Revista Decoración

La barbacoa, los ahorros y la vida frugal.

Por Paula Lesina
Antes de seguir escribiendo el post, necesito exorsizar un agobio personal; mi pescado racional me advierte que este tema debería tratarlo en Intensional. Sin embargo, siento la necesidad de desmesurarlo. Llevarlo al absurdo si es necesario. Por ese motivo, elegí mi hedonistic blog (viste que en extranjero siempre tiene más onda...) para expresarme con la soltura que solo se logra en los espacios familiares. Aprovecho tu amable atención además, para presentarte a la protagonista de esta reflexión e indirecta responsable de las actuales alteraciones en mi ATM (para los que no tienen el gusto, "articulación témporo-mandibular"), una estructura inconclusa de ladrillo que pretende ser centro de reuniones familiares en torno a algún tipo de animal asado a la leña.
La barbacoa inconclusa
En este momento, cuando te está por estallar la cabeza intentado establecer la conexión entre un tema intensional y una barbacoa inconclusa, me detengo para ofrecerte una explicación medianamente lógica. Tampoco seas exigente, con "medianamente" tiene que bastar. 

La historia de una vida frugal.


Es todo muy raro. Lo sé. Pero creéme que no me voy a remontar a la antigüedad para darle contexto a tanta desmesura. Esta historia comienza con mi propósito de alentar para mi familia una vida frugal. Aunque nunca fui una persona particularmente consumista, en el momento en el cual decidí cambiar de hábitos e ingresos, identifiqué  y ejecuté dos grandes acciones:
1- Entregué mi Visa y con ella todo el consumo diferido.
2- Adecué mis gastos cotidianos a ingresos tres veces menores.
Si no me equivoco fue un proceso que se gestó junto con la idea original de este blog y la necesidad de "cometer el exceso de ser yo". Durante cuatro años, ninguna de las decisiones anteriores fue un problema para mí. Con un trabajo estable y de horarios flexibles, pude permitirme una vida sin restricciones y el lujo de sostener un emprendimiento aferrado al alma, que crece lentamente y con muchísimos altibajos porque el sector de los eventos tiene sus "zafras" amén de una oferta diversa y profusa. De esta forma, la incertidumbre de emprender siempre estuvo mediada por la seguridad que ofrece mi profesión y la tranquilidad de un cargo efectivo. La desmesurada se balanceó en el vacío al abandonar su mega-empleo pero sabiendo que debajo había una red salvadora. 
Viviendo frugalmente y con esporádicas rachas de mucho trabajo ciruelesco, no es el dinero lo que me desvela por las noches. No me angustia la ambición de poseer. De hecho, estás leyendo el post de una mujer a la cual alguna vez tuvieron que llamar porque olvidó ir a cobrar. A ese punto de desprendida. Una mujer que, además, convive con un no-marido estrictamente ordenado financieramente con el cual tuvo y tiene una única diferencia: la posición frente al ahorro.  ¿Para qué voy a mentirte? Si bien soy capaz de frugalizarme a puntos insospechados, no soy capaz de ahorrar. Salvo para puntuales y excepcionales ocasiones, no logro consolidar la conducta de ahorro que pone orgulloso a mi hermano, el ser financiero de la familia. Para mí el vil metal tiene que fluir y circular. Es una forma de intercambio que acepto -porque no soy necia- pero a la que me rebelo internamente y mantenerlo acaparado por que sí y por las dudas, me parece irracional. Hasta que...

Éramos pocos y parió la chancha.


