Jazz de academia con sonido callejero

Max Schreiner Trío junto a Riccardo Lombardo en la Sala Experimental del Teatro Zorrilla. Foto de Eduardo R. Salgado

El Max Schreiner Trío, junto a Riccardo Lombardo, practica un tipo de jazz fresco, que incluso parece sencillo, pero detrás de su espontaneidad en el escenario, la apabullante técnica de esto grupo de músicos y su alma de swing, demuestran que la academia sumada a la improvisación es el mejor de los matrimonios. Parece una contrariedad, pero cuanto mayor dominio se tenga del instrumento, mayor facilidad para acometer travesuras.

Al bajar hasta la Sala Experimental del Teatro Zorrilla, lugar del concierto, el ambiente bulle  jazz. De los altavoces se escucha cool jazz, preludio de parte de lo que luego viene. La imagen del escenario es clarividente: piano, bajo y batería. El formato de trío tantas veces repetida. Con el que Bill Evans mostraba su infatigable genio compositivo.

Es miércoles 21 de marzo y el responsable del Teatro Zorrilla presenta al combo, no sin antes mencionar, que estamos ante el primer concierto dentro del ciclo que la Asociación para la Promoción de Jazz y Músicas Creativas prepara para apoyar a las bandas vallisoletanas más interesantes.

Así se presentó al combo liderado por el pianista de origen alemán y residente en Valladolid Max Schreiner. Un  pianista de formación académica que ataca su teclado como un zagal su peonza. Juega con el piano, toca lo que el cuerpo le pide, hasta el punto de sobresaltar al único pucelano del escenario, el bajista Jesús Marcos de la Fuente. Quien saca del pasmo al público es el donostiarra Julio A. García. Un tipo de baterista de los que gusta meter un potente redoble en su sitio, justo en el lugar que debe; no todo son florituras de postín.

Max Schreiner Trío en pleno concierto. Foto: Eduardo R. Salgado

En  calidad de invitado llega otro pianista, Riccardo Lombardo. Pianista sin piano, siciliano de Palermo y miembro de la cosmopolita banda vallisoletana AzzBand. Su instrumento de hoy: la voz. No es desde luego un crooner, su voz muchas veces se la come la banda, no obstante, como instrumentista que es, cuando deja el micro se aparta del centro para dejar campo libre al trío. Que Lombardo está acostumbrado a seguir la melodía con notas y no con letras, queda claro a la tercera canción en la que deja los versos para pasarse a las sílabas sin sentido semántico, pero con todo el sentido musical. Es la técnica vocal que se conoce como scat, y que grandes como Cab Calloway la hicieron popular con su orquesta de los años 30, o como la gran diva Ella Fitzgerald que en los  40 y 50 la dotó de gran virtuosismo. Precisamente la estela de Ella se apoderó del cantante siciliano quien con su tono de voz dejaba ver una querencia por el estilo de la bossa nova. Por momentos el espectador podía percibir reminiscencias de aquella Ella Fitzgerald que practicaba virguerías con temas como One Note Samba de Carlos Jobim, el mayor representante de la bossa nova.

Hubo tiempo para casi todo, desde un estándar llevado al terreno del jazz-funk, a interpretar uno de los acercamientos del genial pianista Chick Corea a la música española de aire flamenco: Spain. Un concierto de clásicos como Thelonius Monk o Billie Holiday, sin olvidar composiciones de otros no tan conocidos como el trompetista Tom Harrell.

Para terminar, en el obligado bis, Julio exprime su bajo enseñando sus habilidades para recorrer con el descaro de un guitarrista todo el mástil e imprimir el groove final que deja en los cuerpos de los ahí presentes, la marcha necesaria para seguir asistiendo a los próximos conciertos en una de las poquísimas salas de Valladolid que ofrece música en directo.

Eduardo R. Salgado

Estudiante en 4º de Periodismo de la Universidad de Valladolid. Colaborador en el programa radiofónico: La Milana Bonita. Sección (bandas de libros).