Escribir estas reseñas (antes de presentar su último disco recién salido a la luz) es una forma más de vivir la música. Invita al que las realiza a reflexionar y a darle algo de sentido a lo que ha escuchado en un contexto más amplio, pero también a compartir la experiencia y a expresar las emociones, las que emanan del álbum y las que experimenta el redactor. Entre todas las melodías, canciones, frases, sonidos y formas que acumulamos en nuestras biografías, las de Kansas están entre las que más han acompañado a este escuchador, y forman parte de su recorrido vital, como la banda sonora a una película. Mi vínculo con su música es ya indisoluble, tanto que es de esas bandas con cuyas creaciones no sólo asocio muchos momentos de mi existencia, sino que creo que, como a toda persona que tenga una relación sincera con cualquier ámbito del arte, su música ha tenido una influencia notable en mi forma de pensar y sentir, en mi desarrollo como persona, en mi manera de entender el mundo y a mí mismo. «Our lives are in this music» aseguraban los músicos de Kansas en la contraportada de su primer álbum de 1974. Del mismo modo podríamos afirmar que también su música está en nuestras vidas.
Por José Ramón González
Y si con el paso del tiempo nosotros cambiamos, la música y los músicos también lo hacen, y en una carrera de más de 45 años no es posible que no ocurra; lo contrario sería incongruente. Es emocionante observar su evolución, los progresos, la capacidad para adaptarse a diferentes tiempos y situaciones intentando no perder los rasgos característicos definitorios de su esencia. Volvamos a la contraportada del disco inicial de su carrera: «Nuestra música tiene muchas caras y formas, como la tierra en la que vivimos. Es una fusión de energía y serenidad, un crisol de ideas». Y así ha sido durante varias décadas. A pesar de la marcha y regreso de algunos de los miembros del grupo, del cambio en los estilos y subgéneros, Kansas ha creado una serie de álbumes de indiscutible interés entre los que hay algunos irrenunciables. Su carrera es un ejemplo para cualquiera y su discografía referente imprescindible en la historia de la música.
De todos los cambios que se pueden sufrir en tantos años, del que es difícil reponerse es a la salida del grupo de sus principales compositores. En el caso de Kansas Kerry Livgren y Steve Walsh, quienes uno u otro o los dos, en uno u otro momento, han estado siempre en la banda. Somewhere to elsewhere, el último trabajo con los miembros originales, se publicó en al año 2000 compuesto enteramente por Livgren. Desde entonces han ido marchando músicos hasta que actualmente sólo quedan de los iniciales el guitarra Richard Williams y el batería Phil Ehart, aunque están con ellos el bajista Billy Greer ―miembro ya clásico desde mediados de los ochenta― y el violinista David Ragsdale quien se unió al grupo a comienzos de los noventa para marcharse pocos años después y regresar en 2006 después de que Robby Steinhardt abandonara definitivamente.
En 2014 Steve Walsh anuncia su retirada. Kansas se queda sin sus compositores, además de sin su distintiva voz. Walsh ya había mostrado su desinterés por componer canciones para el grupo desde años atrás. El inmovilismo de Walsh empujó a los otros cuatro componentes ―Williams, Ehart, Ragsdale y Greer― a publicar un álbum con sus canciones bajo el nombre de Native Window. Como reconocía hace un tiempo Phil Ehart, sin los compositores de las canciones Kansas no puede publicar nuevo álbum, depende de ellos a pesar de que luego el sonido y el desarrollo de cada una se construya con la intervención de todos los músicos. Sin Walsh la banda se encontraba en una situación muy complicada, pero Kansas no se rinde y poco después incorpora como cantante a Ronnie Platt y, posteriormente, a un segundo guitarrista, Zak Rizvi ―declarado seguidor de Kansas y antiguo conocido por haber trabajado con ellos―. Y aquí ocurre algo importante, pues Rizvi ofrece además componer canciones para el grupo. A partir de sus composiciones la banda empieza a desarrollar conjuntamente las nuevas creaciones y ello les lleva a hacer algo inesperado: publicar su primer álbum sin Walsh y sin Livgren en el año 2016, The prelude íncipit, un trabajo exigente y que mantiene cierto aire a Kansas aunque parece querer cubrir sus inseguridades compositivas bajo el amparo de la técnica que ofrecen los desarrollos instrumentales olvidando la inmediatez de las melodías, algo esencial en la carrera del grupo. El arrojo de la banda les proporciona una nueva vida como refleja el título del álbum.
