objetos se utilizan, los sujetos se aman. Usar al otro, dominarlo, gozar de él sin amarlo, es egoísmo y frena el desarrollo recíproco de la personalidad.

Hay que aprender a amar dándose al otro, pero sin poseerlo.
Es importante considerar que:

  1. La sexualidad humana es un lenguaje de amor y tiene que atenerse a las reglas de juego del lenguaje: si no expresa el amor se convierte en una mentira trágica.
  2. La sexualidad no es un asunto que se agota entre dos personas; tiene una innegable dimensión social e implica un compromiso con la sociedad. “También los ‘otros’ cuentan en el momento de pensar sobre la regulación ética del comportamiento sexual” (VIDAL M., “Familia y valores éticos”, Madrid, 1986, p. 106.).
  3. Los condicionamientos socio-económico-políticos influyen decisivamente en el ejercicio de una sana sexualidad.

V. Didáctica de una inclusión histórica y vocacional.

  • Diálogo Socrático.
  • Debate de casos de dilemas éticos o noticias sobre que generen un análisis ético: situaciones sociales, otras que tenga como centro la sexualidad, etc.
    • Casos reales para debatir: Este trabajo, compuesto por 80 casos de estudio en ética, con sus respectivo análisis, desenlace, comentario y conclusión, más 20 casos planteados para el análisis de profesores y estudiantes, brinda una selección de situaciones, en su mayoría reales, narradas por personas que en su cotidianidad han observado cómo los seres humanos vivimos en medio de una fuerte tensión entre el deseo de hacer las cosas bien, con un claro aporte a la humanidad y la tentación de las cosas mal hechas, que, consciente o inconscientemente, van deteriorando el ambiente laboral y las relaciones personales y lesionando a la sociedad.
    • Cuatro problemas éticos de la vida cotidiana

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[1]Gastaldi, Ítalo, El hombre Un misterio, Ed. Don Bosco,

[2]JERPHAGNON L, “Qué es la persona humana”, Barcelona, 1969, pp. 126-127.

[3]MARÍAS J., “Dos imágenes sobre el hombre”, “El país”, Madrid, 20 de marzo de 1979, p. 11.

[4]RAHNER K., “Dignidad y libertad del hombre”, Escritos Teológicos, II, Madrid, 1962, p. 256.

[5]LÓPEZ AZPÍTARTE E., “Diez ideas claves para una pastoral de la ética cristiana”, en rev. Sai Terrae, Julio-agosto de 1988, n9 7/8, p. 492.

[6]VIDAL M., “Familia y valores éticos”, Madrid, 1986, p. 106.

[7]Colección programa internacional de formación de educadores populares, La educación popular y su pedagogía – Federación internacional Fe y Alegría.


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