Al igual que el director de la película que hoy nos ocupa, yo también leí la novela It de adolescente. Y, al igual que a él, a mi también me marcó profundamente. Sentí verdadero pánico durante su lectura, hasta el punto de que 15 años después aún recuerdo los escalofríos que recorrieron mi cuerpo. Durante el mismo instante en el que lo leía supe que me hallaba ante un clásico de la literatura de terror; me atemorizaba enormemente la idea central del libro: que una entidad maligna, capaz de metamorfosearse en cualquier cosa, se alimentase de los miedos más recónditos de unos niños para torturarlos sin piedad. Uno de los aspectos por los que más conecté con esta obra magna de Stephen King fue, más que por el terror en sí, por la parte intimista del relato; por cómo todos los niños, llevando a la máxima potencia el concepto de amistad, se unen para superar sus miedos, hacer frente al monstruo y pasan de ser unos Perdedores a unos Ganadores. Porque It es una novela terrorífica, sí, pero también entrañable, tierna y por momentos incluso divertida. Y esto es lo que la convierte en algo especial.
La versión que se hizo para televisión del aclamado best seller me encantó y no se me caen los anillos por reconocerlo. Soy un ferviente defensor de esa miniserie – a pesar de la mala prensa que tienen las miniseries, en ocasiones injusta-. Me parece todo un clásico del cine de terror, muy superior a películas supuestamente de primera división, de esas que se estrenan directamente en pantalla grande. El It de 1990 plasmaba de manera soberbia las más de 1.200 páginas de la obra de King, respetando enormemente el espíritu y la filosofía del libro, condensando en 3 horas un universo que para otro director hubiera resultado absolutamente inabarcable. Además, y esto es lo más importante, dejó un valor icónico incalculable. Esto es, un buen puñado de estampas/escenas imposibles de olvidar para el amante del terror y que varias décadas después, aún permanecen en el recuerdo, casi todas protagonizadas por el gran Tim Curry, el encargado de dar vida al malvado payaso Pennywise. Es precisamente en este aspecto, y sólo en este aspecto, dónde sale perdiendo el remake de Andrés Muschietti, porque por todos lo demás iguala, incluso en muchos aspectos mejora, a la película original.
En efecto, el nuevo payaso no es tan terrorífico como el de 1990. Esto es un hecho indiscutible. ¿Significa que por eso haya que menospreciar la obra de Muschietti? En absoluto. En It los verdaderos protagonistas siempre han sido los niños y en este aspecto la nueva It no tiene nada que envidiar a su predecesora. El elenco de niños se compenetra tan bien, son tan buenos actores y tienen tanta química entre ellos, que no tienes más remedio que creértelos. La clave para que la película funcionara eran ellos, máxime si tenemos en cuenta que en esta nueva versión se prescinde por completo de la trama adulta que sí existía en el primer film, para centrarse única y exclusivamente en los niños, que son los que al fin y al cabo llevan todo el peso del film. Son estos siete chavales los que en pleno verano de 1989 en la localidad de Derry deberán unir sus fuerzas para enfrentarse a un ser infernal que cada 27 años aterroriza a la ciudad. Cada niño tiene una historia detrás, un miedo que le atormenta, y eso está perfectamente reflejado en la pantalla; cada uno de ellos vive su particular episodio de horror individual, tal y como ocurría en la miniserie original, sólo que esta vez todo es más grande, con más presupuesto y medios -sirva la escena del lavabo, absolutamente mastodóntica en esta nueva versión, como ejemplo-. El buen hacer del director podría haber quedado ensombrecido si hubiera abusado de los golpes de efectos, trucos mil veces vistos y recursos facilones, pero nada más lejos de la realidad. La película da miedo de verdad porque la historia en sí es terrorífica.
Respetando en todo momento la esencia, el alma de su material de partida, el director exprime al máximo los 135 minutos de metraje, ofreciendo una obra depuradísima, donde cada segundo es vital para el desarrollo de la historia. Al igual que en Mamá, la obra con la que Andrés Muschietti estremeció al mundo hace 4 años, en It se vuelve a poner de manifiesto que estamos frente a un cineasta con un talento visual considerable, que se toma muy en serio lo que está contando. El resultado es un film diabólicamente entretenido, lleno de ritmo, con vocación de llegar al gran público, sí, pero manteniendo ese aroma, ese espíritu intimista que tanto nos gusta a los fans de la novela original. Lo firma alguien enamorado de la obra original, y eso se nota, se respira en cada secuencia, en cada plano. Falta por ver si el segundo capítulo del film, centrado en los adultos que casi 3 décadas después de unen para volver a derrotar a la criatura maligna, iguala en calidad a esta primera parte. El reto es mayúsculo.