En 2019 incorporan al teclista Tom Brislin; éste también compone, particularmente escribe letras. Y junto a Rizvi han reactivado a Kansas. Con la aprobación, el apoyo y el trabajo conjunto de Williams y Ehart y con Greer, Ragsdale y Platt, esas canciones han pasado a formar parte del nuevo álbum, y esta vez han creado un gran disco que recupera el sonido identificativo de la banda al tiempo que ofrecen un trabajo contemporáneo, fresco, rico, complejo y con el gancho de las composiciones habituales del conjunto. The absence of presence es un álbum muy disfrutable en el que Ronnie Platt canta mejor que en el anterior, se han cuidado las melodías vocales sin abandonar los aspectos técnicos, se juega con las dobles voces de notas largas, los estribillos funcionan de maravilla y el violín recupera el pulso. Las nueve canciones de The absence of presence dan a Kansas vida extra, permiten a esta incansable formación presentar con orgullo sus nuevas composiciones junto al repertorio histórico y evitan así ser sólo los portadores de un legado sin nada más que expresar, como muchas bandas hacen transformadas en grupos de versiones de sí mismas. Eso merece la admiración y el respeto. Alguien que lleva escuchando su música casi toda la vida puede reconocer en su nuevo trabajo a la banda con la que está tan vinculado, y eso es emocionante. Incluso puedo asegurar que si no fuese un disco publicado bajo su nombre sería por sí mismo un excelente disco.
El nuevo álbum se abre con una homónima pieza larga a la que da entrada el definitorio violín de Ragsdale tras el estreno de Brislin que es quien aporta las primeras notas del disco. La canción va progresando en ritmos y texturas apoyada en las melodías que lo envuelven a uno en el ambiente irresistible que va creando. Me encanta cómo marca Platt el cambio del sintagma del título al final de la canción. La épica y la emoción alcanzan momentos espléndidos en esta composición que anuncia que Kansas ha recuperado buena parte de su espíritu.
«Throwing mountains» es una canción bastante potente en los riffs de guitarra pero apoyada de nuevo en el imprescindible violín y las melodías de la voz de Platt. Momentos de arreglos orquestales mezclados con guitarras salvajes. Fantástica en todos sus aspectos. Merece la pena seguir el bajo de Greer.
Tom Brislin abre de nuevo en «Jets overhead» y Ragsdale vuelve a recordarnos que estamos escuchando a los auténticos Kansas verdaderamente renacidos. Las melodías en las voces hacen creer que la canción es más sencilla de lo que en realidad es, y la digerimos con el envoltorio y todo. Después tendremos tiempo de escupirlo y saborear todo el gusto que se le puede sacar, que es mucho y jugoso.
«Propulsion 1» es una breve y rápida instrumental de Brislin que suena a apertura aunque está colocada delante de una preciosa balada, también de Brislin, titulada «Memories down the line». Canción emotiva, muy bien cantada por Platt y excelentemente acompañada por Brislin al piano a los que se van uniendo los demás instrumentos en la segunda vuelta, el piano se transforma en órgano, y la entrada del violín y la guitarra lanza la canción contra el pecho de las emociones. El juego de las dos guitarras al final es tan sencillo como acertado.
Hasta los Kansas de los primeros ochenta nos lleva «Circus of illusion», asombrosa y dinámica, en la que la banda al completo rinde a altísimo nivel, no solo en la parte central instrumental. La transición que prosigue es fabulosa, no sabemos a dónde nos va a llevar y, cuando queremos darnos cuenta, hemos vuelto al origen. Magistrales.
«Animals on the roof» arranca como una auténtica composición de rock progresivo pero, a pesar de su complejidad, las melodías vuelven a dejarnos a merced de su antojo. Volamos tranquilamente apoyados en ellas pero si miramos abajo encontraremos el tejido asombroso de los instrumentos sosteniendo la canción.
La tristeza que supone acercarse al final del disco se ve acentuada por «Never», una canción suave de Rizvi dominada casi en su totalidad por las bonitas melodías de las voces que no dejan de asombrar por su coherencia con la tradición de la banda. Cosa que no ocurre con «The song the river sang», la canción más atípica del conjunto, con un ritmo alegre y sonidos acuosos cantada por Brislin. El final abierto e interrumpido parece querer expresar que esto no ha terminado, que la historia de Kansas continúa con ilusiones renovadas, planes futuros y ganas infinitas.
Un ejemplo, una lección, una referencia. Ser los mismos siendo otros. Toda una vida dedicada a la música que sigue acompañando anónimas vidas repletas de sus canciones. Por eso son esenciales, porque nos han dado la oportunidad de descubrir formas diferentes de sentir, nos han mostrado ambientes y melodías que tienen la virtud de emocionar, nos han ofrecido su arte que nos ayuda a comprender el mundo y nuestra relación con él, nos han sacado de nuestro pequeño universo de estribillos y retahílas aprendidas para abrirnos posibilidades de descubrimiento inéditas mientras ellos descubrían también las suyas, y todo desde la sencillez de unos tipos de Topeka. Cuarenta y seis años después estos huérfanos de Livgren y Walsh han aprendido a salir adelante solos y demuestran, como se demuestran a sí mismos, que ellos también son Kansas, porque es su vida la que está en esa música.