Jordi Bernadó (Lleida, 1966) comienza el año con dos muestras que, pese a la distancia –una en la Galería Senda de Barcelona y otra en el MACUF de A Coruña–, poseen narrativas complementarias si lo que nos buscamos es hacernos una imagen global de su trayectoria e inquietudes. En ambas, la fotografía es un vehículo narrativo que juega en todo momento con la realidad. Sus panorámicas atrapan geografía y arquitectura y la ofrecen al público sin manipulaciones. La única duda es si corresponden a lo que llamamos realidad o una versión subjetiva de ésta. Jordi Bernadó no fotografía lo que vemos, sino lo que deseamos ver, ese ángulo que reinventa o hace fascinante lo ya conocido.
Jordi Bernadó, “Kryziu Kalnas”
En Senda encontramos grandes formatos, murales que gobiernan una sala acostumbrada a lidiar con obras similares, y aunque la selección de fotografías es de compleja coherencia, con ejemplos de su serie europea y tres tomas de la propia Barcelona, el conjunto se basta por sí solo para arrebatarnos el aliento tanto a nivel técnico como estético. Y más allá de los significados y ambigüedades impregnados en cada paisaje, la muestra nos recuerda que Jordi Bernadó es uno de los fotógrafos más importantes del panorama nacional y que, como bien subtitula su muestra en el MACUF, tiene a sus espaldas muchos trajines, traídas y faenas. Al respecto de esta segunda exposición, sin ser una retrospectiva, arroja más luz en el arte del simulacro que Bernadó ha desarrollado a lo largo de los años, dotando a las imágenes presentadas de una estructura episódica, un relato de sus cacerías geográficas y su posterior entrega a un público que no ha de preocuparse de otra cosa más que de disfrutarlo.
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