En los primeros meses de este año, había logrado reunir una suma de dinero correspondiente a tres de mis sueldos. No estaba mal.  Me sentí casi orgullosa (solo "casi") porque no fue un regalo sino el corolario de mucho trabajo y poco descanso. Por lo visto, según las opiniones expertas, es el monto que deberíamos aspirar a reunir para tener lo que llaman un "colchón de ahorros". Metáfora clara si las hay. El objetivo del colchón es brindar un apoyo eficaz y algo de solvencia frente a las posibles circunstancias adversas: pérdida de trabajo, quebrantos de salud, separación, etc. Es un consejo prudente y conservador que nunca pretendí acatar. Por eso, cuando reuní el dinero que te mencionaba, lo destiné a qué...Ya te imaginabas: a la barbacoa inconclusa. 
Los ahorros y la vida frugal.
Barbacoa que por el momento no se parece a una barbacoa y está "inconclusa" porque Eduardo -mi Bob construye- no solo se parece a Papá Noel sino que trabaja con la misma frecuencia que él: una vez al año. Y sin duendes mágicos. Hace tres meses que lidiamos con los argumentos más insólitos de Santa y recién este fin de semana vimos cómo se erguían los pilares que van a sostener el techo... A las pruebas me remito. Las fotografías que ilustran este post fueron tomadas con dos meses de diferencia. Te reto a que encuentres las siete diferencias. Si las encontrás, no solo te doy un premio sino que podés congratularte de poseer una aguda percepción del entorno. Porque lo que es la construcción...avanzó lo mismo que el Antel arena.  Este montículo geométrico de terracota y cemento, se llevó todos mis ahorros y yo tan contenta. Hasta que...

¿Qué es lo que querés hacer?


- Quiero dedicarme a emprender,
- ¿A qué?
- A emprender.
- Entiendo...pero, exactamente, ¿qué es lo que querés hacer?
Esta conversación se repite cíclicamente en mi vida. Estoy más que acostumbrada a dos grandes interrogantes entre los seres que me rodean. Una de ellas es "¿qué querés hacer?" y la otra es "¿que hiciste qué?". En general son consecutivas en el tiempo y están moduladas por diferentes emociones, Mientras la primera tiene el tono del desconcierto, la segunda se llena de los matices de la resignación o el asombro (depende de lo que haya hecho, claro) En la actualidad, el qué querés hacer se responde de una sola forma: responder al desafío de no-marido sobre las posibilidades de emprender en internet, El consiguiente qué hiciste fue la renuncia a más de la mitad de mis horas como docente. Shock total. Por primera vez desde que tengo uso de razón, siento la falta del dichoso colchoncito aconsejado por los expertos para permitirme la libertad de experimentar a gusto. Sin embargo, mi temporal colchoncito ya no es colchoncito sino parrillero. Y salvo que me ponga a vender choripanes... hay que encontrar rápidamente un plan B. De esos que no me gustan demasiado: medidos y apegados a la realidad. Por lo pronto, tuve que volver atrás sobre mis pasos para:
1- Solicitar una tarjeta internacional.


2- Establecer un plan de ahorro.


El regreso de la Visa era una obviedad dado que pretendo emprender por internet y eso, me guste o no, significa que hay alguien que vende y alguien que compra.  Por otra parte, lo que me está complicando más es el plan de ahorro. Como te conté antes, el ahorro y yo no somos un binomio bien avenido. Por eso, lectora desmesurada, requiero de tu ayuda para que me respondas dos cuestionamientos importantes que ocupan mis días:
-  A vos, ¿qué te gusta comprar por Internet?

- ¿Cuál es tu truco número uno para ahorrar?


Me despido dejando la pelota en tu cancha. Sin embargo, no me voy sin recordarte que:
- Mañana es el último post de la serie que organizamos con las chicas de En Pocas Palabras, y llega con algunos trucos para que organices tus tutoriales crafteros. Mientras tanto, por el blog del gato negro vas a encontrar algunos DIY lindos y simples para organizar tu escritorio y darle orden con estilo a tu caos creativo.
- Si sos una de esas mujeres que se enorgullecen de ser emprendedoras creativas, no dejes de visitar Intensional. Es un espacio de blogueo colaborativo, abierto a tu participación y que tiene grandes planes para el futuro, Pero antes, necesitamos consolidar el hoy.

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