Inteligencias múltiples

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Hace unos días, todo el planeta se enteraba de que Alejandro Sanz paraba uno de sus conciertos para afear la conducta a un posible maltratador y Risto Mejide le alababa el gesto. Ríos de tinta corrieron al respecto. Que ambos, como hombres, se palmeaban la espalda pero perpetuaban patrones y bla, bla, bla.

Entre tanta literatura, encontró una joyita, que mire usted por dónde, le reconcilió con la teoría de las inteligencias múltiples de Howard Gardner. En algún sitio leyó que hubo un tiempo en que las mujeres eran consideradas simplemente como hembras. Y no les habla del Medievo. Les habla de su madre, de su abuela, de su vecina.

Su madre no tuvo opción, como hija de la posguerra y con el catón como única escuela, a un desarrollo profesional y plantearse quien quería ser. Alguien con o sin hijos. O si quiera cuándo tenerlos. Y, jugando, jugando, un día se descubrió criando a cuatro.

La generación de su madre es una generación de supervivientes, de currantes, de guerreras. Por fin alguien, como el eminente profesor de Harvard y flamante Príncipe de Asturias, les dota no de una inteligencia sino de muchas de ellas.

Gardner defiende que existen 8 tipos de inteligencia nada menos. A saber: la lingüística, la lógica-matemática, la visual espacial (que permite interpretar un mapa), la musical, la corporal (danza, deportes), la interpersonal, la intrapersonal y la naturalista (observación y clasificación del entorno). Su madre, la supera en todas ellas.

Al principio, pensó que si esta teoría era como una examen de la Escuela Oficial de Idiomas y tenía que puntuar en todas ellas, la que suscribe estaba jodida. Pero resulta que no. Que todos somos inteligentes a nuestro modo, como también mantiene Sir Ken Robinson. Ahora solo falta que se interiorice el mensaje y que el sistema educativo obre en consecuencia.