Daniel Hoesl (St. Pölten – Austria, 1982) forma parte de lo que el Festival de Cine Europeo de Sevilla clasifica como Nuevas Olas, aquellos directores noveles con nuevos aires creativos e ideas que los definen como cine de autor cada cual más o menos acertado y que poco a poco se van haciendo un hueco a través de los festivales. La trayectoria de Hoels se limita a cuatro cortometrajes y dos apuestas de mayor envergadura, entre las que se encuentra Soldate Jaennette (2013), que debutó en la Selección Oficial de Sundace 2013 y en el International Film Festival de Rotterdam del mismo año, y que esta edición del SEFF ha traído a nuestras pantallas.
Soldate Jaennette es la historia revolucionaria de Fanni (Johanna Orsini-Rosenberg), una mujer madura de elevada clase social y aburrida con el mundo, una anti héroe feminista e individualista. Sola, sin marido ni hijos y nadando en un mar de dinero infinito rompe con esa monotonía encorsetada por la rigidez austriaca. Tediada ante la posibilidad de tenerlo todo se rebela contra un sistema que nos ha enseñado que el consumismo puede llegar a convertirse en lo más vulgar de nuestra sociedad y decide romper con toda la estructura establecida en busca de nuevos horizontes. En su alocado peregrinaje es acogida en una granja donde conocerá a Anna (Christina Reichsthaler), una joven sin muchas oportunidades y con ansias de llevar una vida mejor.
A través de los personajes podemos ir navegando en un mundo donde las diferencias entre élites y obreros no solo se basan en la ropa y en la forma de vestir, sino también en una forma muy distinta de afrontar la visión de la vida. Nuestra particular Juana de Arco transmite elegancia y revolución a partes iguales. De la misma forma que vemos una escena de té podemos contraponerla con una sesión de taekwondo. Delicadeza y finura frente a fuerza y resistencia. Esa es Fanni, alguien que no se detiene a pensar sus acciones y para la que el dinero no es más que un papel que no ha terminado de llenar su vida porque, a final de cuentas, ser útil y ayudar a los demás puede ser más reconfortante que una vida plena.
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Sin embargo, nos encontramos con una película sencilla, que no va mucho más allá de la sinopsis y que peca de simplicididad. Sutil, muy sutil, crítica a la sociedad de consumo ensimismado y al que la protagonista responde cual militante más reconvertido. Sí, Fanni recoge el bastión de una luchadora enfadada con el sistema y que se lanza a la aventura. Pero no hay más. Al menos no se puede pedir mucho más con un guión que resulta demasiado pobre frente a lo meramente estético.
Juanjo Sánchez