La película de Fontal se proyecta en el cine Gaumont.
Antes de partir rumbo a España para participar de una muestra de cine argentino fuera de competencia en la 20ª edición del Festival de Cine de Zaragoza, Congreso seguirá proyectándose hasta el miércoles próximo en la Ciudad de Buenos Aires, concretamente en el cine Gaumont. De esta manera, la opera prima de Luis Fontal continúa en carrera dos años después de haberse presentado por primera vez en el 28° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.
When we are young es el título internacional de este largometraje que gira en torno a la fiesta de temática mexicana que tres muchachos veinteañeros organizan en el departamento donde conviven, para agasajar a la chica que uno de ellos acaba de conocer, y que asistirá con dos amigas. La expresión en inglés adelanta la intención de retrato generacional y disminuye las expectativas que pueda provocar el título en castellano con marcada impronta local.
En otras palabras, la ubicación del departamento en las inmediaciones del Congreso de la Nación -o en el mal llamado barrio de Congreso- es un detalle de color en la crónica de esta reunión que podría suceder en otro rincón porteño, incluso en otra ciudad del mundo globalizado. Es más, la de Fontal bien podría ser una propuesta teatral dada la escasez de escenas filmadas en la calle y su bajo peso dramático.
La precisión de los parlamentos y la calidad actoral de Sabrina Macchi, Agustina Quinci, Florencia Benítez, Matías Dinardo, Maxi Zago y del también co-guionista Ezequiel Tronconi conforman la principal virtud de esta comedia dramática: su verosimilitud. Dicho de otro modo, Congreso les escapa a muchos de los estereotipos que se cuelan en las representaciones cinematográficas de los jóvenes adultos.
Por lo visto, da la sensación de que Fontal y Tronconi no pretenden mucho más que relatar el encuentro de Nicolás, Gonzalo, Germán con Mercedes, Cocó, Lucía. Estar seguros de lo que (no) quieren contar también ayuda a reducir las probabilidades de pisar palitos narrativos, por ejemplo la habitual torpeza de aumentar las dosis tolerables de romanticismo o, en el polo opuesto, de nihilismo.